Un millón de jóvenes católicos de todo el mundo han venido a visitarnos; se han citado con el papa Benedicto XVI en las Jornadas Mundiales de la Juventud que tienen lugar en Madrid.
Soy un mal católico, modelo de nada y normalmente crítico con la Iglesia, pero ayer me sentí avergonzado por el comportamiento de algunos que se dicen laicos y ateos, a los que me niego a llamar compatriotas, porque seguramente tampoco se sienten españoles.
Unos cientos de individuos se manifestaron groseramente, burlándose de los católicos en general y de los españoles que se sienten católicos en particular.
Soy amante de la libertad y respeto las creencias de los demás, pues en este mundo, mientras buscamos esa verdad que nos hará libres: Mejor creer en algo que en nada: nos hace mejores personas, y nos permite vivir alegres, con un punto de esperanza. También respeto a esos laicos y ateos que lo sienten, pues, en el fondo, buscan esa verdad, y aunque por el momento no la hayan encontrado, les preocupa. A los otros, a los que se llaman laicos y ateos sin haberse molestado en buscar nada, simplemente me dan pena: trozos de carne con ojos sin Espíritu dentro, o con un Espíritu tan dormido que parece muerto. Son esos, los que obedeciendo aviesas órdenes, se dedicaron ayer a intimidar y a ridiculizar la fe de muchos jóvenes, violando su libertad y provocando escándalo en ellos.
¡Mal!, por parte de la Delegada del Gobierno en Madrid por haber autorizado semejante manifestación. Pudo haber acabado en tragedia.
¡Bien!, por parte de las Fuerzas de Seguridad del Estado que supieron discriminar a unos de otros, imponiendo su autoridad a los liberticidas por la fuerza.
Se han estado haciéndose llamar “Indignados” y “Movimiento 15 M”. Demasiadas siglas que hacen referencia a la letra “M”. Sin duda, para confundir, y que la fecha del “11 M”, fecha trágica para los buenos españoles, quede oculta por la hojarasca de siglas similares. El “11 M” molesta a los autores del atentado y a los cómplices que han estado impidiendo que la Justicia descubra a los culpables.
Los manifestantes de Sol no merecen en su agresividad más que desprecio. Son la voz de su amo, el perro que ladra azuzado por su dueño; nada que piense y obre en consecuencia ejerciendo su libertad. Obran siguiendo órdenes de arriba, en un plan de disturbios para ocultar las obras de sus amos y sus aviesas intenciones: su obra reciente, la ruina de España; sus intenciones, apoderarse de las calles, para cuando no estén en el poder imponer la ley del miedo. Mandan a sus perros a manifestarse y a escandalizar, mientras ellos acuden a recibir al Papa, poniendo sonrisa de conejo cuando lo saludan.
Que vengan a España y a Madrid en un mes de agosto 1,000.000 de jóvenes de todo el mundo es de agradecer. Gente civilizada que no viene a emborracharse ni a organizar tumultos, que viene a rezar es de admirar.
Es cierto que la seguridad del Papa cuesta dinero, pero no más que la seguridad en los campos de fútbol cada fin de semana y nadie dice nada. Ese millón de peregrinos también dejará dinero, que no han venido gratis, pero lo que más mérito tiene es que se acordarán toda su vida del viaje que hicieron en agosto de 2011 a España y a Madrid para ver al Papa. Una campaña de publicidad para Madrid que tuviera semejante repercusión en todo el mundo no tiene precio y, seguramente, no hay ninguna empresa capaz de llevarla a cabo.
Seguramente, que de ahí viene la envidia de alguno de los grandes rivales de la Iglesia. Es cierto que la Iglesia ya no tiene el poder político que tuvo en el pasado y que la masonería y sus mentores, imponiendo en el mundo una forma de vida materialista y sin Dios, se han hecho los dueños, pero ninguno de ellos tiene este poder de convocatoria. Quizás estas citas son la manera que tiene la Iglesia de decirles a sus rivales: ¡Cuidado conmigo!, que no estoy vencida ni indefensa. Pero esto ya lo he comentado en otros artículos.
Es cierto que la seguridad del Papa cuesta dinero, pero no más que la seguridad en los campos de fútbol cada fin de semana y nadie dice nada. Ese millón de peregrinos también dejará dinero, que no han venido gratis, pero lo que más mérito tiene es que se acordarán toda su vida del viaje que hicieron en agosto de 2011 a España y a Madrid para ver al Papa. Una campaña de publicidad para Madrid que tuviera semejante repercusión en todo el mundo no tiene precio y, seguramente, no hay ninguna empresa capaz de llevarla a cabo.
Seguramente, que de ahí viene la envidia de alguno de los grandes rivales de la Iglesia. Es cierto que la Iglesia ya no tiene el poder político que tuvo en el pasado y que la masonería y sus mentores, imponiendo en el mundo una forma de vida materialista y sin Dios, se han hecho los dueños, pero ninguno de ellos tiene este poder de convocatoria. Quizás estas citas son la manera que tiene la Iglesia de decirles a sus rivales: ¡Cuidado conmigo!, que no estoy vencida ni indefensa. Pero esto ya lo he comentado en otros artículos.
Esperemos que estos jóvenes se olviden pronto de los manifestantes que los han insultado y han intentado agredirlos, y que por el contrario, recuerden la buena acogida que este país les ha dado.
Por mi parte, pedirles disculpas por el comportamiento que han tenido con ellos gentes oscuras, sin valores y sin moral, que no representan a nadie. ¡Ah! Si, a Zapatero, que los ha estado subvencionando y consintiendo, y a su escudero Rubalcaba, y a otros como ellos. Cadáveres políticos que no saben que están muertos.
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