Han vuelto. De nuevo los golen están
dentro de la Iglesia Católica y no necesitan destruirla, que sus líderes
prefieren construir en su provecho la iglesia del Nuevo Orden Mundial,
utilizando una Iglesia Católica invadida, engañada, y aún diría más: con su
legítimo pontífice en la clandestinidad o preso en las catacumbas vaticanas,
pues al verdadero Papa ya no lo conocemos. El último Papa que recibió oficialmente el
Espíritu Santo fue Pío XII. Esperemos que preso u oculto exista un Papa que esté acompañado del Espíritu Santo, porque los últimos seis papas carecen de legitimidad. Poco a poco, estos
anti papas han ido cambiando a la Iglesia con la excusa de la modernidad,
cuando los dogmas, en una religión que se considera la Única Religión
Verdadera, deben ser intemporales, es decir, válidos en todo tiempo y lugar. En
esa Iglesia Católica Intemporal el Ritual debe acompañar al Dogma, que si es
verdadero, debe ser inamovible: no puede admitir modernismos, ni
cambios. Mal vamos si lo de ayer no vale para hoy, o lo de hoy no vale
para mañana, en la doctrina de una religión que siempre ha afirmado que lleva a
los hombres a la salvación. Pero nuestros enemigos insisten en utilizar como
arma el ridículo: "Como no admites mis argumentos modernos, eres un
atrasado que no quieres dar paso al progreso". Este argumento, utilizado
hasta la extenuación, acaba como la gota de agua, haciendo mella en la piedra de los tontos. Pero esa regla de la modernidad no rige para ellos: siguen adorando a YHVH y viviendo como les dice el Talmud, su libro sagrado.
Ahí están. Sólo el discreto puñal o
el veneno habrían impedido el asalto al trono de Pedro, pero momentáneamente.
Cuando franciscanos y dominicos, utilizando la inquisición, alcanzaron el
Papado en el siglo XIV, consiguieron echar de la Iglesia a los infiltrados de
estas élites y mantenerlos alejados de la cristiandad durante algunos siglos, y
lo hicieron controlando el nombramiento de abades, obispos y capelos
cardenalicios. No se dieron cuenta que por encima de esos infiltrados había una
organización que se amparaba en familias muy poderosas de fuste judío para
sobrevivir y, pasada la tormenta, volver a apoderarse de la Iglesia. Los
grandes recursos de esas familias de banqueros les han permitido mantener
activos sus objetivos a través del tiempo, promoviendo nuevos asaltos a la
Iglesia.
Veamos las últimas hazañas de
nuestros enemigos.
El
arma principal que utilizaban era una estrategia basada en dos factores: el
tiempo y la constancia. El tiempo, que siempre juega a favor de la estirpe que
no rebla, pues quita la vida a los contrarios y borra la memoria de los que les
suceden; y la constancia, que aumenta su eficacia cuando hay un descendiente,
debidamente instruido, que está dispuesto a obrar o comprar voluntades para
sacar adelante objetivos estratégicos señalados por autoridades o antepasados
ya desaparecidos. Así, atacan cuando nadie se lo espera. Eso sólo es posible
con unas élites religiosas pertinaces como los golen, y un pueblo como el
judío, capaz de sobrevivir sin territorio y aportar gentes en todo tiempo y
lugar para añadir nuevos eslabones a la vieja cadena de la estrategia
colectiva. Esto, o algo más creíble: aceptar que tienen línea directa con
Satanás y sus demonios, y que serían estos los responsables del empecinamiento
en mantener durante siglos planes activos, hasta ejecutarlos; los consiguen por
incomparecencia o desaparición del contrario, fallecido por el cambio
generacional. Sería la única explicación a algo que no es normal: que una élite
financiera inalcanzable, que se tiene por judía, estando como el resto de los
hombres sujeta a la muerte y al olvido, y conformando un grupo humano
minoritario (el 0,1% de la población mundial), haya sido capaz de sobrevivir
2000 años como pueblo disperso, imponiéndose al resto de los humanos a través
de grandes recursos y organizaciones opacas. Esas élites han podido atesorar
incontables recursos y poder gracias al monopolio de la usura, sospechosamente
prohibido a los católicos. La más visible de todas esas organizaciones opacas
en nuestro tiempo es la masonería, una de las herramientas más poderosas que
poseen estas élites, pues con ella son capaces de captar y manipular a gentes
pudientes, tocadas por la ambición, adscritas a todas las creencias religiosas
del planeta.
Tras
la Segunda Guerra Mundial se ha producido un cambio: antes, era la masonería la
que intentaba captar élites e infiltrarse en iglesias, gobiernos e
instituciones; tras la Segunda Guerra Mundial, un segmento de la sociedad
dominante de Occidente y después de Oriente, alegremente, se han ido alineando
(consciente o inconscientemente) con la élite financiera judía, afiliándose a
la masonería para medrar. Gentes sin escrúpulos mezcladas con gentes ambiciosas
y algunos idealistas e intelectuales, que se abrazaron a la Viuda sin saber
bien dónde se metían, pues la masonería es un instrumento que subvierte,
controla y degrada toda sociedad que toca, para que esa élite que dirige a
las bases masónicas alcance el dominio del mundo. Fuera de esa élite, los
demás, incluyendo la organización masónica y todos los ismos que han creado en
los últimos siglos (socialismo, comunismo, capitalismo, liberalismo, feminismo
y buena parte del judaísmo), son prescindibles, herramientas de usar y
tirar.
Pero
utilizar el tiempo y la constancia como estrategia de poco sirve sin
herramientas jurídicas que sobrevivan a los hombres. Las herramientas que los
ancestrales enemigos de la Iglesia han utilizado para apoderase del gobierno
del Vaticano no han sido los infiltrados, (hombres que van desde papas a
cardenales, obispos, frailes, simples sacerdotes y gente seglar), han sido las
organizaciones religiosas. De poco sirven los hombres, por muy altos que estén,
sin una organización que los ampare, por eso presentan a sus adeptos como
hombres santos y prestigiosos pertenecientes a organizaciones religiosas
católicas, fomentadas, creadas e impulsadas por ellos desde la sombra. No lo
hacen gratis, que terminan sacando buenos réditos a costa de los cristianos.
