domingo, 26 de abril de 2009

Más que testigos de la fe, los religiosos españoles de los años 30 eran un obstáculo para el desarrollo del marxismo

En el título del artículo, me estoy refiriendo a que los religiosos que fueron asesinados durante la República y durante la Guerra Civil en España, más que testigos de la fe, el marxismo los consideraba enemigos peligrosos. Los condenaron a muerte de antemano, por la capacidad de liderazgo social que tenían. Mataron a unos 6800 religiosos en España, el 13% de los sacerdotes, y el 23% de los eclesiásticos regulares, pero el objetivo era acabar con todos.

Se van publicando libros muy interesantes que aportan mucho a la verdadera memoria histórica de España. Como ejemplo: "Testigos de nuestra fe" (Las persecuciones religiosas ... 1936-1939). ¡Claro!, estos libros, auténticas actas notariales, aportan mucho a esa memoria incómoda que deja con el culo al aire al mal llamado progresismo, que no es más que un grupo de gente que aún es capaz de creer en las viejas mentiras marxistas, o simplemente, dirigentes pasados de moda, que continúan explotando, a contra corriente, esas mentiras (quedan idealistas trasnochados que las creen a pies juntillas, o que simplemente aparentan creer). 

Podría decirles que se bajen del guindo, que están engañados, pero el errado sería yo: no están engañados. Esos dirigentes, que se titulan progresistas, obedecen a los enemigos de siempre, a los que llevan cientos de años queriendo apoderarse de este mundo -prácticamente ya son sus dueños-, pero continúan detrás de mil disfraces, sin dar la cara ¡Siempre al acecho, utilizando marionetas! Están detrás del capitalismo, pero también han estado detrás del comunismo, del socialismo, de la masonería, y de todos los ismos imaginables. 

Centrándonos en el marxismo, es fácil comprobar que ha fracasado como fórmula de gobierno, porque es contrario al hombre; si ha sido capaz de imponerse durante más de 70 años a una parte del mundo ha sido por la coacción. El resultado: millones de seres humanos asesinados o muertos por el hambre, y millones de supervivientes que les ha tocado vivir un infierno en este mundo, obligados a ver, oír, callar, y pasarlas canutas. Mientras tanto, sus dirigentes, viviendo como reyes. Decía un cartel de propaganda en la España de los años 30, que el marxismo siempre iba de la mano del hambre; y ha sido verdad: en los países comunistas el hambre se reparte a manos llenas para igualar a todos por abajo. ¡Eso sí!, tienen buen cuidado de ocultarlo al resto del mundo, detrás de los éxitos deportivos y de la propaganda, en la que son auténticos maestros.

Los autores de los libros que denuncian el asesinato de religiosos en España en los años 30, dan título a sus obras de una forma demasiado discreta, pues aunque ponen al descubierto una realidad muy dura e incuestionable, la centran en lo que es la fe que comparten con sus mártires. Pero, ¿acaso no fueron también nuestros mártires? Seamos o no creyentes, si nos sentimos españoles, debemos acogerlos como mártires propios. Yo, así lo creo. 

El martirio de tanto religioso no fue casual, ni producto de la locura desatada de las masas incontroladas. Fue una decisión premeditada. Los manuales revolucionarios vigentes en aquellos años así lo recogían, y alguien, desde las alturas, dominando la 2ª y la 3ª Internacional, ordenó a sus agentes en España tomar medidas contra la Iglesia. Para que pudieran triunfar los planes revolucionarios en España, la Iglesia Católica mayoritaria era un obstáculo fundamental; si no fueron más los religiosos asesinados, se debió sin duda a la falta de oportunidad, que no al deseo. Los milicianos tenían órdenes expresas de pasar por las armas a todos los curas que encontraran. Alguien veía a los religiosos como enemigos peligrosos. Los temían porque podían constituirse en cualquier momento en auténticos líderes de la sociedad española de entonces. Si les hubieran dejado reaccionar, podrían haber echado a la gente contra ellos y volver a repetirse los episodios de la guerra del Independencia. Matándolos, dejaban capada a esta sociedad, que quedaba mansa y desamparada en sus manos. En un sistema político que no castigaba los actos criminales que se producían contra la misma República, la Iglesia Católica y los españoles que fueran contrarios al marxismo no tenían cabida en la nueva sociedad que estaban fraguando a espaldas de todos. 

Algún día, si alguien se atreve, desenmascarará, con todos los medios a su alcance, a los líderes de la izquierda de este país y a los nacionalistas y separatistas, que en aquellos años ejercieron de comisarios políticos al servicio de intereses extranjeros. El Banco de España era entonces la 3ª reserva mundial de oro y ese oro fue regalado a Stalin por un tal Negrín, que militaba en el PSOE. Esas riquezas sirvieron sin duda a los propósitos criminales de aquel genocida y a la perdición de millones de seres humanos en el mundo, que cayeron en la órbita marxista, mientras España pasó hambre por falta de recursos.
 
