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Hablar de religiones y de relaciones entre
religiones es entrar en terreno resbaladizo; es meterse con élites sacerdotales
acostumbradas desde siglos a controlar a los hombres con el temor de Dios. En
ese oficio, Dios es la autoridad de la que viven, y aunque lo pinten cercano y
afirmen ser depositarios de su doctrina, les es desconocida; saben de Dios lo
mismo que el resto de los hombres: vaguedades, lo que no les ha impedido
proclamarse sus únicos representantes, sus intérpretes, sus intermediarios. Presumen
mucho de obedecer los mandatos de Dios, pero los ignoran; por el contrario, aunque
lo ocultan, esas antiguas organizaciones sacerdotales que sobreviven a los
siglos se echan en brazos del Mal: con él colaboran para mantenernos engañados
y apegados a lo material de un mundo, propio de demonios; en su favor trabajan,
para alejarnos de una verdad y de un mundo espiritual, propio de nuestro
Espíritu. Si el Dios al que explotan los visitara, los repudiaría. De Dios poco
saben, de Satanás sí.
Hablando desde la
neutralidad y sin apoyos, quedas expuesto frente a sus élites: el poder y la
longevidad de sus organizaciones religiosas les permite borrar de la historia a
sus enemigos, de los que no queda ni el recuerdo. Suelen ser ellas las que escriben
a su conveniencia la historia de los hombres.
En este librito, recojo
las interferencias entre las más importantes religiones de Occidente,
principalmente entre el judaísmo y el cristianismo, dos religiones, que,
compartiendo el mismo tronco, han vivido enfrentadas. Las interferencias han
existido, pero siempre han partido del judaísmo, que no ha dudado en introducir
a sus adeptos en la estructura de la Iglesia, para apoderarse de ella y
aprovechar en su favor el poder e influencia sobre los reinos cristianos. Esto
nunca será reconocido por ninguna de las dos partes.
Los líderes cristianos,
por su parte, se han empeñado, en meter a todos los hombres en su redil.
Curiosamente, lo hacen imponiendo en su expansión la cultura y la historia del
pueblo judío, como si fueran propias, algo que choca. Siguiendo la doctrina y
el ejemplo de su maestro, los sacerdotes cristianos, en lugar de convertir a
los hombres en buscadores y defensores de la verdad, en luchadores por la
libertad del Espíritu, en inconformistas y rebeldes capaces de llegar al
sacrificio, no hacen nada. Empeñados en hablar con el lenguaje de los pastores,
predican que quieren atraer a los hombres a su redil para salvarlos; la
realidad por el contrario, utilizando su propio lenguaje, retrata a hombres y
mujeres resignados, sumisos corderos, amantes de este mundo y adoradores de su
creador, que ni luchan por sus ideas de salvación, ni se defienden de los
ataques que reciben. El poder e influencia de la Iglesia en Occidente –poseída
o no por sus enemigos-, ha sido indiscutible en los últimos 1700 años y sigue
siendo enorme en todo el mundo en nuestro tiempo, tanto en poder e influencia
espiritual, como en riqueza, lo que la hace poco creíble ante propios y
extraños, por su excesivo apego a lo material.
Los líderes religiosos judíos
por su parte, se consideran parte del Pueblo Elegido de YHVH, y aunque no
buscan acólitos, no cierran sus puertas a la circuncisión de gentiles.
Los judíos aceptan con
orgullo su condición de Pueblo Elegido y, por supuesto, sus élites aceptan la
Tierra Prometida como premio o pago por los servicios y sacrificios que su dios
ha impuesto a su pueblo. Lo hacen ampliando sin complejos la sagrada promesa de
YHVH a Abraham, para tiempos ya pasados: cuando en las viejas escrituras esa
promesa se limitaba a la vieja Canaán, un terreno propio para pastores de
ganado, ahora interpretan Tierra Prometida en su sentido más amplio y literal: la
promesa de poseer todo el planeta, y el gobierno de este mundo.
La idea de retornar a Israel
era el sueño de unos pocos; comenzó a fraguarse a partir de la Revolución
Francesa y, poco a poco, irá tomando forma; fue Teodoro Herzl el que fundó el
sionismo moderno. Hace referencia al monte de Sión, donde estuvo el templo, y es
un movimiento nacionalista excluyente que promueve la recuperación del antiguo
territorio de Israel para los judíos. Los líderes sionistas habían decidido que
el pueblo hebreo debía llenar de familias judías el territorio palestino en
cuanto fuera un hecho que su poder e influencia llegaran hasta el último rincón
de la Tierra. Eso sucedió en 1945, cuando ganaron la II Guerra Mundial con
ejércitos ajenos. El terreno estaba preparado: la terrible propaganda del
holocausto acabó con las reticencias de muchos judíos contrarios al retorno,
que se sentían ciudadanos de los países o territorios donde vivían. Pero no
todos los judíos estaban en esa onda: los Neturei karta, grupo ortodoxo de los
Jaredíes, rechazaban al Estado de Israel, al considerar que no podían retornar a
él hasta que volviera su Mesías.
Cuando el Estado de Israel se convierte en
realidad, el movimiento sionista cambia sus objetivos y destapa su supremacismo[1].