Así, la orden benedictina, creada en los primeros tiempos; también la orden
Jesuita, sospechosa de todo (hasta del hundimiento del Titanic); y hoy,
organizaciones como el Opus Dei, surgidas de la nada, haciendo ostentación de
tradicionalismo, dinero y poder: falsos católicos que no han dudado en
imponer un plan sinárquico para destruir a la Iglesia Tradicional y
transformarla en la Iglesia del Nuevo Orden Mundial, un orden al que llaman
nuevo, pero que viene del siglo XVIII o anterior. El caso es, que ese NOM, como
la Iglesia invadida, son una realidad de nuestro tiempo, ¡eso sí!: para quien
lo quiera ver. Esas órdenes terminan consiguiendo sus objetivos
utilizando a hombres y mujeres corrientes, ajenos a los orígenes de la
orden.
Los
métodos de estas élites dominadoras que van de la mano de los golen consisten
en organizar el caos para sacar grandes beneficios: todas las guerras y
revoluciones de los pasados siglos se dice que son obra de sus intrigas, dirigidas
a destruir todos los valores colectivos humanos que son ajenos a los suyos
(raza, religión, nación y familia). Haciendo hincapié, en que los únicos
valores que estos intrigantes protegen y defienden como propios son única y
exclusivamente los valores sionistas, no los valores judaicos, que sólo
defienden cuando les conviene: El rabino Shonfeld llamó a los sionistas ‘"criminales
de guerra", porque usurparon el liderazgo del pueblo judío, traicionado su
confianza, y después de su aniquilación, cosecharon el capital moral’. Con el
fin de justificar el estado de Israel, los sionistas colaboraron con los nazis
y, a pesar de la sangre en sus manos, siguieron explotando el holocausto para
su beneficio político. Y económico, añado, que de la Shoá (holocausto) viven
muchos, y muy bien. De las cenizas, estos mercaderes construirán el Nuevo
Orden Mundial, un régimen totalitario, un templo en el que no cabremos el resto
de los humanos, a los que nos consideran goyim, esclavos (cerdos más bien),
víctimas para sacrificar a YHVH. ¿Dios? o demonio.
Esperar de ellos la difamación si
propagáis sus planes, pero no esperéis originalidad: los golen y sus lacayos,
para tapar sus intenciones, y ridiculizaros, diran que sois unos
conspiranóicos. Ellos son progresistas, y los demás, fascistas, como escarnio
por no dejarnos esclavizar, ni servir de víctimas. Mientras, se manifestarán
amables y protegerán a los goyim domados que se presten a sus enredos; les
darán fama y fortuna, pero no pasarán de ser considerados siervos, esclavos,
seres inferiores sin derechos, de los que se mantendrán apartados. Si actúan en
contra de la familia, no será en perjuicio de la suya, ni de sus valores. En
fin..., estamos en sus manos. Son muchos siglos conspirando contra los demás,
sin que se den o nos demos cuenta. Por eso, lo dices, y casi nadie se lo cree.
Ángelo Roncalli, el que tomó el
nombre de Juan XXIII.-
Desde
el siglo XVI, los jesuitas han enredado dentro de la Iglesia, pero no han
buscado apoderarse de ella, a pesar de ser tan intrigantes y ladinos y que el
papa actual sea Jesuita (pero vaya usted a saber, porque también es masón).
Sólo en los últimos tiempos la autoridad de los jesuitas ha permitido que los
suyos aceptaran cargos eclesiásticos como obispados y cardenalatos. Por contra, los masones sí han buscado apoderarse del Papado. Las dos
organizaciones han sido rivales en una competición de engaños truculentos,
dedos intrigantes de diferente mano de los golen. Pues bien: en 1958 los
masones se apoderaron del Papado en una jugada de jaque muy elaborada, pero no
fue jaque mate.
Algunos
tienen a Pio IX como el primer papa masón, pero la masonería no abrirá un
agujero en la muralla de la Iglesia hasta la muerte de Pio XII. Y será Ángelo
Roncalli, masón y amigo del marxismo, el que entregue la plaza a nuestros
enemigos. Él abrirá como antipapa el largo periodo de Sede Vacante que
padecemos, pues las normas canónicas declaran ipso facto excomulgado a
cualquier prelado francmasón: y aunque las leyes de la Iglesia busquen
impedir que sea papa quien se haya autoexcluido de la Iglesia, eso no detiene
al iniciado en la masonería que sigue una estrategia establecida, no tiene
nuestras creencias, y por lo tanto, no teme a las amenazas espirituales. Son
dos las condiciones para ser papa: ser hombre y ser católico. En este caso,
cuando fue elegido papa, Roncalli ya no era católico, pues se había
autoexcluido de la Iglesia, siendo anti papa por su propia acción.
En
tiempos de Pio X, Ángelo Roncalli había estado bajo vigilancia de la
Inquisición por ser sospechoso de modernismo[1], un movimiento que intentaba conciliar el
cristianismo con lo que llamaban el pensamiento moderno. Con ese eufemismo se
ocultaba una estrategia para poner a la sociedad católica en contra de lo que
tildaban despectivamente como inmovilismo vaticano: no aceptar la adaptación de
la Iglesia a los nuevos tiempos. Por razones obvias, como he advertido, pues
los tiempos siempre son nuevos, y algo tan serio como las creencias no pueden
estar sujetas a la moda. Pero ahí estaba la masonería actuando con la técnica de
ridiculizar a los defensores del inmovilismo para convencer a los simples.
Creen
algunos autores que Roncalli fue captado en los años en los que estuvo en
Turquía como delegado apostólico. Así lo afirma el periodista Pier Carpi, pero
sus amoríos con el modernismo y su relación con profesores y compañeros que
fueron expulsados del sacerdocio hacen pensar que Roncalli habría sido captado
por masones infiltrados en sus tiempos de seminarista, y que Turquía, y más
tarde París, fueron los lugares donde recibió de la masonería los honores
satánicos. Ha trascendido la caída en trance de
Roncalli durante la ceremonia que tuvo lugar en la logia turca y la importancia
de las profecías que dicen que salieron de su boca. Son conocidas como “Las
Profecías de Juan XXIII” y fueron publicadas por Pier Carpi, lo mismo que la
oración dirigida al Gran Arquitecto, cuya paternidad le achacan a Roncalli,
pero sin total certeza [2].
