martes, 20 de abril de 2010

Pájaros de Papel

Lo que más me sorprendió de la película Pájaros de Papel fue la fría reacción del público en una sala repleta, de la que salí pensando que había visto un buen montaje y unas buenas interpretaciones, pero que estaban dirigidas a engañar nuevamente al público español, pintando la terrible maldad de los franquistas y la bondad inmaculada de los mal llamados republicanos. Digo mal llamados republicanos, por que fueron esas izquierdas angelicales, que tanto la añoran, las que se cargaron a nuestra pobre República y, también, por que tan republicanos eran los partidos conservadores, como lo hubieran sido los partidos de la izquierda, si hubieran creído en ella. Están empeñados en hacernos creer que la defendieron, cuando fue todo lo contrario: ahí está Esperanza Aguirre desenmascarando a estos trapaleros ¡Pincha en el título!

Seguramente, que la mayoría de los espectadores salió pensando lo mismo que yo, y comparo Pájaros de Papel con otras películas guerra civilistas, en las que la gente terminaba aplaudiendo, pues todos reconocían en los personajes a sus padres y a sus abuelos luchando por salir de ese infierno. La mayoría, entendemos la historia que cuentan películas como ésta, como un pasado superado que hay que reparar, mientras el Milikito pretende que tomemos partido en un pasado de odio.

La lacrimosa historia que nos cuenta aparenta ser el pasado de su padre Miliki, que sale al final de la película recibiendo el homenaje de los demás actores. Si Miliki –el niño Miguel- se va de España siendo huérfano, ¿de dónde han brotado Gabi y Fofo, que han sido sus hermanos? ¿Libertad de autor?, ¿le hemos cazado en la mentira? En cualquier caso, la intención no debía ser la mejor manipulando de esa forma al espectador.

No esperaba mucho de alguien, que tiene que defender la mano que le ha hecho rico y que hoy, con la Ley de la Memoria Histórica, pretende devolvernos a los años 30. Olvida el director, que ese franquismo al que con razón o sin ella vilipendia, abrió las puertas de la televisión a su padre y a sus tíos, dándoles un programa infantil y una fama que nunca hubieran soñado alcanzar en España. Algunos nos acordamos: “Cría cuervos” dirán muchos, "chaqueteros" dirán otros, "otro millonario del régimen zapateril pretendiendo convencernos" dirán algunos. "Hay que agradecer las ayudas recibidas mientras manden. Luego, ¡Ya veremos!", dirán las malas lenguas.

No voy a poder recuperar los 13 € que pagué por dos entradas, pero si puedo hacer una recomendación: no pagues por verla.

martes, 13 de abril de 2010

La palabra progre no define al que busca que el mundo avance, es sinónimo de aprovechao, de pícaro.

El país está necesitado en estos momentos de una política de moderación en el gasto y de buenos ejemplos en el ámbito político, pero no aparecen por ninguna parte. Hablando de malos ejemplos, hoy he visto la portada de un periódico digital que se atribuye a si mismo la condición de “progresista”. El contenido de ese periódico es lamentable, como el de otros muchos medios pagados con el dinero de todos, por un gobierno, que, en lugar de gestionar la crisis con cabeza, despilfarra nuestro dinero entre empresas periodísticas afines, para que laven la imagen de su pésima gestión y pueda ganar las próximas elecciones escondiendo sus vergüenzas detrás de la propaganda. Eso tiene muchos nombres, feos todos ellos, alguno de los cuales, si no lo está, debería figurar en el Código Penal, pero no es progresismo. Progresista es una palabra derivada de la palabra progreso, que el mal uso que le han dado las extrañas izquierdas que nos explotan, la han convertido en algo hueco, totalmente ajeno a su definición:

Del lat. Progressus: 1. m. Acción de ir hacia adelante. 2. Avance, adelanto, perfeccionamiento.