Para quien lo quiera reconocer, las élites judías en nuestro tiempo, a través
de una gran variedad de organizaciones, dominan este mundo desde el poder religioso,
económico, político y social, que no es el menor de ellos[2];
curiosamente, les resulta más fácil controlar el planeta desde la sombra que
gobernar la antigua tierra de Israel, foco de discordias y de enfrentamientos
con el mundo musulmán. Muchas gentes los odian y temen por eso, y también, por
el poder que intentan ocultar, siendo evidente que lo tienen y hasta un punto
que resulta increíble: antes eran las naciones las que ganaban y perdían las
guerras, pero en nuestro tiempo ese axioma dejó de existir: las dos guerras
mundiales, sin que trascendiera, las promovieron y ganaron estas élites para
sus fines, por mucho que figuren las naciones entre los bandos contendientes, y
lo hicieran con ejércitos ajenos. Tal es la capacidad económica y de influencia
que poseen, y tal es el cambio que han originado en nuestro mundo, donde los
gobiernos de las naciones, hasta las más grandes y poderosas, dependen de estas
élites, que influyen: directa o indirectamente, a través de medios de
comunicación (libros, periódicos, revistas, radio, televisión, cine), grandes
corporaciones bancarias e industriales, empresas multinacionales, agencias de
rating, organizaciones masónicas, organizaciones tapadera, infiltradas, o a
través de gobiernos títeres de naciones poderosas, ONGs, servicios de
inteligencia, la ONU, etc.
Que las élites judías embarquen en sus planes a su pueblo, las gentes humildes judías de todo el orbe, es para adolecerse de ellas, como se adoleció Jesús mientras reprobaba a fariseos, saduceos y escribas por su hipocresía. Por eso, al revisar atónitos la historia, desde nuestro interés como Espíritus y desde el sentido común, no queda más remedio que cuestionarlo todo.
[1] El sionismo se ha convertido en un movimiento que ha logrado un alcance mundial gracias al poder y la influencia judía a lo largo del globo, cuya finalidad suprema es la de defender los intereses judíos de toda índole, sean desde el punto de vista nacionalista, económico o político, aún a costa de otros pueblos, transformándose así en una suerte de supremacismo judío.
El supremacismo judío es la creencia que afirma que el pueblo judío es superior a todos los pueblos y que debe tener el control en todos los órdenes. Se ha llegado a identificar con el judaísmo político nacionalista o sionismo. El supremacismo judío deriva de la creencia religiosa, que tiene sus fuentes tanto en la Tanaj como en el Talmud, de que el pueblo judío es el pueblo elegido de Dios y que todos los demás pueblos, que no son humanos ni tienen alma, fueron creados por él para servir a los judíos. David Duke escribió un libro con este título (Jewish supremacism) en el cual expone el antigentilismo (en contra de los gentiles) y la dominación de nuestra sociedad por parte de la ideología supremacista judía. (Metapedia, la enciclopedia alternativa).
[2] Por no hacer referencia a fuentes cristianas sobre la masonería, muy venidas a menos en los últimos tiempos, que sean fuentes islámicas las que corroboren este hecho, concretamente la declaración sobre la masonería realizada por el Colegio de Jurisdicción Islámica (15 de julio de 1978). Esta declaración fue presentada en la Universidad de Azhar de El Cairo (la traducción es algo literal):
El supremacismo judío es la creencia que afirma que el pueblo judío es superior a todos los pueblos y que debe tener el control en todos los órdenes. Se ha llegado a identificar con el judaísmo político nacionalista o sionismo. El supremacismo judío deriva de la creencia religiosa, que tiene sus fuentes tanto en la Tanaj como en el Talmud, de que el pueblo judío es el pueblo elegido de Dios y que todos los demás pueblos, que no son humanos ni tienen alma, fueron creados por él para servir a los judíos. David Duke escribió un libro con este título (Jewish supremacism) en el cual expone el antigentilismo (en contra de los gentiles) y la dominación de nuestra sociedad por parte de la ideología supremacista judía. (Metapedia, la enciclopedia alternativa).
[2] Por no hacer referencia a fuentes cristianas sobre la masonería, muy venidas a menos en los últimos tiempos, que sean fuentes islámicas las que corroboren este hecho, concretamente la declaración sobre la masonería realizada por el Colegio de Jurisdicción Islámica (15 de julio de 1978). Esta declaración fue presentada en la Universidad de Azhar de El Cairo (la traducción es algo literal):
El C.J.I. declaró:
"Después de una completa investigación concerniendo(te) a esta organización, basado(a) en hechos escritos provenientes de
numerosas fuentes, nosotros hemos determinado que:
·
(1) La masonería es una organización clandestina, que
oculta o revela su sistema (organigrama), dependiendo de las circunstancias.
Sus principios actuales son escondidos a sus miembros, excepto a miembros
escogidos de grados superiores.
·
(2) Los miembros de la organización,
mundialmente, son tomados de hombres sin preferencia por su religión, fe o
secta.
·
(3) La organización atrae a sus miembros bajo la
base de proveer beneficios personales. Enzarza a los hombres en volverse
políticamente activos, y sus fines son injustos.
·
(4) Los nuevos miembros participan en ceremonias
de diferentes nombres y símbolos, y son asustados de desobedecer sus
regulaciones y órdenes.
·
(5) Los miembros son libres de practicar su
religión, pero sólo los miembros que son ateos son promovidos a grados
superiores, basados en cuanto están dispuestos a servir a sus peligrosos
principios y planes.
·
(6) Es una organización política. Ha servido en
todas las revoluciones, tanto transformaciones militares como políticas. En
todos los cambios peligrosos esta organización aparece tanto expuesta como
veladamente.
·
(7) Es una organización judía en sus raíces. Sus
máximos dirigentes secretos son judíos y promueven actividades sionistas.
·
(8) Sus objetivos primarios son el distraer de
las religiones y distrae a los musulmanes del Islam.
·
(9) Intenta reclutar hombre con influencia
financiera, política, social o científica, para utilizarlos. No toma en
consideración aplicantes (aspirantes) que no pueda utilizarlos. Recluta reyes,
primeros ministros, altos oficiales del gobierno e individuos de similar
condición.
