domingo, 22 de junio de 2014

Ahora toca lo que toca: defender lo nuestro.


¡Ya está bien!
Las concesiones a nuestros enemigos no impedirán que sigan trabajando para destruir España. Para evitarlo, hay que enfrentarse a ellos con una idea: o ellos o nosotros. Sin medias tintas y asumiendo todos los riesgos. “En España cabemos todos”, ha dicho el nuevo Rey. Siempre que todos colaboren en alcanzar los objetivos comunes, pensamos muchos. Si no es así, mantener a nuestros enemigos en las estructuras del Estado es de tontos. Es como el discurrir de un barco en el que unos reman, otros se dejan llevar, y los que llevan el timón no se ponen de acuerdo en el rumbo, y dividen a la tripulación. Y el capitán en este barco, en lugar de arrestar a los rebeldes o echarlos del barco, les permite romperlo para hacerse un barquito propio.

Son varios los retos internos que nos arrinconan en este momento, y de cómo los enfrentemos dependerá el futuro de España como Nación y el futuro de los sufridos españoles como pueblo.
Los retos interiores a los que nos enfrentamos son: impedir la secesión de Vascongadas y Cataluña, y como reto menor, enfrentar a las organizaciones de izquierda que, aprovechando el descrédito de los grandes partidos y la dureza de la crisis, han introducido en la sociedad española la discusión monarquía-república, para dirigir la voluntad de los más jóvenes e imponer en España una República Bolivariana. Que quieran imponernos un régimen totalitario de izquierdas que acabaría con la débil democracia que tenemos, con la libertad y con el bienestar de los españoles, pero no con la corrupción de políticos, sindicatos y múltiples organizaciones que viven de la subvención, es para tratar a esa izquierda antipatriota como enemiga, pues trabaja en contra de los intereses de la mayoría de los españoles.

Algunos para conjurar esos peligros, y otros por inconfesables obediencias, nuestra Monarquía y los partidos PP y PSOE se han alineado con el Nuevo Orden Mundial (NOM), pero la obediencia a ese Orden Nuevo, surgido de la Segunda Guerra Mundial, no va a arreglar por sí solo todos nuestros problemas. Felipe VI y los sucesivos gobiernos tendrán que obrar con inteligencia y también con decisión: a nuestros enemigos interiores les une un objetivo común, y ante eso habrá que intentar sembrar la discordia entre ellos, comenzando por atacar al más débil, que es el partido de Convergencia de Mas. Su socio ERC tiene lazos importantes con el Nuevo Orden Mundial, que sus raíces masónicas vienen de los años treinta del pasado siglo. Aquí, habrá que pedir a los dirigentes del NOM que intervengan y llamen a obediencia a ERC como contrapartida a nuestro sometimiento. Convergencia, y sobre todo Unión, pueden acabar con el referéndum soberanista, ante la realidad de una suspensión de la Autonomía Catalana y el cese inmediato de sus autoridades, hecho que tendrá que afrontar con decisión el gobierno de España, que tendrá que llevar ante los tribunales a los representantes de la Nación en esa comunidad, por ejercer la deslealtad, acusándolos de todos los delitos que tengan que ver con la traición, la sedición y la rebelión. Acusándolos también de los delitos que hayan cometido administrando caudales públicos, etc.
Ante el NOM, tenemos buenas cartas para jugar, como es la concesión de la nacionalidad a la Comunidad Sefardí en proceso, y la acomodación de nuestras leyes a sus intereses, como convertir en delito en nuestro país la negación del Holocausto Judío. Hay que tener muy claro quién tiene el poder en el mundo en este momento y no tirar de la levita equivocada. Si hay que negociar hay que hacerlo con inteligencia, negociando directamente con los amos y dejando a un lado a siervos, que nada deciden.

El problema vasco, aunque similar al catalán, tiene otro cariz. Esconde entre sus arrugas un terrorismo latente, que oculta a su vez, negros intereses, que los hechos sangrientos han dejado al descubierto. Por supuesto, los sucesivos gobiernos de España han mirado para otro lado, sin querer enterarse de a quién tenían que mandarle la Guardia Civil. Amaiur y otras organizaciones etarras son la careta, los siervos más o menos violentos de una inteligencia que los dirige: un amo indefinido que está detrás de sotanas y alzacuellos, en santuarios y universidades de Vascongadas, y en la casa madre de Roma. Un General fallecido, paisano él, les marcó los objetivos a sus curas y nadie les ha apeado de obedecerlos, como en el caso de la Teoría de la Liberación, desactivada por Juan Pablo II sin contemplaciones. Si no podemos convencerlos y atraerlos para que colaboren frente a enemigos comunes, abandonando la ejecución de antiguas venganzas, se les amenaza con destaparlos en los telediarios, antes de ir a por ellos con decisión. En el fondo, aunque los de Amaiur y los del PNV no lo sepan, trabajan para que un santo reine en un trocito de España a través de sus propios ayatolás. Que su sueño sea una república de izquierdas o de derechas, a los vascos, como a los guaraníes les dará lo mismo, ni Dios podrá salvarles de obedecer a unos curas que no creen ni en el que da nombre a su organización, pero que obedecen ciegamente al Señor Oscuro.
A IU y a Podemos, partidos hermanos entre sí, que justifican regímenes comunistas y repúblicas totalitarias, el gobierno de turno los puede machacar filtrando su corrupción y quitándoles la caricatura democrática que oculta su terrible rostro: una tosca y trasnochada ideología, bajo una piel salpicada de sangre. Sus contradicciones marxistas les llevan a tomar partido por los palestinos, rechazando a los judíos. Una ideología surgida de intelectuales judíos y financiada por banqueros judíos. Y es que ninguno de los que siguen a una bandera convencidos, se fija en quién la lleva.

A ver si los españoles tenemos suerte con este nuevo Rey, y alguien le echa lo que le tiene que echar: buscando el bien de todos, y excluyendo con toda energía y sin complejos a los que maniobran en contra del interés general.