En 1904 fue ordenado sacerdote en
Roma y le asistió como “padrino” Ernesto Buonaiuti, que será excomulgado como modernista; el obispo
Giacomo Maria Radini Tedeschi, que venía castigado a la diócesis de Bergamo,
nombra a Roncalli su secretario (Radini era un protegido de Mariano Rampolla
del Tíndaro, Secretario de Estado de León XIII, alguien que fue vetado por el
emperador Francisco José de Austria en el cónclave de 1903; los franceses
dijeron que lo vetó por ser masón, y los austriacos por ser filofrancés, que es
parecido). Por aquello de dime con quién andas…, amigos de Radini y de Roncalli
eran el obispo Bonomelli, el cardenal Ferrari, los cardenales Maffi, Mercier y
Marc Sangnier, católico-liberal. El padre Francesco Ricossa acaba diciendo de
ellos: si los amigos y protectores de Roncalli no eran modernistas,
eran sin embargo “modernizantes”, más peligrosos, porque combatían a los
modernistas de palabra y, con hechos, procuraban eliminar a los
antimodernistas. Lo peor, que estaban al cargo de algunos seminarios,
lugares estratégicos donde podían modelar a conveniencia las mentes de los
futuros sacerdotes.
En 1910, con 29 años, siendo profesor
de historia de la Iglesia, Roncalli se puso del lado del historiador Duchesne, cuya obra, “La Historia
Antigua de la Iglesia”, seguían leyendo sus seminaristas cuando ya había sido
condenada por Pio X y estaba incluida en el Índice (la lista de obras
prohibidas). Este asunto estuvo a punto de tener consecuencias para Roncalli y
acabó negándolo todo. La muerte del
papa Pio X paró la acción de la inquisición con el entonces sacerdote
modernizante Ángelo Roncalli. Por poco.
Fue sargento médico y capellán
durante la Primera Guerra Mundial; en 1921, con 40 años, ayudó a reorganizar la
Sociedad para la Propagación de la Fe; en 1925 fue nombrado obispo y enviado a Bulgaria
como nuncio, hecho que le inició en el arte de la diplomacia: de 1933-44 fue
delegado apostólico en Turquía y Grecia, de donde pasó a Hungría, destacando
por la ayuda que prestó a los judíos, dándoles papeles y bautizándolos para
salvarlos del nazismo. En 1944 lo destinaron a Francia, su último cargo
diplomático. En 1953 fue nombrado cardenal y patriarca de Venecia, donde
residió hasta 1958, año en que fue elevado al Papado de forma extraña,
pues antes de su elección se produjo una fumata
blanca sin papa, algo que trajo muchas controversias. Los cónclaves de 1978 y
de 2005 de algunos de sus sucesores adolecieron sospechosamente del mismo
problema, en un lugar como el Vaticano donde la diplomacia es un arte y los
detalles del protocolo se cuidan al máximo. Su mandato fue corto y no
sobrevivió a la conclusión del conciliábulo vaticano que promovió, pues murió
un 3 de junio de 1963. Para otros los cálculos de las fechas de nacimiento y
muerte, en búsqueda del número de la Bestia, de la cara o del revés. De la
misma forma, sólo citaré la noticia de su encuentro en la tercera fase con
seres extraterrestres en la residencia de Castelgandolfo (que si se produjo,
fue un encuentro con algún servidor del Príncipe de este mundo o con el demonio
mismo).
Lo
que se dice del cónclave de Juan XXIII, que puede ser cierto: que los enemigos
de la Iglesia querían asegurarse de que el elegido les fuera siendo leal tras
su elección. Como satanistas, sabían y creían en lo sagrado y trascendente del
cargo de Sumo Sacerdote. Si un hombre católico es elegido Papa, con poca Fe
Católica que conserve, recibirá del Espíritu Santo el carisma de la
Infalibilidad, un despertar que le hará inmune al error y le permitirá escapar
de la obediencia a cualquier hombre u organización, como parece ser que les
había ocurrido a los masones con Pío IX, al que habían preparado para apoderase
de la Iglesia, y lo perdieron al permitir que recibiera ese don.
Burlar a los cristianos con un papa
afín era fácil, ya lo habían hecho muchas veces desde la caída del Imperio
Romano, ahora necesitaban burlar al Espíritu Santo para consolidar sus planes
sinárquicos: para ello, permitirían la elección, dejarían que el elegido
aceptara el cargo, que diera a conocer su nuevo nombre, recibiendo la
obediencia del colegio de cardenales y el carisma de Infalibilidad del Espíritu
Santo; terminado o interrumpido el acto de vasallaje, le presionarían hasta
conseguir su renuncia, continuando la elección del candidato afín. En su plan
diabólico, habría dos papas: el consagrado y protegido del cielo, que
permanecería oculto e inerme, sujeto al secreto del cónclave, y el papa falso,
que ejercería el cargo sujeto a la obediencia de las altas jerarquías
masónicas, en pos de oscuros fines contrarios a la cristiandad, inmune al
control y a la influencia del Espíritu Santo.
El verdadero papa elegido en el
cónclave de 1958 parece ser que fue Giuseppe Siri, que aceptó el cargo con
normalidad y tomó el nombre de Gregorio XVII; luego vino la ceremonia de
confusión con el humo, que duró el tiempo suficiente para que el cardenal
Eugène Tisserant saliera rompiendo el cónclave para recibir órdenes de las
autoridades masónicas; entrara y, con sus secuaces, sometiera a presión al
nuevo papa, cargándole con la responsabilidad de los baños de sangre que
tendrían lugar en la Europa del Este si no claudicaba, y así, hasta conseguir
su renuncia (inválida por otra parte). Mientras tanto, en la plaza de san Pedro
y en toda la cristiandad transcurrió un tiempo de incertidumbre, discutiendo si
el humo había sido blanco, negro o gris, hasta que, viendo que el nuevo papa no
aparecía en el balcón, estuvieron seguros de que la votación habría de
reanudarse el día siguiente. Al medio día, había salido humo blanco y luego
negro, pero al anochecer, el humo que salió fue blanco durante cinco minutos y
de ello no hay espacio para la duda: Radio Vaticana repitió la noticia de la
fumata blanca; los altos funcionarios vaticanos se apresuraron a tomar
posiciones en tal sentido; la guardia palatina y la guardia suiza fueron
alertadas porque había nuevo papa; los sacerdotes y los trabajadores del
vaticano prorrumpieron en vítores, moviendo convencidos sus pañuelos blancos,
hasta que el humo negro hizo su aparición. Toda una ceremonia de confusión que
se repetirá con juegos de humo en las elecciones de los dos Juan Pablos y con
Benedicto XVI.