·
(10) Tiene ramas bajo diferentes nombres a forma
de camuflaje, para que la gente no pueda dar seguimiento a sus actividades,
especialmente si el nombre de masonería tiene oposición. Estas ramas son
conocidas como Lions, Rotary, y otras. Ellas tienen principios malvados que
contradice(n) completamente las reglas del Islam. Hay una clara relación entre
Masonería, Judaísmo y el Sionismo Internacional. Ha controlado las actividades
de altos oficiales árabes en el problema palestino. Ha limitado sus deberes,
obligaciones y actividades para el beneficio del judaísmo y el sionismo
internacional.
Dado
que la masonería se involucra en actividades
peligrosas, es un gran peligro, y con objetivos malvados, el Sínodo
Jurisdiccional determina que la
masonería es una organización
peligrosa y destructiva. Cualquier
musulmán que se afilia a ella, sabiendo la verdad de sus objetivos, es un
infiel al islam".
Colegio de Jurisdicción Islámica,
15 de julio de 1978
Capítulo X (LA REFORMA PROTESTANTE)
Lo acontecido en los últimos 500
años, sin intentar abarcarlo todo, aquí quedará plasmado.
Aunque
siempre es arriesgado generalizar, algunos de sus detractores opinan en nuestro
tiempo, que detrás de cada movimiento protestante y de cada herejía, actuaban
los Herederos de la Tierra al servicio de las Altas Jerarquías, para debilitar
a la Iglesia. Tras la destrucción del Temple, llevada a cabo por un Papa ajeno a ellos, que se apoyó en las nuevas órdenes mendicantes, tuvieron que abandonar la
Iglesia a toda prisa, para ponerse a salvo. Hubieron de esperar unas
generaciones, pero el plan previsto fue fallido, pues no pudieron dar el salto
a América tras su Descubrimiento, y los que consiguieron camuflarse debieron
cuidarse de la Inquisición, que en América también estaba vigilante. Por eso,
sin salida, se pusieron a maquinar un nuevo plan para reponerse del golpe, y
sentar las bases definitivas que les llevarían a ser los dueños del mundo, en
la confianza, de que la Iglesia no se saldría de sus dominios para capturarlos.
A pesar de todo, intentarán volver a ella para retomar su control. Es peligroso
dejar a un enemigo descontrolado en la retaguardia.
La Reforma Protestante.-
Lutero y
otros reformadores se encontraron una Europa, que hubiera visto bien algunos
cambios en la Iglesia.
Ésta reaccionó con mucha torpeza ante las denuncias protestantes que dejaban al
descubierto alguno de sus abusos, poniéndose a la defensiva. Pero nada hubieran
conseguido Lutero y otros, sin un poder económico sin límite que los apoyara y
los mantuviera protegidos de esa Iglesia y del emperador Carlos que la defendía.
Se intuye, que Lutero recibió ayuda de las élites judías en su lucha contra el
Papado, porque sus comentarios iniciales hacia ellos fueron favorables (Dass Jesus Christus ein geborener Jude sei: Jesucristo nació judío, de 1523) pero, cuando se vio
firmemente asentado en el poder, cambió de criterio, y comenzó a escribir y
predicar en contra de los judíos (Von den Juden
und ihren Lügen: sobre
los judíos y sus mentiras 1543). Podría discutirse si las
autoridades judías le dieron o no esperanzas de conversión, y si luego, esas
esperanzas se frustraron cuando los dirigentes judíos se negaron a convertirse;
el hecho es, que algo no gustó al reformador agustino, que se revolvió contra
los que él creía que le habían engañado, hasta el punto, de que algunos acusan
a Lutero de ser el inspirador del Holocausto. Seguramente los dirigentes judíos
no se fiaban demasiado de la Reforma de Lutero, que no era judío. Por el
contrario, se fiaron del colaborador y sucesor de Lutero, Felipe Melanchón,
pues era sobrino nieto de Juan Reuchlin, un hebreo introductor de la Kábala en
Alemania, que fue su mentor y su maestro. Melanchón fue el verdadero autor de
la doctrina luterana; era miembro de la Fraternidad de San Juan, muy
relacionada con la corporación masónica de Strasburgo. Con él, esa negativa
inicial de los judíos a la conversión protestante duró poco; algunos judíos
comenzaron a abrazar la nueva doctrina cristiana renovada, y otros, desde el
judaísmo, pusieron su fortuna e influencia a disposición de los reformadores
para que pudieran dar a conocer sus obras. Las obras de Calvino y de otros
reformadores se publicaron en todos los rincones de Europa, gracias a
patrocinadores acaudalados que impulsaban un movimiento nuevo de libertad (para
ellos), movimiento que presentaban como limpio y ajeno a lo que propagaban como
oscurantismo esclerótico de Roma.
Al margen del comportamiento que tuvieron los
reformadores protestantes con los judíos, el éxito de la Reforma Protestante
supuso un grave debilitamiento de la Iglesia Católica, que se vio privada de la
obediencia de muchos fieles, y de su influencia en gran parte de Europa, y
también, de las jugosas limosnas que dejaron de llenar sus arcas y las de sus
banqueros.
Como en muchos lugares de Europa, con la Reforma , los hijos de la Tierra y sus patrimonios
quedaron fuera del control de la
Iglesia , de la
Inquisición y de los principales reyes. El resultado de esa
libertad se vería en pocas generaciones: Inglaterra tendría su propia iglesia,
y los países del norte de Europa irían poco a poco abrazando el protestantismo,
separándose de la Iglesia de Roma. Los pontífices de aquel tiempo no supieron
ver al enemigo que había detrás de tanto revés, aunque les hubiera bastado con
observar la coordinación que se daba en todos los países afectados por la ola
protestante (la teoría de las miles de espaditas actuando al unísono de la mano
de las sinagogas, frente a la teoría pontificia de las dos espadas). La
Inquisición ya no tuvo ninguna influencia sobre los súbditos de esos países, y
las élites judías emigradas pudieron moverse libremente en pos de sus objetivos
inmediatos: defenderse de la Iglesia, dar el salto a América, y a través del
dominio de un Nuevo Mundo sin trabas, alcanzar el poder, y con él, ese sueño
sinárquico del que muchos hacen mofa y befa, queriendo hacernos creer que nunca
ha existido.