Siguiendo este concepto original, ¿quién no desea ser progresista? Todos. Hasta los hombres del mito platónico de la caverna, si existieran, lo desearían para sí mismos, para los suyos y para los demás hombres. Pero estos progres de pacotilla, que por supuesto, no son progresistas y ni siquiera son de izquierdas, simplemente se han apropiado del término con ánimo excluyente. Entienden por progreso, el de ellos mismos, que se afanan cada día en progresar económicamente, aprovechando las relaciones políticas. O sea, a costa de los demás.

Para ellos, sólo eres progresista, si comulgas con sus ideas, presumes de izquierdismo y, además, les aplaudes; se pavonean soltando palabrejas como talante, solidaridad, política social, etc., palabras que al salir de su boca pierden todo sentido, pues el comportamiento de estos dirigentes los traiciona y delata, como lo que son: auténticos vividores, hijos de próceres del régimen franquista, que se han disfrazado de izquierdas para robarle el pasado a los auténticos marxistas. Tampoco destacaban los viejos marxistas por su buen comportamiento, pues, aunque lo hicieran, no podrían presumir de un pasado, que mejor olvidar... Quizás, estos pícaros de hoy les admiran, por que los dirigentes izquierdistas de los años treinta también eran pícaros burgueses masoneros disfrazados de descamisados, a la búsqueda del progreso personal.

Continuando con el progresismo, examinemos quién puede presumir y de qué, en el transcurso de un siglo tormentoso como lo fue el siglo XX en Europa ¿Ha aportado algo la izquierda en los últimos 100 años en el avance de la humanidad? Al margen de pequeños logros, casi todos conseguidos en los EE.UU. de América- país capitalista donde los haya-, la aportación más visible de la izquierda al progreso de la humanidad es su tremendo fracaso. La izquierda marxista llevó a muchos pueblos de la Tierra a un callejón sin salida, de donde tuvieron que ser rescatados en los años 80 por el resto de la humanidad, a la que tildaban de capitalista e insolidaria. Algunos pueblos siguen en ese callejón, pasando hambre, necesidades de todo tipo y, sobre todo, falta de libertad. La izquierda española por su parte, tampoco aportó mucho al progreso: nos metió en una revolución innecesaria y con ella en una guerra civil, que, gracias a Dios, perdieron; se llevaron el oro del Banco de España, que no volvió; los cuadros del Museo del Prado que, de milagro podemos seguir contando con ellos; desvalijaron las cajas de seguridad de los burgueses en muchas entidades bancarias, sin remordimiento alguno, y mil delitos más, en nombre de una República violentada por ellos mismos, que llenaron de muertos civiles Paracuellos, la sima de Camuñas y ¡vaya “usté” a saber! La falsa izquierda de ahora, por su parte, presume de haber luchado contra Franco, pero también es mentira: los viejos marxistas lo dejaron morir en paz del miedo que le tenían y los falsos marxistas de ahora, simplemente cantaban el “Cara al Sol”, el “Prietas las Filas” y “Un Flecha en el Campamento” cuando se iban de vacaciones con la O.J.E., que los disfrazaba de gilipollas con pantalones cortos. El advenimiento de la democracia tampoco fue obra suya, que estos “fillos” del régimen, rápidamente se pusieron donde hubiera “pa pillar cacho”. Lo hicieron el Felipito Tacatum y el Guerra, desbancando al Nico, que era el heredero fetén; tras el "fracaso" de la democracia española con 14 años de felipismo, la nueva generación de flechas masoneros y algún rescoldo felipista de la misma cuerda tomaron el poder sociata disfrazados de rojillos radicales. Hoy nos mal gobiernan por obra y gracia de muchos españolitos despistados, capaces de comprar, por simpatía, la cuerda con la que van a ser ahorcados. A punto están de romper el país en mil pedazos.

Progresista: 1. adj. Aplícase a un partido liberal de España, que tenía por mira principal el más rápido desenvolvimiento de las libertades públicas. 2. Perteneciente o relativo a este partido. Senador, periódico PROGRESISTA. Apl. a pers., ú. t. c. s. Un PROGRESISTA; los PROGRESISTAS. 3. Dícese de la persona, colectividad, etc., con ideas avanzadas, y de la actitud que esto entraña. Apl. a pers., ú. t. c. s.

