Los humanos somos
omnívoros. Vivimos en un cuerpo animal que tiene que alimentarse para seguir
adelante. Nuestro cuerpo no puede vivir y conseguir energía sin comer y sin
beber; tampoco se puede tener salud comiendo sólo vegetales, además, exige
estar todo el día pastando, que es lo que hacen los animales herbívoros.
Aun estos, que se supone que no comen más que vegetales, frutos y semillas,
ingieren, sin darse cuenta, caracoles, babosas, gusanos y otros insectos que se
encuentran en los vegetales, sin los cuales no podrían estar sanos y fuertes.
Lamentablemente, el
que ha ideado este mundo ha querido que todo en esta vida pase por ciclos de
nacimiento y muerte como método de recambio para su creación. Seres
unicelulares o pluricelulares, pequeños o gigantes, nacemos, vivimos y morimos
dejando una semilla que continúa el ciclo evolutivo con nuevos ejemplares
jóvenes que ocupan el espacio de los viejos, que vamos muriendo. En lo que dura esta vida, necesitamos beber y alimentarnos regularmente comiéndonos los unos a
los otros. Hasta los vegetales, que parecen víctimas pacíficas, crecen mejor
entre restos de vegetales y animales muertos, aprovechando las sustancias de
sus desechos para medrar sanos y fuertes.
Después de millones
de años de evolución, las especies existentes somos verdaderas triunfadoras
frente a otras que han desaparecido por no estar adaptadas al medio. En las actuales circunstancias, ningún
animal se plantea ir contra su propia naturaleza queriendo cambiar la dieta
tradicional que le ha hecho triunfar como especie, simplemente comen. El
problema del hombre es su mente compleja, pues, siendo animal, posee el don o el defecto de
la racionalidad, cuestionándose y revelándose contra algunas de las cosas que
ha heredado: entre ellas, la dieta.
Es cierto que la
alimentación es importante, pero estando asegurada y teniendo salud, centrarse
en ella es perder una energía que puede utilizarse en mejores y más elevadas
causas. También es cierto, que las personas que rechazan comer carne o pescado
y sus derivados, esenciales en la alimentación tradicional de nuestra especie,
son una minoría, y que muchos lo hacen por ganar en salud, pero también, porque
no les falta la comida. Sea un acto de rebeldía, una excentricidad o un asunto
de salud, el rechazo les resulta costoso, ya que los alimentos que toman como
sucedáneos resultan ser mucho más caros y es frecuente que vivan con carencias
alimenticias, pues sin carne o pescado es difícil estar bien nutrido y tienen que
desvelarse mucho (formándose y buscando en tiendas especializadas) para suplir cualquier falta.
Si no queremos comer
seres vivos por una u otra causa, ¿dónde poner los límites? Necesitamos
alimentarnos de seres vivos o de sustancias que procedan de organismos vivos,
pues, aparte de la sal y el agua que tomamos, los demás alimentos son derivados
de animales y vegetales (todos ellos seres vivos).
Haré un corto viaje
por la evolución del hombre hasta llegar a nuestro tiempo. El resultado de esa
evolución es que los humanos tenemos un cuerpo muy resistente a las
enfermedades y necesitamos tomar muy poco alimento para obtener la energía
diaria que precisamos. Han sido necesarios millones de años para conseguir un
cuerpo con semejantes prestaciones.
- El hombre
primitivo, lo mismo que el antecesor del primitivo, eran recolectores, estando
obligados a alimentarse mientras había luz y, como cualquier animal, se veían
obligados a almacenar grasa en las estaciones más adversas, comiendo toda la
fruta y alimentos que encontraban. Vivían muy pocos años y solían ser víctimas de las estaciones, de los elementos, de las enfermedades, del hambre, y de las fieras que los
tenían como presa. El éxito como especie le vino de su capacidad de adaptación
a la comida: comía caracoles, bayas, frutas, insectos, hierbas, raíces,
roedores, animales pequeños y restos de animales grandes que carroñeaba antes
de que tuviera capacidad para cazarlos. Una de las especies más preparadas para
aprovechar las condiciones más adversas. En tiempos de sequía, podía encontrar
restos inaprovechables para los demás animales, pues era capaz de acceder al
alimenticio tuétano de los huesos desechados, lo mismo que a la masa
encefálica de los cadáveres, machacando los huesos con una piedra. Los chimpancés de nuestro tiempo que
viven libres en la naturaleza, ocasionalmente practican en grupo la caza para
completar su alimentación vegetal con carne, que contiene las sustancias complejas que
necesita su desarrollado cuerpo; también el babuino come de todo.
- Avanzando en
la evolución, la caza y la pesca se fue convirtiendo en el modo habitual de
vida de los primitivos, debido al clima y al rigor de las estaciones,
provocando la división en el duro trabajo de buscar comida: las mujeres, los
ancianos y los niños del clan continuaban con la recolección, mientras los
hombres más jóvenes se dedicaban en grupo a cazar y pescar, incluyendo entre
los animales a hombres de otros clanes a los que también cazaban para
comérselos. Un paso importante para evolucionar fue asociarse con depredadores
como lobos, hurones y aves de presa para asegurarse las piezas. La caza y la
pesca les proporcionaba alimento en las estaciones más adversas, además de
pieles para protegerse del frío en territorios para los que no estaban adaptados. De su asociación con el
lobo surgió la raza de los perros, gran ayuda en la caza y en la guerra.