La respuesta de la Iglesia: la Sociedad de
Jesús.-
La respuesta de la Iglesia contra la Reforma no
se limitó a oponerle la Inquisición, el papa Paulo III cometió el grave error
de comprar la idea de Iñigo de Loyola y sus compañeros de fundar la orden
jesuita (Sociedad de Jesús), que ni se encargaría de cimentar nuevamente el
poder papal en las naciones perdidas, ni evitaría que el protestantismo se
infiltrara en el Nuevo Mundo, cuyas tierras estaban en manos de Portugal y
España. Su labor tampoco iría más allá, que tampoco se dedicaban a infiltrase
en las principales iglesias protestantes para desactivar el enorme poder y
sentido de sus mensajes doctrinales, contrarios a los intereses de la Iglesia.
La obediencia al Papa como autoridad los equiparaba a los templarios, siendo el
cuarto voto [1]
referido a la obediencia ciega al Papa, el que originó sus mayores problemas. Y
es que el tiempo todo lo deteriora: los reyes modernos adoptaron la doctrina
regalista que les impedía aceptar sin condicionantes la autoridad papal. Al
margen del peligro protestante y de la desconfianza ante una orden nueva que
admitía conversos, [2]
a mitad del siglo XVIII, la mayoría de los reyes de la órbita católica veía a
los jesuitas como peligrosos enemigos. Claro, que no todo es como lo cuentan:
la doctrina regalista estaba influenciada de alguna manera por la incipiente masonería,
que acercándose a reyes como Carlos III, pudo hacer que los jesuitas fueran
expulsados de España y de otros países entonces afines por familia a la Corona
Española, como Nápoles, Sicilia, Portugal y Francia ¿Dos poderosas
organizaciones secretas, la masonería y los jesuitas, aparentemente enemigas,
compitiendo entre sí? Seguramente. Se atacan y se protegen, como dos hermanos
de diferente genio, o como dos dedos de diferente mano[3].
La Revolución Francesa, una revolución
masónica.-
Las Altas Jerarquías han utilizado fórmulas
diferentes para conseguir el dominio del pensamiento humano en todas las
culturas, y con ello, el poder y el control de los hombres, utilizando la persuasión y el engaño, disfrazado de modernidad. Cuando en la Baja Edad Media y en la Edad
Moderna sus servidores no pudieron elegir a los papas, pensaron que en
Occidente la fórmula de dominar a los reyes a través de la Iglesia estaba
agotada; por eso, ya no se conformarían con dominar la religión de los
hombres a través de pontífices afines, se prepararían para disputar el poder
directamente a los reyes, que durante unos siglos, ajenos al peligro, habían
ido acumulando todo el poder en sus manos, a través del absolutismo imperante,
que facilitó las cosas a los nuevos amos cuando tomaron el poder (“La Masonería
al Descubierto” Maurice Fara, pág. 57 y 58: La
primera de vuestras obligaciones será irritar al pueblo contra los reyes y
contra los sacerdotes… para llegar al cumplimiento de nuestra misión sagrada,
que es el aniquilamiento de toda monarquía). Llegado el momento, los
revolucionarios se encontraron con el camino despejado, pues la influencia de
la masonería en las capas altas de la sociedad y en el ejército francés hizo
que la realeza se viera abandonada por quienes tenían la obligación de
defenderla (gran parte de la alta nobleza francesa y muchos parlamentarios
pertenecían a la francmasonería).
Con el
triunfo de la Revolución Francesa[4],
el derecho que nace de la sangre comenzó a ser perseguido, y al extenderse los
principios de la revolución, comenzaron a surgir nuevos países donde ya no
tenían cabida los reyes; la sociedad se regía por constituciones liberales
donde se ponía en marcha el principio de la división de poderes. Los viejos
reinos se veían atacados y sus reyes obligados a compartir el poder o pasar por
la guillotina o el destierro. La vieja estructura social de nobleza y
pueblo, intermediada por el clero como grupo social compuesto por gentes de
ambos grupos, ya no les era útil, y la
clase burguesa pasará a ser la nueva clase dirigente. El derecho del gobernante
ya no vendrá dado por la herencia de la sangre; para poder gobernar, además de
apoyo económico, será necesario pertenecer a sociedades secretas masónicas,
donde se conspira para imponer unos nuevos valores liberales a la sociedad, para
que sustituyan a los antiguos. En la nueva sociedad, el hombre solo nada vale o
vale muy poco. El masón es el nuevo hombre, que, cuando sube al poder, pasa a
ejecutar la política de la logia que, a su vez, está dirigida por la obediencia
masónica correspondiente "Gran Logia", "Gran Oriente" o
"Gran Priorato".
Los masones gustaban
ponerse un origen remoto que alcanzaba a Hirám, el mítico arquitecto constructor
del templo de Jerusalén en tiempos del rey Salomón. Siendo incierto el origen
que aún predican, sí que hunden sus raíces en antiguos suelos: muy, muy
antiguos, tanto que sobrepasan en antigüedad por miles de años al sabio rey de
Israel, el suelo por donde caminaban los sacerdotes atlantes, egipcios y luego
fenicios, servidores del dios Uno.
