domingo, 26 de diciembre de 2010

Fronteras si, fronteras no.



Los países ricos no pueden vivir sin fronteras, pues, desgraciadamente, las desigualdades existentes entre los hombres atraen a las gentes menos favorecidas hacia ellos. Si desaparecieran las fronteras, se originaría el caos: en versión cómica, se produciría algo parecido al camarote de los hermanos Marx; y en versión trágica, la imposición de la ley del más fuerte. En cuanto a los países pobres, el problema es similar, pues lo de ricos y pobres es relativo. Siempre hay otro país más pobre que el tuyo.

La necesidad de fronteras y de vigilancia, no es sólo para evitar la avalancha de necesitados que buscan un futuro mejor o simplemente sobrevivir, intentan evitar que entren en los países ricos delincuentes y gentes menos civilizadas, que se sorprenden de que estén a su alcance y sin ninguna vigilancia, instalaciones con materiales de gran valor; también se sorprenden, de que la policía los detenga sin ocasionarles castigo físico alguno cuando delinquen, y aún  se sorprenden más, cuando el juez los suelta con cargos y pueden escapar de la acción de la justicia, huyendo a sus países de origen. Por eso, se dedican sin temor a terminar con la seguridad y la propiedad pública y privada de los países ricos, arruinando, desmontando y destruyendo cualquier obra rústica o urbana, instalación eléctrica, o cable de comunicaciones, para apropiarse y vender todo lo que tiene mercado. Naturalmente, encuentran cómplices interesados en muchos chatarreros, que saben que el ejercicio de la receptación les sale gratis.

Aunque formalmente Europa conserva fronteras, los acuerdos de Schengen convierten sus fronteras en auténticos quesos de gruyer: las calles y los campos de la Europa rica denuncian que los acuerdos de Schengen son incompatibles, no sólo con la seguridad, también lo son con la civilización de la que disfrutan los países europeos que pudieron escapar de la dictadura marxista. Pero los acuerdos de Shengen no son el mayor de los problemas de los países de la Unión Europea: existen países con gobiernos gamberros como el nuestro, que no hacen caso de esos acuerdos y van por libre. Por los agujeros que originan con sus políticas de inmigración y el efecto llamada que producen en las mafias que comercian con la emigración, entran los inmigrantes ilegales de todo el mundo que luego se distribuyen por toda Europa. El segundo gran problema lo constituyen algunos de los llamados países del Este, cuyo nivel de vida y de riqueza es muy inferior al resto y cuyos habitantes han aprovechado la relajación de fronteras para invadir Europa: unos en busca de oportunidades y otros en busca de botín.

La cultura europea en estas circunstancias también corre peligro, pues muchas de las gentes que se acomodan en Europa, al verse favorecidos por las leyes igualitarias que encuentran, no asumen la nueva cultura; por el contrario, cultivan la suya propia, que muchas veces resulta incompatible y pone en peligro los valores democráticos y el futuro de la Unión Europea y de la Europa misma. Los europeos por nuestra parte, con nuestras permisivas leyes, no defendemos nuestra cultura y nuestra civilización con la energía suficiente para generar respeto en los emigrados; por el contrario, se practica una política de buenísmo e igualdad que es tomada por las culturas invasoras como simple debilidad. Si hacen falta inmigrantes, deberían elegir entre los que forman parte de nuestra cultura, rechazando a los que forman parte de culturas opuestas a la nuestra.
            
    Dejando aparte la inmigración constituida por la delincuencia y la barbarie, es humano y natural que las personas del tercer mundo deseen mejorar sus condiciones de vida y se sacrifiquen para llegar a los países ricos. Esas gentes, muchas veces son ejemplos a seguir: pueden ser necesitadas, pero la mayoría tienen una educación, una crianza y unos principios morales, que son envidiables en nuestro tiempo, que hacen sonrojar nuestro pasotismo y nuestra falta de valores. Cuando esas gentes se amoldan a la nueva cultura, el país de destino y Europa entera se enriquece con ellos, y lo hace en la misma medida que el país de origen se empobrece y pierde su futuro. Lamentablemente para inmigrantes, no pueden encontrar en sus países de origen el futuro con el que sueñan, ni son siempre bien recibidos donde emigran, estando como están, obligados a abandonar su tierra para buscar sus sueños.

Acabamos pensando que el primer mundo debería hacer algo para echar a los políticos corruptos y dictadores de ese tercer mundo, que en lugar de favorecer el desarrollo económico de sus países, y la mejora de las condiciones de vida de sus ciudadanos, consienten la emigración de sus propias gentes para apalancarse en el poder enriqueciéndose con las remesas de dinero que hacen los emigrantes que ellos mismos exportan. Echar del poder a los corruptos de ese tercer mundo debería llevar consigo implantar estructuras políticas participativas y tuteladas en él, sin devolverlo al colonialismo.