La definición de la Real Academia de la palabra progresista también deja al descubierto, que estos pícaros justinos han aprovechado la herencia ideológica de la vieja izquierda, la que se quedó con la vergüenzas al aire tras la caída del muro de Berlín; también se han apropiado de la palabra progresista, patrimonio de los viejos partidos liberales, olvidándose del contenido, pues, ellos, ni buscan el rápido desenvolvimiento de las libertades públicas, ni tienen idea avanzada alguna, salvo que sea novedad, apropiarse del poder para imponer a toda la sociedad su propio régimen y medrar a su costa. Por ahí andan, buscando una ideología con la que disfrazarse y seguir engañando a los que se dejen –que siguen siendo muchos.

El verdadero progresista, al margen de cualquier partido liberal, no tiene porqué tener una ideología concreta, aunque sí ideales, es un ser desprendido que ayuda a los demás, las más de las veces sin esperar nada a cambio: progresista será aquél que ayude al caído a levantarse, el que luche por la libertad del que vive en la esclavitud, el que trabaje para conseguir un mundo más justo, el que se esfuerce con los demás para que puedan adquirir conocimiento y educación suficiente hasta alcanzar la verdad, el que esté dispuesto a luchar por ello, poniendo su sangre si es preciso. Recordemos el dicho evangélico: “La verdad os hará libres”

Lamentablemente, la palabra progresista se ha quedado hueca y sólo encierra en su interior, una mentira más en un mundo de mentiras donde reina el diablo, que también va disfrazado de Dios. Éste, poco podría hacer contra los hombres, si no tuviera entre sus seguidores a una tropa de progres que, a cambio de botín, le ayudan con más mentiras en su tarea de controlarnos.

El progreso social siempre será bueno, pero no basta: hay que tener en cuenta, que sólo es un medio para mejorar las condiciones de vida de los hombres en este infierno, hecho de patrañas y de equívocos.


lunes, 5 de abril de 2010

Campaña contra la Iglesia, por casos de pederastia acontecidos hace bastantes años.

Pasé casi 10 años de mi vida como alumno externo en un colegio escolapio. En ese tiempo, tuve ocasión de conocer aquél régimen de enseñanza, disfrutando y padeciendo, que de todo hubo. Pero tengo que reconocer, que no sufrí ningún tipo de acoso sexual, ni tuve conocimiento de que ningún compañero lo padeciera. Entre los profesores había de todo: jóvenes, maduros y ancianos; sacerdotes y seglares; militares y civiles; cuerdos y locos; serenos y violentos; ásperos y cariñosos. La mayoría, gente normal que intentaba que adquiriéramos cultura y conocimientos y que no se torcieran nuestros pasos. Hacernos “hombres de provecho” se decía entonces.

Tampoco corrían rumores de que tal o cual hubiera sufrido algún tipo de abuso o de que algún profesor tuviera costumbres malsanas. Las caricias y mimos estaban reservadas a los más pequeños, bajo el cuidado del Padre Pedro, tan chiquitín como ellos, y que, por su vida de sacrificio a los demás, hoy está propuesto para ser Santo.

Cuando dejamos de ser infantes, los mimos fueron sustituidos por una férrea disciplina donde no faltaba alguna que otra bofetada, normalmente merecida. En esto también tengo que reconocer, que la mayoría de los profesores no recurrían al castigo físico. Algunos curas seguían prodigando caricias a determinados alumnos, pero ¿quién de mayor no tiene gestos de cariño hacia chiquillos propios o ajenos que, por una u otra razón, te caen en gracia? No es faltar. Pero, ¿es posible que detrás de esas caricias el cura en cuestión obrara con malicia? No lo sé: puede que sí y puede que no. El sentimiento de paternidad frustrada puede ser muy fuerte en algunos hombres y pueden malinterpretarse algunos gestos .