El uso del secreto y
de las ideas de libertad, así como el descontento contra una sociedad
inmovilista, fueron los cebos que utilizaron los masones para captar a los
hombres influyentes, ajenos al judaísmo, que entraron en las logias, pensando
en convertir en realidad los modernos valores de libertad, igualdad, y fraternidad
propuestos como eslogan por la masonería en la Revolución Francesa, para el
individuo. Pero esos valores, los masones no los concebían como derechos del
individuo, los concebían de otro modo: la
libertad la entendían como abolición de toda ley; la igualdad, como supresión de toda autoridad y superioridad
intelectual y moral; y en cuanto a la
fraternidad, la dejaban en simple ruptura de barreras, imponiendo en la
sociedad el título de ciudadano y generalizando el tuteo; dentro de la logia
por el contrario, la hermandad les permitía medrar socialmente apoyándose los unos
a los otros, fundamento de un sistema corrupto que, intentando superar las
trabas que imponía el Viejo Régimen a los advenedizos que intentaban ascender, contradecía
la igualdad de oportunidades, corrupción que sobrevive en nuestro tiempo en ámbitos estratégicos reservados a la obediencia de los adeptos.
Pero, a la postre,
en las logias, quienes alcanzaban los más altos grados masónicos no eran los
simples artesanos u obreros manuales; tampoco los reyes eran destronados por el
hecho de ser reyes, pues muchas de las monarquías reinantes en los países no
católicos aún ostentan -honoríficamente- los más altos grados masones (Holanda
y Gran Bretaña, por ejemplo). Se da la circunstancia, de que en el siglo XIV,
las élites judías y sus seguidores encontraron refugio en esos reinos (los
llamaban la Nueva Israel), cuando los papas y los reyes afines a la Iglesia los
persiguieron, oponiéndoles el Tribunal de la Inquisición y sus leyes. Esas élites no se
olvidaron de la afrenta: con la excepción de un reino de España, las coronas ajenas a la Nueva Israel ya no existen, y la de España, bajo su plácet.
Es aceptable el hecho de que la masonería fue un arma ideada por las Altas
Jerarquías para utilizarla contra la Iglesia y contra el Antiguo Régimen y
socavar la sociedad de los países que se empeñaban en mantenerse fieles a la
tradición católica. Esas Altas Jeraquías imponen sus objetivos a sus seguidores, para que las nuevas generaciones los asuman. La masonería permitirá a las élites judías acceder a los
resortes del poder: sin intermediarios; sin necesidad de influir en reyes o
papas; tomando el poder por sí mismos. La Iglesia vivía en los siglos XVIII y
XIX en posiciones de enroque frente a toda idea y movimiento liberal. En esa situación,
una masonería nueva especialmente agresiva, que se llamaba de los Illuminati [5],
intentó convencer a la Gran Logia Inglesa y al Gran Oriente de Francia de
unificar a todas las obediencias masónicas y establecer un Nuevo Orden en el mundo, basado en la guillotina. Pero las grandes logias no se fiaban de ellos, porque
no habían demostrado aún competencia, temiendo, que detrás de su agresividad
se escondía la Iglesia a la que estaban intentando destruir, la misma que había
adoptado a la orden Jesuita. Era necesario mantener esa ficción de enfrentamiento para que en la Iglesia no sospecharan de ellos.
Pasada la fiebre radical, unos illuminati menos
agresivos pasaron a América del Norte, donde aún puede seguirse su rastro y su
poder en la propia moneda, escaparate abierto de sus símbolos
“Si quieres esconder algo y hacerlo invisible, ponlo a la vista de todos”.
El desarrollo de la masonería, sobre todo en Inglaterra, se traducirá en unas
buenas relaciones con los países emergentes de corte masón de América del Norte
(EE.UU. y Canadá), aunque formalmente no pueda hablarse de unidad masónica. La
lucha que mantuvo EE.UU. contra el Imperio Británico por su liberación
colonial, no puede decirse que ocasionara distanciamiento con la corona
inglesa; antes al contrario, tras las guerras, entablaron unas relaciones que
han ido mucho más allá de lo puramente comercial, lo que indica que había
intereses más altos que los propios de la monarquía inglesa y de su antigua
colonia, que había que casar.
El
virus masónico se inoculó en la América Española para acabar con el Imperio
Español; debilitada la metrópoli con la guerra napoleónica, lo intentaron utilizando
a la armada Inglesa, pero los criollos se resistieron haciendo imposible la
conquista del continente por las armas. Las dos figuras traidoras a España y a
las llamadas provincias de Ultramar más importantes fueron los conocidos como
Bolívar y San Martín, que fueron iniciados en los secretos de la viuda en
Europa y se prestaron a abrir las puertas de Sudamérica a los enemigos de
nuestra cultura católica. Se les llama libertadores, pero fueron todo lo
contrario. A partir de entonces, el gobierno de los diferentes países que se
formaron se encomendó a una élite militar-burguesa criolla muy alejada del
pueblo, afín a los jesuitas, y por lo tanto, al brazo masónico Illuminati que ya
dominaba la América anglosajona. Un disfraz más de esa élite judía (nobleza
negra), que lo impregna todo. Brasil y Portugal siguieron por el mismo
derrotero -armada inglesa de por medio- en defensa de los intereses de su
masonería.
El cambio que se produjo de la mano de la masonería
no era un cambio limpio. Los valores que preconizaban los movimientos liberales
impulsados por esa sociedad secreta, estaban referidos a valores políticos, que
buscaban cambiar las estructuras de poder en este mundo. En el fondo, al margen
de frases grandilocuentes de libertad, igualdad y fraternidad, prescindían del
hombre, sobre todo del profano (no-masón). Las tres palabras se adoptan como
ideal, pero son falsas (como hemos visto): los que impulsan la revolución ni
quieren la libertad de los hombres,
ni creen en su igualdad, ni se tienen
por hermanos de los demás hombres, que sería la fraternidad; se sentían casta aparte. Con los nuevos valores,
buscaban crear el grupo dirigente de la sociedad con familias afines que fueran
conformando una élite burguesa. Los valores revolucionarios del XVIII les iban
a permitir alcanzar el poder y dirigir la sociedad, relegando a la clase noble
-que terminará uniéndose a ellos-, a parte del clero católico, como rival
avisado. Los nuevos advenedizos formarán parte de una clase social basada en el
dinero. No olvidemos, que los Herederos de la Tierra estaban incluidos en esa
clase social burguesa que iba a tomar el poder en el mundo Occidental, lo que
conseguirán, a través de las sociedades masónicas que habían creado sus
dirigentes, en las que manipulaban a los goyim o gentiles, como a marionetas,
gobernando así desde la sombra a todos los humanos.
