martes, 12 de febrero de 2013

Noticia inesperada: el Papa, para poder jubilarse, renuncia, dimite, dice que lo deja … El desenlace, el próximo 28 de febrero.



Es cierto que Benedicto XVI ha dado un bajón y que se le ve mayor y cansado. No miente cuando dice que no tiene fuerzas para continuar, pero su condición física sólo es una parte de la realidad, la otra parte de la realidad nos dice, que su vejez ha dado pie a que las fuerzas que intrigan por hacerse con el poder dentro de la Iglesia han entrado en confrontación abierta. Por ahí van los tiros del escándalo del secretario ladrón al que perdonó, al que le echaron el muerto para tapar la verdad, ¡que vaya usted a saber en qué consiste! El Vaticano y el secreto van unidos. Eso es lo que ha podido llevar a Ratzinger a renunciar: entre tanta cuchillada de pillo, siempre se puede escapar una y si te toca a ti ... 

No se puede decir que ahora haya un cardenal díscolo y ambicioso armando el Belén, como sucedió en el pasado cuando el pobre Celestino V – un hombre de Dios- abandonó el Papado por las insidias de un cardenal llamado Benedicto Gaetano que, después de sucederle, lo mandó envenenar. La lucha por el poder dentro de la Iglesia en estos tiempos va por otros derroteros. Son organizaciones religiosas o pseudo religiosas las que compiten entre sí por la cabeza de la Iglesia. Lógicamente, todas las organizaciones, hasta las demoníacas, tienen cara humana.

En los años de Celestino V los grupos que luchaban por el poder eran Güelfos y Gibelinos, apoyados respectivamente por Orsinis y Colonnas, apoyados a su vez por el Emperador o por el rey de Francia, aunque andaban todos disfrazándose de una u otra cosa para engañar al contrario. En aquellos tiempos, las órdenes religiosas tampoco eran ajenas a los cambios de Papa: detrás de los Gibelinos estaban los Dominicos y los Franciscanos, como detrás de los Güelfos andaban los Benedictinos y sus hermanos los Cistercienses. 

Mucha mierda entonces y mucha mierda ahora, pues detrás de los grupos que luchaban por el Papado en el siglo XIII había poderosos banqueros con intereses muy importantes, como los hay en nuestro tiempo entre los que se navajean con disimulo. Ahora los que pretenden pastorearnos a los católicos son más sectas que órdenes tradicionales, aunque éstas últimas no faltan: Legionarios de Cristo, Opus, jesuitas… No importa: al final, elijan al cardenal que elijan, será masón, le llamaremos Santo Padre, y todos tan contentos. Me daría con un canto en los dientes si el cardenal elegido creyera en Dios.

Espero que a Ratzinger, que también se comporta como un masón, lo dejen disfrutar de su jubilación y, entre unos y otros, no lo embalsamen sin hacerle la autopsia, como hicieron con el pobre Juan Pablo I, que vaya usted a saber de qué murió.

En esos entornos satánicos a la modernidad le cuesta entrar: para poder ser Papa de verdad el anterior debe estar bien muerto. Es la tradición.

¡Ojalá me equivoque!

Pero, ¿qué pintamos los bautizados en este teatro?

Se trata de una Iglesia que dice que fue fundada por Jesús, un judío de hace 2000 años nacido en Nazarét, que lo único que practicó en su vida fue la religión de sus padres, y si acaso pretendió cambiar algo de ella fue devolverle la decencia perdida por tanto sacerdote, reivindicando al Padre como verdadero Dios, intentando enseñar a sus discípulos la forma de llegar a la verdad. Verdad, que si se alcanza, parece ser que libera a nuestro Espíritu de volver a este mundo, y con ello de seguir sujeto a la muerte.

En este teatro, los bautizados no pintamos nada. Somos los tontos necesarios, el público de aplaudir. Que elijan al que quieran y con su pan se lo coman, pues esos que nos pastorean nos ocultan la verdad. Yo creo que ni la conocen, ni saben explicarla con palabras comprensibles. Su discurso es una mezcla, un totum revolutum de fe y sinrazón.

La contradicción está en que la parte de la Iglesia que nos toca de cerca está llena de gente honrada y caritativa, que es la que da de comer al hambriento, al sediento y viste al desnudo, etc. en este tiempo de crisis, pero a los de arriba, a los del organigrama complejo que acaba en San Pedro de Roma, mejor no escucharlos que te lían. En su lugar, lee y medita sobre el evangelio de Juan, que algo aprenderás.


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