Yo no estaba dentro de la cabeza de aquellos hombres, pero, entonces, la gente no sólo hablaba gesticulando, se tocaba más que ahora, como algo muy normal. No había tanta malicia. Los niños, como gesto de amistad con otros niños, nos agarrábamos por el hombro, y de esa guisa, caminábamos por la calle. Hoy sería raro. Me chocó un documental sobre Marruecos en el que se veía a dos hombres que caminaban por la calle cogidos por la mano y recordé, que en mi niñez, también en los pueblos existía esa costumbre, sin que se tildara de desviados a los que manifestaban su buena amistad yendo de la mano o cogidos por el hombro.

Parece que quiera justificar la pederastia y no es así: el que cometa semejante delito, clérigo o laico, que sufra el peso de la Ley. Pero no debe confundirse la parte por el todo, como se está haciendo en estos días. La Iglesia no tiene que pagar por los delitos que haya cometido alguno de sus curas, como el Estado no paga por los delitos de los malhechores, cuando es el responsable de la seguridad de todos los ciudadanos. Así y todo, lo que tiene que ver con la Iglesia siempre es más grave ¿Cuántos pederastas habrá habido en organizaciones ajenas a la Iglesia, de las que no se habla? y también en otras religiones: ¿o es que entre los musulmanes no ocurren estas cosas?, ¿y entre los judíos, protestantes, budistas, etc.?, ¿acaso no habrá rabinos y pastores protestantes -por limitarnos a Occidente- caídos en estas y en otras desviaciones? Se lee entre líneas, que es el celibato de los curas la causa principal de que algunos religiosos hayan cometido pederastia en el pasado, pero es una razón falsa: muchos civiles que incurren en la pederastia están casados.

El celibato, por trasnochado que esté y sea una reliquia de otros tiempos; por injustificado que sea, es una opción voluntaria, tomada por gente mayor de edad y en perfecto uso de sus facultades mentales, que desean pertenecer a una institución como la Iglesia, que oficialmente tiene cerca de 2000 años, pero que en realidad tiene muchos miles de años más, como organización sacerdotal heredera de viejas religiones paganas. Creo que nadie entra engañado en ella.

Es cierto que en el pasado la Iglesia callaba y que en algunos casos se limitaba a cambiar de acoplamiento al clérigo delincuente. Mala actitud era esa, pues tapando los delitos no se corrigen, pero también tenía sus propias cárceles, donde enviaba a los clérigos transgresores donde intentaba cambiar su conducta. Hoy esa actitud ha cambiado y la Iglesia no duda en expulsarlos y denunciando al transgresor a la justicia ordinaria. También responde por los errores del pasado, con lo cual, poco hay que criticar. 

Ahora falta que se destapen también los casos de pederastia acontecidos en otras religiones no católicas, e incluso, en instituciones del Estado, las que han cuidado secularmente de nuestros menores más desprotegidos: los huérfanos, que, seguro, también habrán estado expuestos a degenerados de este tipo.

Pero, ¿quién ataca a la Iglesia en este momento y por qué? Imagino que los responsables son los mismos que le vienen disputando desde hace muchos siglos el poder en la Tierra. Se esconden detrás de todo tipo de organizaciones, pero son fáciles de localizar. La Iglesia hace muchos años que no los persigue y le han perdido el respeto aprovechando su debilidad. En España, los que nos gobiernan, odian a la Iglesia y airean sus vergüenzas, ocultando las propias y tergiversando la historia. Además, consciente o inconscientemente se arriman a otras confesiones, en perjuicio de todos. Van a una con esos enemigos de la Iglesia a los que sirven.

Sabemos que la Iglesia no siempre ha sido un ejemplo a seguir, sobre todo cuando ha estado gobernada por esos enemigos, que infiltrados entre sus filas, han conseguido apoderarse de ella doblegando y explotando a toda la cristiandad a través de papas afines. Esas misteriosas organizaciones, aunque tienen tentáculos poderosos dentro de la Iglesia, últimamente, parece que han apostado por acabar con ella. ¿Querrán acaso que se cumplan las profecías que se inventaron sobre el último Papa? ¡Ojo con ellos!