jueves, 28 de mayo de 2015

La Ley Electoral en España y los problemas que nos genera

Las elecciones municipales y autonómicas ya han pasado. La duda es si han servido de algo, porque las incertidumbres creadas superan la situación anterior.
Vivimos en democracia, pero desde el principio se ha visto que la democracia española adolece de graves defectos que complican nuestra convivencia y restringen los derechos de los españoles frente a los derechos de los políticos y de nuestros enemigos. ¿Hay algún interés en corregirlos? No, no hay ningún interés por parte de nuestros políticos en corregir nada.
Los principales defectos son los siguientes:
-          A los partidos políticos españoles que se presentan a las elecciones no se les exige que recojan en sus estatutos la aceptación de la Constitución y las Leyes de la Nación Española. Antes al contrario, hay estúpidos o mal intencionados que presumen de que nuestras leyes respetan y permiten a nuestros enemigos presentarse a las elecciones, y que es legítimo que propongan nuestra destrucción como nación, siempre que utilicen medios democráticos. Lógicamente, esos partidos se dedican a socavar nuestra democracia, utilizando para conseguir sus fines el dinero de todos. ¿Hay algo más estúpido que pagar voluntariamente la soga con la que algunos nos quieren ahorcar? Esto no ocurre en ninguna parte, y las democracias más solventes se defienden, prohibiendo esos partidos. Aquí tenemos partidos etarras gobernando ciudades con el consentimiento de los últimos gobiernos, que lo han permitido saltándose la Ley de Partidos Políticos; no faltan partidos nacionalistas e independentistas que cuestionan la unidad de España y nos amenazan al resto con la separación; también tenemos partidos y organizaciones de izquierdas que deberían estar prohibidos por la historia de sangre que arrastran, que disfrazados de demócratas, cuestionan nuestra democracia, cuando se les ven sus intenciones, defendiendo y poniendo como ejemplo democrático a regímenes totalitarios y asesinos.
-          Tenemos una ley electoral lamentable que se salta el principio de un hombre un voto. Hay votos que valen más que otros, lo que permite a fuerzas nacionalistas conseguir en el Parlamento Español una representación mayor de la que les correspondería por los resultados obtenidos. Una concesión más de los partidos de la Transición a nuestros enemigos, unos partidos esencialmente cobardes y también traidores.
-          Otro gran fallo de la Ley Electoral es no tener previsto que haya segunda vuelta cuando no hay un claro vencedor. Los partidos se saltan los derechos de los ciudadanos, eligiendo en nuestro lugar, quién va a ser Presidente del Gobierno, quién va a ser el Presidente de la Comunidad o el Alcalde. La mayor parte de las veces acaban sentados en la poltrona los perdedores, que rápidamente se ponen de acuerdo para suplantar la voluntad popular. Menuda democracia, y menuda cuadrilla de ratas.
Lo anterior es importante, pero hay más:
-          La formación de los políticos no se cuestiona, permitiendo que auténticos indocumentados llenen las listas de los partidos y se pongan a administrar presupuestos para los que no están preparados. Otros, están demasiado listos para apoderarse de los caudales públicos o aprovechar sus cargos para corromperse. Normalmente, la corrupción es consentida por los partidos políticos españoles para financiarse ilegalmente, que no pierden ocasión a la hora de buscar recursos, comenzando por parasitar a los propios representantes, a los que se les quedan parte del suelo. En fin, que el sistema no se preocupa de comprobar la idoneidad de los candidatos, analizando sus curricula y entrevistándolos, antes de darles paso franco.
-          La formación de los votantes tampoco se cuestiona, dando por supuesto que cumpliendo 18 años todos estamos preparados para ejercer el derecho a votar. Para otros menesteres, te exigen un examen muy caro de pasar, como el permiso de conducir, pero para votar nada exigen: nos dan un cursillo acelerado cada vez que hay elecciones, escuchando a los candidatos de los distintos partidos desmenuzar un programa cuyo incumplimiento no conlleva ninguna penalización. Más que formados, acabamos hartos de lo que presumimos son mentiras encadenadas y entre unos y otros nos machacan.
La realidad nos dice que los votantes fallamos a la hora de dar nuestro voto. Pero más que por acertar o fallar, deberíamos analizar el derecho que tenemos.
¿Por qué podemos votar a los 18 y no a los 14 o a los 16? Por la misma razón, ¿estamos preparados para votar teniendo 90 años? Para seguir conduciendo a esas edades hay que pasar exámenes médicos concienzudos, para votar, no. Hay quien dice que es más justo permitir el voto a un joven, que en los cuatro años siguientes va a ser mayor de edad, que a un mayor que en esos cuatro años puede morir. Duro debate.
Profundizando más, ¿vale lo mismo el voto de una persona sin oficio ni beneficio, ni patrimonio, que no paga impuestos ni aporta nada a la comunidad, que el voto de una persona que, estando al día en el pago de impuestos, tiene un patrimonio y empresas que aportan puestos de trabajo y riqueza a la sociedad española? El voto del primero puede ser irresponsable, pues nada se juega, mientras el voto del segundo, en cada elección se juega la hacienda. No es popular traer a colación el viejo concepto del voto censitario, que se supone superado, pero en nuestra situación puede que haya que replanteárselo, con unas leyes que permiten votar a extranjeros sin raíces españolas, por el simple hecho de estar censados en España y ser mayores de edad. En su país no nos dejarian votar.

Nos quejamos de situaciones injustas, cuando las llevamos consintiendo desde hace 37 años. Exijamos más y pongamos nosotros los límites a los políticos: como dice un wasap que corre por internet, el ladrón nos elige, al político lo elegimos nosotros. Mientras el primero nos levanta cosas, el político que sale ladrón nos puede robar la salud, la educación de nuestros hijos, la pensión, la vivienda, el trabajo y hasta la conciencia. Y si en vez de ladrón nos quiere perjudicar más, puede echarnos a reñir a hermanos contra hermanos, en otra guerra civil innecesaria, que sólo responde a sus intereses.