Si el Vaticano hubiera reaccionado de otra manera ante la agresión que sufría en las carnes de sus curas y monjas, en lugar de templar gaitas, y hubiera ordenado a la Iglesia española encabezar la reacción contra el marxismo, el futuro de España y del mundo hubiera sido otro y, posiblemente, no hubiera habido una guerra civil en nuestro país, ni tanto mártir. El pueblo llano se hubiera bastado para echar a patadas a los agitadores y propagandistas del marxismo, dedicados a engañar a los incautos. Los restos del ejército se hubieran manifestado mucho antes en contra del marxismo, en apoyo del verdadero pueblo español.

Franco sin duda, es el culpable de todos los males. Lamentablemente, cuando uno es consciente del peligro revolucionario que se vivió en España, se pregunta: ¿qué hubiera sido de este país formando parte del falso paraíso marxista? En el mejor de los casos, hubiera sido durante 60 años otra gran mentira, un gulag mísero y pobre cerrando el Mediterráneo, dedicado a propagar el sistema comunista por el norte de África -por la proximidad geográfica- y por Hispanoamérica -por proximidad cultural-, rompiendo culturas, extendiendo las mentiras, la esclavitud y el hambre.

Ahora, nos invaden con propaganda envenenada en telenovelas -en horas de gran audiencia-, sobre una República española ideal, a la que disfrazan de democracia, y a los comunistas, socialista, anarquistas y nacionalistas que la prostituyeron, como luchadores por la libertad. Franco y la derecha, una vez producido el Alzamiento, no fueron almas de la caridad, pero aquellos falsos demócratas tampoco lo fueron: ni antes, ni durante, ni después de la guerra.

No hubiera habido ninguna libertad en una república socialista en la que no se aceptaba la libertad de culto, ni otras muchas libertades, pues la izquierda no creía en el juego democrático, salvo para conseguir el poder; además, sus dirigentes obedecían consignas exteriores, que en nada favorecían los intereses de los españoles.

Las sociedades deben saber quienes son sus enemigos: desenmascararlos, y luchar contra ellos con todas su fuerzas; primero para sobrevivir, y luego, para que sean respetadas. ¡Claro! Hacen falta buenos líderes que tengan las ideas claras para detectar quién es quién.

Por eso, estos marxistas, falsamente renegados, tergiversan la historia: para que nadie se acuerde de acontecimientos y fracasos recientes, y la gente les siga por caminos erróneos y trillados. ¡Cuidado con ellos! Estos de la memoria histórica sesgada son muy peligrosos. Funcionan con el "Todo Vale", para conseguir el poder, y mantenerse en él. Posiblemente, estén ensayando una nueva fórmula para resucitar el marxismo, en una tierra no suficientemente vacunada contra él - donde parece que hay mucho nostálgico y mucho idealista, que piensa que ser de izquierdas significa estar del lado del progreso social. Eso no es así: cuando se impone el marxismo en cualquier sociedad, el pueblo comienza a pasar penurias, aunque a las penurias les llamen "sacrificios necesarios hasta alcanzar el socialismo" Son mentiras: las penurias para los de abajo, en las sociedades comunistas, no terminan nunca.

Hay diferencias entre el socialismo de hoy y el viejo socialismo español: parecen haber renunciado al marxismo, se dedican a insultar a los que lo inventaron y hacen amigos entre los musulmanes; pero sigue habiendo analogías: parecen ser capaces de cualquier cosa para alcanzar el poder, obedecen las consignas masónicas francesas, y desprecian a la Iglesia Católica, frente a otros credos, a pesar de que esos credos, allí donde anidan, continúan esclavizando a la mujer y a la sociedad.  

2 comentarios:

  1. Como hija de un miliciano me da pena ver un pais tal retrógrado y mentiroso como este. No hay tal marxismo ni siquieran tuvieron tiempo para dedicarse a matar tantos curas. Como se sabia en aquella época en esta puta España el pobre si no era cura era militar.
    Tuvieron una Republica efimera( comparada con la toda historia española).
    El resultado actual es el que salvese el que pueda. El mundo se está volviendo ingobernable. Somos muchos habitantes y las doctrinas del passado ya no caben en el mundo en que vivimos. Vamos a dejar de Bla, bla, bla... Y hablar en serio sobre lo que ocurre ahora.

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  2. ¡Bien! Imagino que tu padre no pudo elegir, como la mayoría de los curas que fueron mártires durante la República. En aquél tiempo era difícil identificar los intereses que había detrás de las nuevas ideas.

    Han pasado muchos años y hemos podido identificar esos intereses, que detrás del marxismo o del capitalismo siempre hay un banquero importante. Organiza una guerra, presta su dinero a ambos bandos a cambio de intereses suficientes, para que, gane quien gane la guerra, el beneficio sea al menos del 100%.

    Los muertos no importan.

    Dices que hay que hablar en serio de lo que ocurre ahora: Yo pienso que sigue ocurriendo lo mismo, aunque el marxismo haya fracasado y haya quedado desenmascarado.

    Se ha dividido al mundo en categorías, pero todas ellas pueden ser objeto de estos negociantes. Al final, ellos mismos están limitados, pues el objetivo final es unificar las culturas de todos los hombres. Léase al revés: destruir las culturas que no coincidan con la suya, para dar satisfacción a su dios y quedarse con el gobierno de este mundo.

    Mis ojos no son los tuyos: si lo deseas, cuenta lo que ocurre ahora.

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