Si en lugar de Siri hubiera salido
Roncalli, el Espíritu Santo le hubiera cambiado, impidiendo que ejecutara la
acción destructora que llevó a cabo, lo mismo en el caso de los papas que le
sucedieron. Mientras Roncalli y los antipapas sucesores hacían de las suyas,
Siri estuvo vigilado y preso durante 31 años en la sede de Génova, como
sacrificio en favor de la supervivencia de la verdadera Iglesia, confiando su
situación al vietnamita padre Khoat Van Tran, que le ofreció su ayuda. Pero
Gregorio XVII no demostró en vida el valor y la fortaleza de quien se supone
está auxiliado por el Espíritu Santo: en las visitas que recibió en su sede de Génova
de los falsos papas, se arrodilló ante ellos y llegó a concelebrar la misa del
Novo Ordine impuesta por el Vaticano II para sustituir a la Misa tradicional
(si lo hizo como estrategia de engaño...). Siri falleció en 1989 pero hasta
1991 no fue posible reunir en cónclave secreto a los cardenales que Siri fue
nombrando en secreto para elegir entre ellos a su sucesor. Eligieron a un nuevo
papa que tomó el nombre de Gregorio XVIII, el Papa oculto de una Iglesia
perseguida, que hoy no sabemos si sigue vivo. Conocidas las serias dificultades
que padece la iglesia integrista promovida por monseñor Lefevre, con constantes
abandonos, sometidos sus sacerdotes a grandes presiones y a dificultades de
supervivencia, son de imaginar las enormes dificultades que puede tener una
Iglesia sin recursos, viviendo en el anonimato, oculta debajo de las tumbas de
las catacumbas.
Roncalli
fue el promotor del Concilio Vaticano II, un conciliábulo que deshizo por
completo el Ritual Católico cambiando la orientación del celebrante en el
altar, suprimiendo el latín como lengua sagrada, y cambiando la Misa, que
perdió su esencia de sacrificio, para convertirse en otra cosa por un largo
etc. de modificaciones. En sus planes destructores, se vendía como el Papa
Bueno, y así lo captaban los católicos de base a través de la propaganda, que
no sus detractores, más críticos. Pero su bondad y su sentido del humor eran
fingidos: el “Papa Bueno”, todo dulzura hacia los
errantes, no lo era, por el contrario, hacia los más celosos defensores de la
ortodoxia. Y esto, desde su juventud sacerdotal. (P. Francesco Ricossa: el Papa del Concilio).
Un
mal llamado concilio, donde se atrevieron a cambiar el Ritual y pusieron la
primera piedra para derribar también el Dogma de la Iglesia. Decían, que harían
falta 40 años para reponer lo que este papa deshizo en 4 años, pero no sabían
que tras él llegarían otros falsos papas a ayudar en el derribo de una Iglesia
de la que ya no queda más que la fachada.
Como
salida para imaginar al personaje, el comentario de uno de sus
críticos: “… la huella dejada por Roncalli en la historia de la
humanidad es muy superior a la dejada por Lenin y Stalin. De hecho, si aquellos
han eliminado unos cuantos millones de vidas, Juan XXIII ha liquidado dos mil
años de la Iglesia Católica.“ (Conde Fabrizio Romano Sarazani).
Giovanni
Montini, el servidor de Satán que tomó el nombre de Pablo VI.-
El
sucesor del antipapa Roncalli fue Giovanni Montini, que tomó el nombre de Pablo
VI. Se dice que Montini andaba asociado con Roncalli en negocios oscuros: webs
masónicas dan por cierto un hecho, “el acta de iniciación en una Logia
de París de los profanos Ángelo Roncalli y Giovani Montini, que
habían sido elevados el mismo día para ser iniciados en los Augustos Misterios
de la Francmasonería. La prensa mejicana no aceptó dicha publicación, razón por
la cual, el propio Maestro Alfonso Sierra Partida de su peculio mando sacar
copias, las cuales circularon profusamente entre los círculos masónicos
mejicanos”, aunque el acta relacionada no aparece.
Montini
fue un reconocido sodomita que se rodeó en el Vaticano de un servicio afín a su
naturaleza desviada. Pablo VI era de clase burguesa pudiente, con ascendientes
directos judíos y masones, como acredita la tumba de su madre en el cementerio
de Verolaveccia, adornada por símbolos masónicos.
Montini
se dedicó también a hundir la misma Iglesia que presidía: Pablo VI, además de
poner en marcha las normas del Vaticano II cambiando la Misa, hizo algo peor:
rompió la Cadena de Sucesión Apostólica, cuyo origen está puesto en Jesús, y lo
hizo cambiando la fórmula de consagración de los obispos, por el nuevo rito montiniano.
“Pablo VI reemplazó con esta disposición la Constitución Apostólica
Pontificalis Romani cambiando, en los tres ritos, las palabras esenciales”
de la consagración (El Nuevo Rito de la Consagración Sacerdotal de Abbé
Francois Egregyi)… “Quienes fueron ordenados antes de abril de 1969 o bien
han muerto ya, o han caído en la herejía y la apostasía al aceptar a la nefasta
secta conciliar y todas sus odiosas blasfemias, y aquellos que fueron ordenados
con el ‘nuevo rito’ ni siquiera son sacerdotes, no son nada, porque el ´nuevo
rito montiniano’ no es sino una mera copia del rito herético protestante del
anglicanismo (sacado de las tradiciones apostólicas de san Hipólito,
del siglo III), por tanto, es una grave ofensa a Dios” (El Enigma
de Montini).