Hoy, la masonería regular se jacta de impulsar
valores democráticos y de aceptar las creencias de sus miembros, al usar la
Biblia y el Corán para presidir sus tenidas, pero, en realidad, el verdadero
Dios está proscrito de sus reuniones, pues ellos, conscientes o no, ponen por
encima de todas las creencia a su Gran Arquitecto Universal, que es el Demiurgo,
el Creador de este mundo: que no es Dios, es Satanás. No obstante, los altos
grados masones, obedientes a los siervos de las Altas Jerarquías (las que
gobiernan este mundo desde fuera), respetan el antiguo pacto, en tanto que
luchan por poseer el mundo, pero no parecen querer demasiados tratos con su
dios, al que rezan pidiéndole que no interfiera demasiado en sus asuntos con el
resto de los hombres, que ellos se bastan para engañarnos, pues somos basura.
También dicen tener prohibido hablar a sus miembros de religión y de política,
para mantener las buenas relaciones. Será verdad, pero no es creíble que las
logias de hoy se mantengan al margen de la política, ni que la ayuda al hermano
este proscrita de su obrar, ni que los hermanos con poder no se coordinen para
conseguir objetivos masónicos. Los hechos y no las palabras ponen a cada uno en
su sitio, y los hechos los dejan como redomados mentirosos.
La Iglesia Católica por su parte, aunque mantiene
en sus cánones la condena de la masonería, ya no la resiste: puede comprobarse
fácilmente que la Iglesia está en sus manos. El Integrismo Islámico es el único
que la rechaza, convencido de que se trata de una organización que está en
manos de sus enemigos, pero no nos engañemos: son esos a los que llaman enemigos los que empujan a los radicales islámicos, fomentando la yijah, manipulando así a los creyentes mahometanos. La galopante secularización y materialización del mundo la
favorece. Los símbolos masónicos, fundamentalmente la estrella de cinco puntas,
preside los emblemas de muchas naciones y los que presumen de aceptar todas las
creencias, no dudarían en revelarse contra el uso de la cruz en la bandera de
su país, exigiendo la separación Iglesia-Estado e impulsando la caída del
gobierno en cuestión por cualquier vía, si alguno quisiera incorporarlos. Si alguien
tiene poder suficiente, es profano y tiene valor, que intente quitar la
estrella de cinco puntas de la bandera de su país. Es un distintivo y
representa la pertenencia al club de los que poseen la Tierra. Los más
extremistas buscan imponer el laicismo en las sociedades que gobiernan, y lo
hacen en nombre de la democracia y del derecho de los no creyentes: pero, en
realidad, buscan privar a los hombres de su espiritualidad y del conocimiento
del verdadero Dios. La mejor forma de quitar la estrella de una bandera es por
la vía de los hechos, de la misma manera que ha sido impuesta (a lo callado), y
si se cuestiona, desenmascarar a sus valedores como traidores a la nación, y
defensores por tanto de los enemigos de la patria.
Registrados todos los derechos.
Registrados todos los derechos.
[1] Aunque realizan el cuarto voto de obediencia ciega al Papa,
en las ocasiones en las que algún papa les ha exigido esa obediencia, no le han
hecho caso, lo que indica que el cuarto voto es un recurso formal para saltarse
el control de las autoridades religiosas nacionales y el control del propio
jefe de la Iglesia, cuando no coinciden los intereses:
- Cuando Clemente XIV disolvió la Orden
en 1773, por las presiones regalistas de los reyes de Francia, Portugal,
Nápoles, Sicilia y España, mientras el General de los jesuitas y sus asistentes
estaban presos en el castillo de Sant’Angelo, cientos de jesuitas de toda
Europa se refugiaron en Rusia al amparo de Catalina II, que deseaba continuar
con la labor de modernización que había iniciado su padre; también recibieron
amparo en otros países como Inglaterra, Prusia y Polonia, donde continuaron
ejerciendo como jesuitas hasta que llegó la Restauración, obra de Pío VII.
- Durante la segunda mitad del siglo XX, las diferencias entre los papas y el General de los jesuitas P. Arrupe estuvieron presentes mientras el General de los jesuitas gozó de buena salud (?); estas diferencias estaban referidas principalmente a la Teología de la Liberación.
