jueves, 23 de abril de 2009

Tontos haberlos ahílos

Era de la opinión de que los tontos no existían, y que a lo más, alguno se pasa de listo y otros se quedaban por el camino, con un grado mayor o menor de inteligencia. 

Me había creído aquella historia en la que dos amigos con cierta minusvalía se peleaban con tanto ímpetu que tuvieron que separarlos para que no se mataran. Al separarlos, les preguntaron por el motivo de la disputa. Todos se quedaron de piedra: un desaprensivo había ofrecido un regalo al que fuera el más tonto de los dos. Ninguno estaba dispuesto a recibir semejante premio y cada uno afirmaba que el otro era el más tonto, hasta que comenzaron a golpearse.

Pues bien, hay un personaje en mi pueblo que contradice lo anterior: a cambio de vaya usted a saber qué premio, no le importa vociferar y rebuznar por los foros, disputando a cualquiera el honor de ser el más descerebrado. Lo hace por política, por lo que debe ser edil, pero de esos que creen que es el amo de la finca cuando simplemente es un simple administrador temporal, eso sí: de los malos ¡Que quede claro!

  


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