Este gran pecador nos privó a los
cristianos de recibir los sacramentos, pues los obispos ordenados después de
1969 dejaron de tener el poder de consagrar a los sacerdotes, y estos últimos,
siendo objeto de ceremonias desvirtuadas, siguen siendo hombres corrientes,
pues quien debe traspasarles el poder de consagrar, no lo tiene. Resultado: nos
han dejado una Iglesia sin papa conocido, sin obispos y sin curas ni sacerdotes
consagrados. Debemos tomárnoslo en serio porque nuestros enemigos lo creen y se
han tomado muchas molestias para vaciar de contenido el Dogma y el Ritual
Católico.
Con la lógica del destructor, Montini
también fue responsable de una maniobra para asegurar una sucesión favorable a
su partido: nombró a 100 cardenales afines a sus credos y prohibió que
participaran en el Cónclave los cardenales mayores de 80 años, que podían
constituirse en ardorosos defensores de la fe en peligro. En su lugar, (…
cardenales modernistas, masones, de tendencias protestantes, liberales, (los) que
profesaban las mayores herejías postconciliares, judíos y comunistas, esos sí
estaban con todo derecho en el colegio cardenalicio al tiempo de la elección de
Wojtyla. Por ejemplo: el cardenal Pironio, al que en su patria, Argentina,
llamaban "el pirómano" por sus tendencias comunistas revolucionarias;
el cardenal Willebrands que como embajador de Pablo VI se jactaba por toda la
Iglesia de la reivindicación de Lutero, siendo también firmante de la concesión
de los sacramentos católicos a los cismáticos y "otras confesiones";
estuvo también el ya mencionado Pignedolli, el de "nuestras fiestas del
Ramadán". Estos, entre otros). *Católicos Alerta,
Elecciones como papas de Pablo VI y Juan Pablo II
Montini no se ocultaba a la hora de
hacer gestos de lealtad a sus diabólicos amos, y para muestra un par de
botones:
- Un día del año 1964, tras su viaje
a Israel, “el Caifás” Montini apareció luciendo en su pecho el Efod de Aarón,
una joya simbólica que lucían los sumos sacerdotes de Israel. Aarón y
sus hijos serán consagrados y ungidos para ministrar en el oficio de
sacerdote — Las vestiduras de Aarón han de comprender un pectoral, un
efod, un manto, una túnica, una mitra y una faja — El pectoral del juicio
tendrá doce piedras preciosas con los nombres de las tribus de Israel sobre
ellas — El Urim y Tumim se colocará en el pectoral. (Católicos
Alerta. Pbro. Joaquín Sáenz y Arriaga).
- El 8 de diciembre de 1965 Pablo VI
apareció con una férula nueva coronada por una cruz tortuosa de la que colgaba
un cristo retorcido. Es de un estilo impresionista conocido como Servaes, que
había sido condenado en 1921 por el Santo Oficio y sancionado por el papa
Benedicto XV como contrario a la fe y a la tradición católica. Esta cruz está considerada
como satánica por algunos críticos, que afirman que era utilizada por los
seguidores del diablo en la Edad Media. Desde que Pablo VI la encargó
desafiando la condena de Benedicto XV, esta representación del anticristo ha
sido utilizada por él y sus sucesores en importantes actos religiosos, para que
el sospechoso cristo sea reverenciado por las masas y ellos reconocidos como
los líderes religiosos del Nuevo Orden Mundial.
Finalizado el mandato de Pablo VI,
Siri, el supuesto papa Gregorio XVII, seguía vivo.
Albino Luciani, el que se llamó Juan
Pablo I.-
Preguntémonos sobre Albiano Luciani
(Juan Pablo I). Tras un mes de Pontificado, fue encontrado muerto en su cama.
No mereció ni una pobre autopsia, pero sí un rápido embalsamamiento que
destruyó cualquier prueba sobre la causa de su muerte.
El cardenal Sin, de Manila, se lo
anticipó a Luciani la tarde de su elección: "Estoy seguro de que usted
será el nuevo papa". Por su parte, Pablo VI había dado dos señales en
favor de la candidatura de Luciani: el 16 de septiembre de 1972, en Venecia,
cuando puso su propia estola sobre los hombros de Luciani delante de 20.000
personas; y el 28 de abril de 1977, en la visita ad limina de los obispos
vénetos: no dando Pablo VI con el timbre que tenía en su butaca, Luciani le
ayudó; entonces comentó el Papa en voz baja: "Así ha aprendido ya donde
está" (205).
… Una hora después, recibió en su
estudio privado al cardenal Villot. Según Gennari, que ha sido profesor de
Teología en el Seminario de Roma, el papa Luciani comunicó a Villot su decisión
de realizar cambios importantes; por ejemplo, Benelli, secretario de Estado;
Felici, vicario de Roma. Villot reaccionó: “estos nombramientos significarían
la traición de la herencia de Pablo VI”. Después diría que "el Papa se
encontraba perfectamente" y que "no notó signo alguno que pudiera
prever el fatal desenlace y ni siquiera lo encontró fatigado."
… Magee preguntó al Papa cómo se
encontraba: "Sto bene! Sto bene! Eccomi!... dijo abombando el pecho.
"Estas pastillas de sor Vincenza son milagrosas. ¡Vamos a cenar!".
Durante la cena, frugal, Luciani se encontraba en plena forma. Magee le
preguntó si había elegido la persona que diera el retiro en el Vaticano la
próxima cuaresma. "Sí, respondió, está elegido". Y añadió: "El
tipo de retiro que yo desearía en este momento sería para una buena
muerte". Eran las 20'15. Según Magee, Juan Pablo I decía frecuentemente
que "su pontificado sería de corta duración", "que él se
marchaba y que sería reemplazado por 'el extranjero’” (¿K. Wojtyla?). No hay por qué descartar que estas expresiones
guarden relación con las "numerosas amenazas" de muerte que Juan
Pablo I recibió desde los primeros días de su pontificado. Según esto, la
muerte no le ha sorprendido a Luciani "como ladrón en la noche". Al
contrario, estaba vigilante e incluso (¡todo un símbolo!) murió con "la
lámpara encendida" (95). Terminada la cena, en la sobremesa, mientras
Lorenzi conecta por teléfono con Milán, el Papa le dice a Magee: "Tenemos
un problema, el cardenal Villot quiere resolver esta noche quién sería nombrado
nuevo patriarca de Venecia". Salen al pasillo. Lorenzi avisa que el cardenal
Colombo, arzobispo de Milán, está al aparato. Quince o veinte minutos duró la
conversación. Posteriormente Colombo declaró: "Me habló largo rato, con un
tono de voz normal, del que no se podía inferir que sufriera ninguna molestia
física ni enfermedad. Estaba completamente sereno y lleno de esperanzas"
(96). Hacia las 9'20, se fue a su habitación, despidiéndose con las palabras de
siempre: "¡Buenas noches! ¡Hasta mañana, si Dios quiere!". Poco
después el sargento Roggan, de la guardia suiza, volvía de cenar con su madre
en Roma. Dice: "Nosotros vimos la luz en el dormitorio del Papa hacia las
10'30 o las 11'00. Esto no era anormal" (97). Sin saber por qué, esa noche
tuvo problemas Roggan para conciliar el sueño. (“Se Pedirá
Cuenta”, de Jesús López Sáez).