El mayor peligro que han tenido que
sortear los jesuitas en los últimos tiempos han sido los cambios culturales de
la sociedad, y el marxismo, que consiguió influir sobre muchos de sus
religiosos a través de la llamada “Teología de la Liberación”. Un arma medieval
tan poderosa como la SJ, no supo prevenirse en la segunda mitad del siglo XX,
contra un virus mutado del marxismo que aceptaba a Dios entre sus filas. Además
de sumir a muchos países de Centroamérica en el caos, la Tª de la Liberación a punto estuvo de
acabar con la Compañía y dividir a la Iglesia. Claro, que muchos historiadores
achacan a los jesuitas la paternidad del marxismo, un sistema político que
habrían ensayado durante la Edad Moderna en las Reducciones Guaraníes del Paraguay
y Brasil durante un periodo de 150 años, que ya es. La Teología de la
Liberación es un intento para convertir en cielo el infierno que es este mundo,
interpretando al general Arrupe, que pedía a sus jesuitas en 1966 un compromiso
con la justicia social y con los más pobres; por otro lado, supone un
acercamiento muy satisfactorio a otras iglesias cristianas protestantes que
seguían el mismo camino. En la balanza de los contras decir, que no son
acertados los objetivos de la TL respecto a la salvación del hombre, pues
condena a los ricos de antemano y hace que la Iglesia funcione con dos varas de
medir; tampoco fueron acertados los caminos que tomaron muchos jesuitas,
encabezando una guerrilla que luchaba contra la opresión recurriendo a la
violencia, pues, como toda guerra, sembró el caos en aquellos países donde se
quiso imponer, y aunque buscase la participación de los obreros y campesinos en
el progreso, el resultado para los más pobres fue muy calamitoso, pues los
humildes, como siempre, pusieron los muertos y no sacaron ventaja alguna. Los
que debían poner en práctica las enseñanzas de Jesús, del que dicen son acompañantes, sobre “poner la otra
mejilla” no se limitaron a echar del Templo a latigazos a los mercaderes de
ambos bandos, se dejaron llevar por la ira, sacrificando a muchos hombres.
Impedido en su salud el general Arrupe, Juan Pablo II pudo corregir la deriva
marxista de la Orden. Woytila conocía bien el peligro del espejismo comunista,
que había sufrido en sus carnes y del que no se fiaba, por mucho que se hubiera
quitado la capa de ateísmo. ¡Claro!, que la realidad de un Woytila judío, como
jefe de la Iglesia Católica, tiene bemoles, que, aunque fuera polaco, también era
judío.
[2] Cercanos a su fundación, los
jesuitas admitían en sus filas a gentes de ascendencia judía – el sucesor de
Ignacio de Loyola, Diego Lainez, era de familia judeo-conversa, lo que produjo
un fuerte escándalo en Castilla y en la sede toledana. Viendo las
consecuencias, los jesuitas obraron con discreción, aconsejando a los
judío-conversos españoles que solicitaban el ingreso, que lo hicieran en
Italia. Pero al disminuir el número de jesuitas, por haberse corrido en toda
Europa que la Sociedad de Jesús era un nido de judíos, en 1608 se impuso, que
para ingresar en la Orden, fuera necesario acreditar limpieza de sangre por 5
generaciones. Con la medida, formalmente quedaban amparados frente a los
ingresos masivos de conversos del siglo anterior y también calmaban a las
autoridades y a la Inquisición, que andaban vigilantes, pero en España, el
decreto era papel mojado: desde 1492, en que se había ejecutado el decreto de
expulsión de los judíos por los Reyes Católicos, habían pasado más de 5
generaciones, con lo cual, los marranos conversos (que judaizaban ocultamente) que quisieron profesar como jesuitas, tuvieron la entrada libre. En 1923
rebajaron el número de generaciones a cuatro y en 1946 se derogó la norma. Hoy,
las pruebas de ingreso en la Orden dicen que son durísimas, pues requiere una
formación de unos 14 años, lo que en teoría aparta del ingreso en la Orden a
gentes sin vocación o con fines conspiratorios, pero no persuade a gentes
disciplinadas sujetas a otras obediencias, que siguen consignas.
[3] El jesuita José
Antonio Ferrer Benimeli, director del Centro
de Estudios Históricos de la Masonería Española, miembro de la Academia
de la Historia, y cabeza visible de un grupo de jesuitas masones, niega que
el Conde de Aranda, fuera masón (http://www.uned.es/dpto-hdi/museovirtualhistoriamasoneria/5historia_masoneria_espana/fundo%20Aranda%20la%20m.htm). Lamentablemente,
lo que él niega lo afirman los hechos: la Gran Logia Provincial de Castilla
publica una revista masónica con el título “Conde de Aranda”, el mismo nombre
utiliza la logia que funciona en Zaragoza, en cuya Universidad, Benimeli
ejerció como profesor de Historia Contemporánea. Al respecto, en 1998
celebraron los masones aragoneses el bicentenario del prestigioso conde, según
la revista Acacia. Ignorantes ellos, que antes de honrar al conde ilustrado no
le preguntaran al jesuita. Las oscuras relaciones entre jesuitas y masones se
hacen realidad en Benimeli, que se ha pasado la vida blanqueando a la masonería
a través de un sinfín de obras, sin reconocer públicamente su afiliación. Sería
extraño que un profano ocupara la cátedra de un reconocido masón como Theodore
Verhaegen de la Universidad Libre de Bruselas y a la vez hubiera podido
financiar su red de delegaciones de su Centro de Estudios en toda España, si no
fuera hijo de la Viuda. El conocido historiador, también experto en masonería, Ricardo de
la Cierva así lo creía, y en el artículo que relaciono también lo sugieren: (http://espadadelespiritu.foroactivo.com/t900-el-jesuita-ferrer-benimeli-y-sus-amores-a-la-masoneria). Conociendo el
comportamiento de esta Orden, no es extraño que el General de los jesuitas haya
mirado para otro lado y no lo haya llamado al orden.
[4] La
Revolución Francesa no fue un acto espontáneo contra los Borbones por parte de
la burguesía francesa. Las teorías conspiratorias atribuyen su impulso a
poderosas organizaciones que deseaban imponer un Orden Nuevo en el mundo. Se
especula con los jesuitas, porque deseaban ajustar cuentas con los Borbones por
las expulsiones sufridas en Francia en 1762; también se habla de las
autoridades religiosas judías, que con ayuda de la gran banca, querían vengarse
de los reyes de Francia, por su apoyo a la Contrarreforma, y por increíble que
parezca, por la disolución del Temple, un hecho que hizo imposible el
advenimiento de la sinarquía en el siglo XIV. Que cada cual haga su apuesta. El
instrumento utilizado para llevar a cabo la ejecución del plan pudo ser una
orden masónica radical conocida como Illuminati, en la que andaban mezclados
todos los protagonistas. El caso es que la caída del Viejo Régimen entronizó el
Nuevo Orden que se extendió por Occidente.