- El gran
avance que se produce en su alimentación acontece cuando, sin abandonar la
caza, el primitivo se asocia a los animales herbívoros, dedicándose al cuidado
de los mismos, ayudado por los perros. Al principio, el hombre sería un depredador más, en competencia
con otras fieras a las que acosaría para quedarse como único depredador. En esa
situación, se produjo una asociación beneficiosa: los caballos, las vacas, los
asnos, los cerdos, las ovejas y las cabras, encontraron ventaja en la
protección que les brindaban los hombres, que salían en su defensa frente a los
depredadores: los rebaños prosperaban alejados del estrés de los ataques. El
hombre por su parte, se cobraba esa protección sacrificando algunos ejemplares,
sangrándolos para beber su sangre sin matarlos, y aprovechando su leche. La
seguridad del alimento hace desaparecer el hambre en el clan de los nuevos
pastores, que se ve fortalecido frente a las enfermedades. La menor mortalidad
hace que el número de miembros del clan crezca, pudiendo proteger a los rebaños
de otros clanes de cazadores. El hombre, convertido en ganadero, deambula por la superficie terrestre en busca de pasto para sus animales, liberado de la esclavitud alimenticia de los recolectores, cazadores pescadores.
- La
domesticación de los cereales mejoró también su alimentación y le
permitió almacenar los excedentes de semillas para utilizarlos en las
estaciones adversas. El germen de las semillas concentra el alimento y da libertad
y tiempo libre al animal que los consume. La agricultura se vio complementada
con la cría en semi cautividad de palomas, gallinas, patos, ocas y gansos, etc.
para consumir sus huevos y su carne. La cría del conejo también sería
importante, pues puede aprovechar su enorme poder prolífico como fuente
inagotable de carne y de pieles. Cuando aprendió a dominar el fuego, también
puedo dominar a las abejas y aprovecharse de la miel y de sus cualidades, sin
sufrir sus picotazos. Los
pastores, periódicamente se convertirán en
sedentarios, dedicados al cultivo de la tierra para completar su alimentación.
Una auténtica revolución y adelanto frente a los grupos de recolectores,
cazadores y pescadores, que verían pasar a unos rebaños de animales gordos,
vigilados por pastores numerosos, que no sólo les impedían la caza, los cazaban. Poco a poco, la ganadería alejaría a los hombres del
canibalismo.
-
Los pastores por su parte, dedicados a buscar
mejores pastos; periódicamente
se convertirán en sedentarios, cultivando la tierra para completar
su alimentación y la de sus animales.
Los humanos
consumimos seres vivos o alimentos que proceden de seres vivos, siendo los vegetales
también seres vivos. ¿Por qué tiene que haber límites? Y si ha de haberlos,
¿dónde ponerlos? Pensar
que actuamos por el bienestar de un animal negándonos a comerlo es pensar en
pequeño, pues atentaremos contra su especie. Si rechazamos los avances humanos, entre los que está la ganadería,
acabaremos en pocos años con razas de animales exitosas, que se asociaron con
el hombre en la edad primitiva para sobrevivir. Los hombres, por encima de la
explotación de animales que practicamos, seguimos protegiendo esas especies. Si el hombre rechaza comer la carne de sus animales o deja de utilizar especies como fuerza en el trabajo o en los tradicionales fiestas y festejos,
en cuatro días acabará con millones de años de evolución. Animales de carga como
el burro o el mulo, que en los años 60 del siglo pasado eran numerosos, hoy
están en extinción y no hay derecho a que lo estén: esos animales nos han ayudado durante
miles de años a llegar a dónde estamos.
¿Queremos volver al pasado y vivir de la
recolección de alimentos, o aceptamos los avances de la evolución comiendo
variado en función de las estaciones, para poder dedicarnos a otras cosas más
espirituales?
En la sociedad de
nuestro tiempo, el hombre puede completar la alimentación vegetal con
sustancias que no proceden de un animal, pero nunca hasta hoy ha sido, ni
siempre será así, que la humanidad también da pasos atrás. Lo que está claro es
que los humanos hemos evolucionado, llegando hasta nuestro tiempo comiendo de
todo, y que comer carne y pescado de vez en cuando es sano.
¿Estaríamos aquí como
especie si nuestros antecesores no hubieran comido carne y no hubiera sido una
especie oportunista? De lo que estoy seguro es que de existir no seriamos la
especie dominante, seríamos monos pelados menos evolucionados que los
chimpancés. Un animal irracional más, pues el demiurgo de este mundo hubiera
llenado de Espíritu la cabeza de otros seres de su creación más fuertes.
Pensemos, que en estos tiempos, con una humanidad que se amenaza a así misma con armas de extinción masiva, la especie animal mejor posicionada para sobrevivir y tener éxito en su evolución, ya no es el hombre, es la rata. Una especie que juega a destruirse no sobrevivirá; y si la amenaza bélica no se cumple y crecen los inapetentes en ella, se destruirá por poner límites a su alimentación, como los pandas, que por las adaptaciones digestivas que han sufrido no son capaces de comer otra cosa que bambú.
Alguien dirá: “¿cómo compara
un peligro tan enorme e inminente con otro que afecta a tan poca gente? Por que
las cosas pequeñas tienen gran importancia en la evolución, sobre todo, cuando van
a más, y este fenómeno va a más, como otros muchos que afectan al hombre de
nuestro tiempo: la especie humana retrocede en los países llamados civilizados, sobre todo en los medios urbanos, alejándose de
la naturaleza e infringiendo sus duras leyes. Eso al final se paga, porque nos hace débiles. Nuestra debilidad como especie se manifiesta en hechos muy simples: ¿cuántos de nosotros somos capaces de matar el pollo o el conejo que hemos criado y apañarlo debidamente hasta consumirlo? Cada vez menos. Por una razón: no sentimos hambre.
No hay comentarios:
Publicar un comentario