Lo cierto es que este hombre accedió al Papado en el momento más oscuro y
peligroso de la reciente historia vaticana: las luchas intestinas comenzaban a
destapar la corrupción existente y las peligrosas relaciones de la banca
vaticana con la mafia, con los dirigentes de la francmasonería italiana, y con
el gobierno italiano. Hombres oscuros y terribles como el cardenal Paul
Marcinkus (dirigiendo el Instituto para las Obras de la Religión, Banco
Vaticano), Lucio Gellí, (encabezando la Logia P2), Michele Sindona (banquero y
mafioso) y Roberto Calvi (responsable del Banco Ambrosiano, que terminó colgado
del puente de Londres, arruinado y con los bolsillos llenos de piedras, como
aviso a navegantes). Los Gelli, los Sindona y los Calvi, confabulados para vaciar
empresas italianas y arruinar a los pequeños accionistas; estos personajes
serán los protagonistas de una estafa monumental que terminó poniendo patas
arriba a la Iglesia y al Estado Italiano. También la política italiana estaba
llena de episodios oscuros cuando Luciani accedió al Papado: eran momentos en
los que la Guerra Fría se manifestaba con crueldad con el secuestro y asesinato
del primer ministro italiano Aldo Moro, por negociar con el Partido Comunista
Italiano (un enigma no resuelto, con las Brigadas Rojas y la organización
Gladio de la OTAN por medio). Guerra fría, logias masónicas, banca vaticana,
cardenales corruptos, mafia, políticos democristianos, jueces y fiscales, ruina
económica, una seguridad papal inexistente, y sangre por todas partes…
Truculenta trama sin duda. El autor inglés David Yallop, especializado en crímenes no
resueltos, señaló a Paul Marcinkus como unos de los autores intelectuales
de la más que previsible eliminación de Juan Pablo I.
¿Engañó
Albino Luciani a Pablo VI, haciéndole creer que era de los suyos cuando le
nombró cardenal y lo postuló como su sucesor traicionando la confianza
depositada en él?..., ¿se negó a renunciar cuando fue elegido papa, para que
los sustituyera Wojtyla?, ¿puso en peligro los planes masónicos iniciados por
Juan XXIII con sus primeras decisiones papales?…, ¿se arrepintió de su traición
a la Iglesia y quiso enderezar su rumbo?... Un mes duró. Aún vivía el papa
oculto Siri, Gregorio XVII, con lo cual, Juan Pablo I, con buena o mala fe, no
era el legítimo papa.
Karol Wojtyla,
el antipapa judío que se llamó Juan Pablo II.-
El
polaco Wojtyla (Juan Pablo II) fue otro infiltrado elevado al cardenalato por
Giovanni Montini, lo mismo que el alemán Ratzinger (emérito Benedicto XVI).
Todos secuaces de Montini y continuadores de la Sede Vacante que ahora ocupan
Bertoglio y Ratzinger. Tras el destructor Roncalli y la obra de derribo de
Pablo VI, al paréntesis de Juan Pablo I le seguirán dos artistas del engaño: el
actor Juan Pablo II, y el músico Benedicto XVI.
Los
antecedentes judíos de Karol Wojtyla también son reconocidos por sus biógrafos,
pues el apellido judío de su madre era Katzarowsky; de hecho, Karol tuvo que
esconderse cuando se produjo la invasión alemana, cosa que no tuvieron que
hacer los conciudadanos de Juan Pablo II con apellidos polacos.
Wojtyla,
durante el pontificado de Juan XXIII, fue uno de los protagonistas de las
sesiones conciliares, siendo elevado a arzobispo por Pablo VI en el año 63 y a
cardenal en el 67. Durante su etapa como cardenal tuvo la protección y amistad
de Pablo VI, que lo recibió en numerosas ocasiones, encargándole los ejercicios
espirituales de la cuaresma de 1976 para la Curia y para el personal de la casa
de Pablo VI. Una atención tan especial le convertía en papable, pero la
elección de Luciani lo transformó en su recambio.
La
labor de Wojtyla en el desmantelamiento de la Iglesia la hizo, como sus
predecesores, desde el engaño -comparado con otros papas, era joven, deportista
y con don de gentes, añadiendo a sus cualidades las de actor de teatro-. Por
una parte, hizo una intensa labor de propaganda para ganarse a los
incondicionales católicos, esas gentes que siempre ven en el papa al padre
espiritual que necesitan. A la vez, se camufló entre los papas más alejados del
progresismo, liderando la rebelión contra el comunismo en Polonia, financiando
al sindicato Solidaridad. Favoreció a los regímenes de extrema derecha en
Iberoamérica en lucha contra el castrismo y contra la Teología Jesuita de la
Liberación, a la que condenó. Gobernó la Iglesia, apoyado por las diferentes
Conferencias Episcopales, conformadas por obispos postconciliares. En su
mandato, también se apoyó en organizaciones consideradas de extrema derecha: en
el Opus Dei (a la que dio la portavocía vaticana), y en los Legionarios de
Cristo. Ambas surgidas en el siglo XX, hacían gala sospechosamente de enormes
recursos económicos de los que el Estado Vaticano estaba muy necesitado tras
los escándalos financieros. Las dos organizaciones, pasando por integristas, en
la práctica son fanáticas impulsoras del Nuevo Orden. Por sus hechos los
conoceréis.