[5] A Adam
Weishaupt se le atribuye la fundación de los Illuminati en 1776. Tenía
antepasados judíos y estudió en los jesuitas de Baviera, licenciándose y
consiguiendo la cátedra de Derecho Canónico en la universidad de Ingolstadt,
con 27 años. Llegó a ser jesuita, hasta que fue expulsado acusado de
homosexualidad. Por casualidad, se descubrieron los planes que había trazado
con sus secuaces para derrocar a las monarquías europeas, especialmente a la
francesa, y acabar con la Iglesia Católica utilizando las tácticas que habían
servido a los jesuitas para luchar contra el protestantismo. El descubrimiento
de la conspiración hizo que los illuminati fueran perseguidos.
La discusión es si Weishaupt era un
judío que intenta infiltrase entre los jesuitas, o por el contrario, era un
jesuita que intenta infiltrase entre los masones. La segunda posibilidad es más
razonable: hemos visto que a los conversos, desde el principio, no les
resultaba difícil entrar en los jesuitas (Lainez mismo); si se les ponían
dificultades, era para no levantar sospechas de judaísmo entre las autoridades
que andaban al acecho. Con respecto a Adam, tenía antepasados judíos, aunque no
lo eran ni su padre ni su madre; nació en una familia de intelectuales asentada
en Ingolstadt, y desde pequeño lo formaron los jesuitas. No es extraño que
profesara como jesuita siendo catedrático, pues Baviera era entonces un feudo
jesuita, y un baluarte de la Contrarreforma, lo que podía reportarle
beneficios. Que pusieran como excusa de su expulsión su homosexualidad, no es
justificable. La homosexualidad ha sido considerada entre el clero hasta
tiempos recientes, como un pecado que se disculpaba por la debilidad de la
carne, cuando no como ritual propio de las élites sacerdotales, desde la más remota antigüedad. Me inclino a
pensar, que los jesuitas expulsaron de la Orden al fundador de los Illuminati
para darle una coartada y que fuera admitido en la masonería, rompiendo así los
prejuicios contra él. Su persecución y los documentos conspiratorios que se
airearon le dieron marchamo de calidad, para que los dirigentes judíos
aceptaran sin reservas a los Illuminati entre las organizaciones masónicas.
Adam, por supuesto, renegó del catolicismo, obedeciendo como buen jesuita para
medrar entre los masones con su nuevo disfraz. En pocos años, los Illuminati
podrían demostrar su valía seleccionando entre los francmasones de finales del
XVIII a los ideólogos, propagandistas y agitadores, que llevaron a cabo la Revolución en Francesa, después de generar un clima cultural favorable a través
del Enciclopedismo y de la Ilustración. Muchos de los ilustrados y
enciclopedistas se formaron en los jesuitas (Voltaire, Diderot, Rameau, por
citar) y también alguno de sus inspiradores (Descartes como ejemplo).
Los jesuitas de sotana emigraron
enseguida a América del Norte, donde también estarían representados, en el
mayor de los secretos, entre los Illuminati, vanguardia de la masonería radical
que pasó a América.
Que la SJ, desde su fundación,
facilitara la entrada a los judeo-conversos, hace pensar que los jesuitas
nacieron como una organización de agentes dobles: formalmente luchaban contra el protestantismo, y a la vez, recuperaban una parcela
de poder importante en la Iglesia y en los países católicos, vedados a las
élites judías. Estas élites habían tenido que abandonar la Iglesia perseguidas
por la Inquisición, y habían contraatacado originado el problema protestante
para restar poder a esa Iglesia y disponer de territorios donde pudieran llevar
a cabo sus planes: sin persecuciones, ni sobresaltos para sus gentes; ahora les
tocaba recuperar, si no el poder de nombrar a los papas, al menos tener
influencia dentro de la Iglesia y de la alta sociedad católica. Un plan
retorcido sin duda. Entonces, ¿por qué no aceptar que los jesuitas del siglo
XVIII, siendo diferentes a los fundadores, quisieran formar parte del poder
judío disfrazándose de masones, de la misma manera que lo hicieron algunos agentes
judíos, cuando en el siglo XVI se disfrazaron de jesuitas para volver a
controlar a la Iglesia? La Iglesia condenaba y condena formalmente la
masonería, y no podía hacerse de otra manera. En uno y en otro sentido, quedaba
cerrado el círculo y sellada la alianza entre los poderes más ocultos de la
Tierra, presididos por Sumos Sacerdotes que ejercen el dominio total de la
sociedad de los hombres, por encima de la banca que les sirve, de los reyes que
se doblegan y de las religiones que les obedecen.
No es posible afirmar si los Illuminati continúan existiendo como organización, pero sí lo es, que sus símbolos permanecen entre la sociedad estadounidense, adornando entre otras cosas, el dólar: su papel moneda. Con cualquier nombre impronunciable y secreto, persiste pues el Sanhedrín de siempre, en el ápice de la pirámide del poder del dólar, cuyo gran ojo vigila a todos los hombres vivos y controla a sus variopintas organizaciones. Lo hace desde la cúspide, cabeza y esquina de ese edificio de poder, para honra del señor Satán que nos esclaviza a todos y favorece a los que le sirven a través de sus Altas Jerarquías Sacerdotales. La Sociedad de Jesús es reconocida por los otros poderes judaicos, como la única organización que puede estar a su altura, si bien, nunca podrá igualarlos, porque, a diferencia de esas organizaciones, la organización jesuita no es una organización secreta y, consiguientemente, deja rastros.
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