miércoles, 24 de agosto de 2011

Un rato en la playa junto a Luis Roldán.-



Hoy me he sorprendido compartiendo la playa con el que fue Director General de la Guardia Civil y supongo que su actual familia. Sí, el mismo hombre que llenó los periódicos en el último gobierno de Felipe González, el que se escapó a París o a vaya usted a saber dónde, después de haberse llevado los fondos de los huérfanos de la Guardia Civil y otras zarandajas.  
Encontré normal que un hombre que ya ha pagado sus deudas con la justicia disfrutara de sus vacaciones en medio de la gente, como un español más. Claro, que él se llevó 1.5001000.000 de pesetas que nunca devolvió. Eso ha generado muchos comentarios. Él afirma que el dinero se lo robó el supuesto espía con el que había hecho negocios, que llegó a simular su propia muerte, y que luego reapareció vivo: un tal Paesa. El caso es que de lo robado nada de nada y, por lo que pude observar, pocos signos externos que manifiesten fortuna, aunque puede permitirse algún que otro lujo.
Estaban colocados discretamente en una tercera o cuarta fila, en una playa poco abarrotada de Cambrils, un poco aislados de la gente. Llevaban una sombrilla de franjas verdes y él estaba sentado en una hamaca normalita del mismo color. Ningún guardaespaldas a la vista, como la vez anterior que me crucé con él por Zaragoza.  Detrás de la hamaca había colocado una bolsa cuadrada de donde sacó un paquete de pañuelos de papel. Cuando se acercó al agua con toda la familia iba con la cara al aire, vistiendo un bañador hasta la rodilla de color marrón claro de Redbook o una marca parecida. Nadie pareció reparar en él salvo yo, que difícilmente olvido una cara, sobre todo si la he tenido enfrente. Sentado en su hamaca, se protegía la cabeza con una gorra roja de Peugeot y la vista con unas gafas de sol con la montura plateada.
Una escena familiar de lo más normal: Roldán con su actual mujer y dos hijos adolescentes uno de los cuales escuchaba música tumbado en su toalla, disfrutando de la playa en medio de ciudadanos que, o no le reconocen, o hacen como que no. En cualquier caso, lo dejan tranquilo.
Parece que nos vayamos a comer cruda a la gente, y luego pasamos página con toda rapidez. Zapatero puede estar tranquilo cuando deje la Moncloa: pasado un tiempo, nadie le escupirá por la calle, todos haremos como que no le conocemos. Y eso que nos ha arruinado. 

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