Por
otra parte, Wojtyla utilizó esa careta de papa carismático y sonriente para
dedicarse, en aras de la modernidad, a derribar a la Iglesia Católica de su pedestal,
y colocarla al mismo nivel que el Judaísmo y el Islamismo, e incluso, de
algunas religiones paganas, como el Budismo, a las que favoreció
reconociendo: "En el Budismo, -dice la Declaración Conciliar 'Nostra
Aetate'- los hombres alcanzan la perfecta iluminación y la liberación
con auxilio superior"... En sus visitas a sinagogas y al Muro de
la Lamentaciones de Jerusalén, también llevó a cabo vergonzosas declaraciones,
pidiendo perdón a los judíos por las persecuciones sufridas por los cristianos
a lo largo de la historia, olvidando, las intromisiones de las élites judías en
la Iglesia Católica, de la que se aprovecharon y a la que dominaron durante
siglos a través de papas afines. También azuzaron al mundo cristiano contra los
musulmanes, predicando cruzadas para favorecer sus intereses; también es
manifiesta su influencia sobre la Reforma Protestante y en la Revolución
Francesa, así como su labor instigadora de dos guerras mundiales que fueron una
sangría terrible en la juventud cristiana europea, que quedó diezmada, y la
introducción y financiación de un régimen criminal como el marxismo en la
historia. Wojtyla mismo, al que muchos apodaban “el judío”, fue un infiltrado,
al que organizaciones francmasónicas impusieron como sucesor de Pablo VI. Con un
Ritual deshecho por el Concilio Vaticano II, Wojtyla la emprendió contra el
Dogma Católico, al reconocer ante el mundo, que el hombre podía alcanzar la
salvación fuera de la Iglesia Católica, y destronando a Jesús, al aceptar la
visión masónica de considerarlo como otro iniciado, al nivel de Buda,
Zoroastro, y otros iniciados de la historia. Una conspiración para que la
propia Iglesia no considere al Catolicismo como la Única Religión
Verdadera.
Durante el mandato de Wojtyla, en el año 1991 los seguidores de Siri pueden convocar a la Iglesia perseguida, y elegir al sucesor de Gregorio XVII en la persona desconocida que tomó el nombre de Gregorio XVIII.
Joseph
Ratzinger, el socio de Wojtyla que se llama Benedicto XVI.-
Reconocido teólogo, participó en el Concilio
Vaticano como decidido reformista, defendiendo la libertad religiosa y el
respeto hacia las otras religiones. Desde el principio, levantó recelos entre
la jerarquía conservadora, por su apertura a pensadores partidarios de reformar
la Iglesia entre los que incluía a pensadores protestantes. Fue la mano derecha
de Juan Pablo II en su obra demoledora, y a su muerte, fue elegido sucesor del
Wojtyla como anti papa.
La abuela del Papa Benedicto XVI María Tauber-Peintner de Bolzano, Italia (entonces parte del Imperio Austro-Húngaro) pudo haber sido también de ascendencia judía, de la familia judía Tauber de Moravia y Hungría, descendida de Aaron Tauber de Moravia. Parece que su madre Elisabeth María (Betty) Tauber (1834 Moravia) nació judía morava que fue cortada de su familia cuando se convirtió en católica. Moravia y Hungría fueron regiones del Imperio Austro-Húngaro de los Habsburgo hasta la Primera Guerra Mundial.
Betty se trasladó a la zona sur del Tirol del Imperio Austro-Húngaro (ahora parte de Italia), donde tuvo una hija con Anton Peintner. Anton no se casó con ella hasta aproximadamente 3 años después del nacimiento de su hija María en Rasa en 1855. Betty era la hija de Jacob Tauber (1811 d.1845) y Josefina (Peppi / Josefa) Knopfelmacher (1819 d .1886). Jacob Tauber era el hijo de Jonas Tauber y su esposa Rebekah Zerkowitz. La familia Zerkowitz reclamó el estatus de Kohen.
Aaron Tauber pudo haber venido de la comunidad judía del valle de Tauber en Baviera de la cual él recibió su apellido. Posteriormente se trasladó a Moravia. El emblema de la familia Tauber es la paloma conectada con el nombre Jonas o Jonás. El padre de Aaron era Jonas del Tauber que era descendiente de Rabi Jonah Gerondi. Parecería que los antepasados de Tauber tomaron la identidad y los nombres católicos durante la persecución de los judíos bávaros y más tarde volvieron abiertamente al judaísmo en Moravia. (A esa conclusión ha llegado Aaron ben Gilad, un católico de origen judío y fundador de una obra que promueve la adoración perpetua. Basado en el artículo de The Wanderer y la investigación de Fides et Ratio).
Debido a las luchas internas no esclarecidas que se produjeron durante su
mandato, y aludiendo a su edad avanzada y a su precaria salud, renunció a su
cargo, ¿cedió a otro más joven el testigo para favorecer la continuidad en la
demolición y cambio de la Iglesia? El resultado: que vivimos una época de
desolación en la que tenemos dos anti papas: el emérito y el ejecutor, una Sede
Vacante en Roma y millones de católicos a los que nadie despierta, inmersos en
el engaño y el materialismo; con el verdadero papa consagrado errante,
desconocido y escondido.
Antonio J.
Bertoglio, el que se llama Francisco I.-
El
actual papa Francisco I, primer papa jesuita, masón y rotario reconocido,
sería, según las profecías de san Malaquías, el último papa, si bien, el último
papa sin mácula de previa y automática excomunión fue Pío XII, que nació y
murió en Roma; siguiéndole Gregorio XVII, fallecido en 1989 y un papa
desconocido que anda oculto y perseguido, cuyo nombre ignoramos. Las profecías
identifican como último papa a Petrus II Romanus. Francisco ni es romano, ni es
papa, aunque, con sus antecedentes, volcado como está en Roma con sus líos
vaticanos, podría acabar recibiendo ese apelativo, para llenar de contenido una
profecía forzada. En cualquier caso, la profecía se referirá al último papa de
la iglesia heredada, que ha sido sustituida por la iglesia del Nuevo Orden
Mundial que la masonería universal viene promoviendo desde el siglo XVIII. Ese
Nuevo Orden necesitaría, como paso previo, la Unión del Culto, para que el
gobierno del mundo pudiera ser una realidad y pudieran cumplirse las promesas
de YHVH a sus seguidores, unas promesas que no pasaban más allá de la tierra de
Canaán, pero que estos menesterosos han ampliado al resto del mundo. No será
mañana, pero poco falta: si no se unifica el culto en sentido positivo, lo
harán en sentido negativo, cuando triunfe por completo el materialismo en el
mundo, el ateísmo y la falta de fe, que todo ayuda a embrutecer al hombre;
éste, siempre conserva encendida una llama de inquietud en el corazón, aunque
esté falto de educación y principios. Pero en este juego se permiten las
trampas, por eso la unificación del culto puede equivaler a la falta total de
culto en este mundo trastocado y sin valores.
