martes, 6 de agosto de 2013

La industria farmacéutica, hace tiempo que cruzó el Rubicón, en su exclusivo provecho.


No han pasado tantos años, pero los cambios que se han producido en las conocidas como boticas –hoy farmacias- han sido inimaginables. Aunque en este caso no son las farmacias el objeto de este artículo, que son las farmacéuticas, las industrias farmacéuticas.

En los años sesenta, la Seguridad Social estaba en mantillas; lo normal era pagar una iguala a un médico, que te atendía, y después, te mandaba algún remedio casero o te enviaba al boticario con una receta, y éste, con su ciencia, te preparaba una fórmula magistral.

La idea predominante entre la clase médica y farmacéutica de entonces era vivir de su trabajo, ayudando a los enfermos, en la medida de las posibilidades que les daba su ciencia y su experiencia profesional. Una deontología sencilla, clara y honesta.

Algunos avispados comenzaron a fabricar en serie esas fórmulas magistrales en sus laboratorios, y poco a poco, las medicinas fabricadas pasaron a ocupar las estanterías y cajones de las boticas, que pasaron a llamarse farmacias, en lugar de boticas. Los médicos necesitaron tener en sus consultas un Vademécum, que no es otra cosa que un libro grande, una especie de manual donde están todas las medicinas que fabrican los laboratorios, y el boticario, al cambiar de nombre, de cercano científico, pasó a ser un mero tendero especializado, dedicado a vender remedios de otros: los laboratorios farmacéuticos.

¿Dónde quedaron los sencillos principios deontológicos que a todos nos satisfacían? En los médicos que te recetan aquello que te va a curar o te va a ayudar en tu enfermedad, la deontología profesional está en el mismo sitio; en los médicos que te recetan aquello que les indican los representantes de los laboratorios, la deontología brilla por su ausencia, pues las farmacéuticas los compran con regalos, viajes, vacaciones, congresos, etc. para que te receten sus preparados, aunque no sirvan para nada: ahí está el daflón, unas píldoras para mejorar la circulación, que fueron retiradas en el 2003 y que no sé porqué se siguen prescribiendo. ¿Es que ahora curan? Si te curan o no esos medicamentos, su responsabilidad está a salvo, que para eso las medicinas se supone que llevan años de experimentación, las han aprobado sesudas autoridades y organismos científicos; además, todas llevan un prospecto con advertencias múltiples que hay que leer.

En los laboratorios farmacéuticos, más bien industrias, la deontología no puede interferir en el negocio, y éste dice que hay que vender cada día más medicamentos, y que estos, cada día deben ser más caros. No importa si su fabricación cuesta unos céntimos, el margen de ganancias, debe ser amplio.

Para las grandes farmacéuticas que se manejan en el mercado mundial, la salud de la humanidad no es pues una prioridad, el negocio está en la enfermedad, y cuanto más se alargue la enfermedad de los pacientes, mejor irá el negocio. ¿Para qué investigar en medicamentos o remedios contra el cáncer o contra el sida, u otras enfermedades, si el negocio está en convertir las enfermedades mortales en enfermedades crónicas? No es rentable que las gentes se curen y vivan muchos años con salud, lo rentable es que no se curen del todo y dependa su salud de los medicamentos que venden a precio de oro a la Seguridad Social o al perjudicado.

¿Por qué digo en el título que las farmacéuticas pasaron hace tiempo el Rubicón? Por que son muchos los casos que las salpican y para muestra un botón importante: http://www.youtube.com/watch?v=imm0jA4oApA&feature=em-subs_digest-vrecs Merece la pena verlo completo. De nuestra falta de salud sacan tajá. No me extraña que nos enfermen. ¡Pagar por Vivir!, una idea que están desarrollando para mejorar definitivamente su cuenta de resultados.

Lo que me extraña es que los gobiernos que teóricamente nos tienen que defender miren para otro lado y lo consientan todo. Las farmacéuticas tienen demasiado dinero y demasiado poder. ¿quién está detrás de las farmacéuticas? Pues los de siempre, las grandísimas fortunas dueñas de casi todo, los dueños del mundo y dueños de gobiernos. ¿Quién se atreve a tirarles de las orejas a los amos? Un tal Kennedy y su hermano lo intentaron. ¡Ah! pero la soberanía en USA no estaba en el pueblo americano? Pues no.

Una advertencia: intenta cuidarte, y si puedes, cúrate solo.

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