viernes, 13 de febrero de 2009

De aquellos barros estos lodos; se recoge lo que se siembra... etc.

Uno se acuerda de los malos estudiantes: que mienten a sus padres a los largo del curso sobre lo que estudian y dejan de estudiar. Pero el tiempo es inexorable: llega junio y la cosecha de calabazas desenmascara al zángano, que perdido y avergonzado, pone excusas para disfrazar de injusticia lo que no es sino la cosecha de su errada siembra.

También es buen ejemplo, el de aquél que recibiendo una gran herencia, en lugar de administrar la hacienda y los caudales, comienza a dilapidar lo que sin ningún esfuerzo recibió, pensando que el dinero nunca se acaba. Llegado el día nefasto, se encuentra con que no sólo se ha quedado sin dinero, los acreedores a los que ha ido regalando su hacienda, le exigen pagos pendientes y le embargan la casa.

Eso le está pasando a nuestro gobierno. Muchos veíamos desde el principio, que en lugar de administrar con juicio los dineros del común, los iba regalando a cualquiera que llegara a la Moncloa y calentara sus orejas con halagos. Desde el principio, comprobamos con estupor sus pocas ganas de madrugar, dando plantones a otros mandatarios cumplidores del horario. Mal síntoma es ese: de un vago no esperes grandes esfuerzos ni desvelos.

Pero llegó el final del curso: decía haber sacado buenas notas, y muchos le creyeron a pesar de que eran evidentes los malos resultados. Mentía con toda desvergüenza. Consiguió pasar de curso por la bondad o insensatez de algunos que se lo permitieron. Pronto se ha visto que el nuevo curso se le hace grande, que apenas han pasado unos meses y el fracaso es general en todas las actividades.

A los malos estudiantes hay que ponerlos a trabajar y a los gestores que gastan el dinero de todos en lugar de administrarlo, hay que echarlos antes de que nos arruinen. Las responsabilidades se piden después.

No hay siglas que valgan, sólo sentido común: si los elegidos no son capaces de administrar con cordura los caudales públicos, ¡Fuera! Por eso, si alguna vez volvemos a tener un buen gestor, cuidémoslo para que nos dure muchos años, sea quien sea. A los que ya conocemos por sus mentiras y tropelías, mantengámoslos alejados de los dineros, que son los dineros de nuestras pensiones, de nuestra salud, de nuestros hijos y de nuestros nietos, venidos o por venir.

No esperemos a que se vayan, que no se irán ¡Hay que echarlos!

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