Siguiendo
la dinastía secreta y paralela de los papas que han podido ir sucediendo a
Siri, como Gregorio XVII, Petrus II Romanus sería el último de sus sucesores,
al margen de la ristra de destructores que padecemos.
Cada
una de las declaraciones de Bertoglio le delata como un populista que no se
atreve a dormir en el Vaticano, por si lo embalsaman. Puro teatro, ya sabemos
quién es quién en esta obra de suplantaciones y embalsamamientos, con actores
judíos, masones, jesuitas, opusdeistas, satanistas, y espías de diferentes
países, que disfrazados con alzacuellos, andan detrás del papel que abre la caja
de caudales vaticana, desde la que se maneja el corazón de millones de
católicos. En cualquier caso, todos sirven a Satanás: unos por delante, y otros
por detrás. Bertoglio es la jugada que los jesuitas han opuesto al jaque que
dieron en 1958 los masones imponiendo a Roncalli. Los jesuitas han demostrado a
las jerarquías que han sido capaces de hacerse con el Papado engañando a los
masones y al resto de caras de la pirámide de poder que tiene montada el diablo
y sus sacerdotes golen, ayudados por familias de banqueros interesadas en
acumular hasta el infinito. Pero también podría decirse lo contrario, que
Bertoglio es un masón disfrazado de jesuita. Aunque la estrategia golen sea muy
elaborada, es algo más burda, sabiendo como saben que ninguna autoridad los va
a perseguir. Yo apuesto por los jesuitas, mucho más finos, acostumbrados como
están a pasar desapercibidos para evitar persecuciones. Hay algo que me dice
que estoy en lo cierto: los jesuitas nunca consentían que sus miembros ocuparan
cargos eclesiásticos, pero de un tiempo a esta parte, los comenzaron a aceptar.
El tiempo descubrirá su retorcido juego, jesuita.
Tú, Antonio
Jorge Bergoglio, que entrando en la ancianidad has profanado el altar de Roma y
pretendes llevar a los católicos por el camino de la herejía con sermones
populistas, acabarás siendo castigado. Si eres capaz de aceptar la
irracionalidad de compartir el Papado con Benedicto XVI, sirviendo a vuestro
señor, será imposible que conduzcas a los católicos hacia la salvación, pues te
alejas del único camino que nos enseñó Jesús, al que se supone seguís los
jesuitas. Abandona a las organizaciones satánicas de las que formas parte y que
te reconocen como a uno de sus Pontífices Máximos, y proclama la Guerra
Espiritual contra ellos. Tu ancianidad no te protege del castigo, los demás
quedamos expuestos ante la tribulación que nos espera, según proclaman a los
cuatro vientos tus amos, los enemigos del género humano, los que nos tienen por
animales, los que no dudarán en esclavizarnos de mil maneras o de sacrificarnos
para sus fines, sin dar la cara. Pero poco hay que temer de ellos si estamos
despiertos.
La
infiltración de secuaces golen en la Iglesia es manifiesta, tras cientos de
años en los que anduvieron huidos, fuera del alcance de una Curia dedicada a
cazarlos. Ahora, desde el Papado, sea este anti papa jesuita o masón, como
goyim obediente, conducirá a los católicos confiados por caminos errados que
nos alejarán de la salvación.
Pero no desfallezcamos: el tiempo da, el tiempo quita, y aunque la desolación
nos embargue, y el Juicio Final no asome por el horizonte, las puertas del
infierno no prevalecerán contra la Verdadera Iglesia, la que tiene palabras de
salvación para los católicos que creen. Sus ataques y sus engaños no
impedirán que nuestro Espíritu conozca la verdad de su cautividad y quede
libre.
[1] En su libro “Los cuatro del Jesús.
Historia de una herejía“, Giulio Andreotti cuenta
que Angelo Roncalli, Giulio Belvederi, tío de la esposa
de Andreotti, Alfonso Manaresi y Ernesto Buonaiuti eran
cuatro seminaristas, unidos por una gran amistad y por la común
visión religiosa modernista. Los dos últimos han llevado sus ideas
heréticas hasta el punto de ser censurados y excomulgados (Manaresi y
Buonaiuti). Belvederi y Roncalli, sin embargo, fueron salvados por sus protectores;
en el caso del último por el entonces obispo de Bergamo Giacomo
Radini Tedeschi, de tendencia modernista. Otro compañero de Roncalli
en Bérgamo fue Nicola Turchi, que tradujo al italiano al
historiador Duchesne, también censurado.
[2] «Señor
y Gran Arquitecto, nos humillamos a tus pies e invocamos tu perdón por
nuestro error pasado mientras que estamos en curso de reconocer a nuestros
hermanos francmasones como tus fieles de predilección.
Hemos
luchado siempre contra el libre pensamiento pues no habíamos comprendido que el
primer deber de una religión, como lo ha afirmado el Concilio, es el de
reconocer incluso el derecho de no creer en Dios.
Hemos
perseguido a todos aquellos que en tu propia Iglesia, sin por ello alejarse del
camino de la Verdad, se inscribieron en las Logias, ignorando todas las
injurias y amenazas.
Sin
reflexionar, habíamos creído que un signo de la cruz era superior a
los tres puntos que forman una pirámide.
Por
todo ello te pedimos perdón, Señor, y te pedimos nos hagas comprender que un compás sobre un nuevo altar puede significar tanto como
nuestros viejos crucifijos. Amén».
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