domingo, 17 de mayo de 2009

Los españoles tropezamos muchas veces en la misma piedra

La palabra “Patria” nos habla del lugar de nacimiento o de adopción por el que el ser humano siente un vínculo afectivo, cultural, histórico o personal muy intenso. Ese sentimiento está relacionado con conceptos primarios como familia, padre y tierra. Cada individuo puede sentir como patria el país, la región, la ciudad, el barrio, el pueblo, la calle, la casa o la finca en que nació, tuvo su hogar, o se siente identificado, y ese sentimiento dependerá de sus vivencias: quien no ha salido de la finca el sentimiento que albergará hacia el pueblo cercano será menor, pues lo verá como exterior y alejado; pero se sentirá parte de ese pueblo, con preferencia a otro, si hay una amenaza contra él. Para el ser humano puede haber varias patrias, haciendo referencia a “patria chica”, cuando se habla del pueblo, la ciudad, etc., frente a una patria más grande que puede ser la nación o país.
                 La palabra “Nación” está muy relacionada con la patria. Proviene del latín natio y ésta de nascor (nacer), por lo tanto, está relacionada también con conceptos sentimentales como nacimiento, pueblo, especie… Se distingue entre el concepto político y el término cultural de nación. El primero hace referencia al ámbito jurídico político y a la soberanía de un Estado; el segundo, a la comunidad humana que comparte ciertas características comunes: equivale a las palabras país, estado, territorio y pueblo que analizaremos más tarde. Sus miembros tienen conciencia de cuerpo ético y político diferente a otros, al compartir entre ellos la misma etnia, lengua, religión, tradición e historia. También aparecen conceptos como el de Estado-nación y nación cultural (sin territorio) como la nación gitana, o la nación judía antes de 1942.
La palabra “País” hace referencia a una determinada área geográfica, que es políticamente independiente y que cuenta con su propio gobierno, administración, leyes, fuerzas de seguridad y población.
La palabra “Estado” se refiere a un poder público separado de los gobernantes y de los gobernados, que constituye una entidad con personalidad jurídica propia y que está formada por un pueblo establecido en un territorio bajo la autoridad de un gobierno que ejerce la soberanía. Este concepto es más racional y no suele relacionarse con los sentimientos primarios de patria o nación.
La palabra “Territorio”, desde la tradición social, se entiende como el sistema que reúne la sociedad y el medio que ésta habita. El territorio se estudiará tanto en sus relaciones verticales (entre sociedad y medio físico), como en sus características (organización económica, política, demográfica, espacio construido, medio físico en cuanto condiciona a la sociedad…) como en sus relaciones horizontales (entre los diversos subterritorios que lo conforman). Muchos ensalzan la parte humana sobre el espacio físico o geográfico al valorar los anteriores conceptos, sin tener en cuenta, que el territorio es el espacio que nos da de comer, y que por tanto, a veces es necesario defender de otros para mantener nuestro medio de vida o simplemente para poder sobrevivir. El territorio ha dado de comer a nuestros antepasados, y si somos partidarios de la vida, deberá alimentar a nuestros descendientes, para que puedan encontrar en él las mismas facilidades que hemos tenido nosotros para vivir.
La palabra “Pueblo” hace referencia a los habitantes de cierta área geográfica, a la clase baja de una sociedad, o a una población de pequeño tamaño. La que nos interesa es el conjunto de habitantes de una nación, región o país que constituyen una comunidad por compartir la misma cultura.
La palabra “Bandera” es definidora de un símbolo que es el símbolo de la nación. Materialmente es un lienzo con unos colores, formas, dibujos o escudos que identifican a la nación.
El “Himno Nacional”  es una composición musical que representa el amor del pueblo a su patria; es adoptado por cada país con la bandera y el escudo para que sean los símbolos de la nación.  
La mayoría de estos conceptos enraízan con los sentimientos primarios del ser humano; por lo tanto, pueden ser explotados políticamente por cualquier desaprensivo o grupo que quiera sacar provecho, haciendo creer a las personas que comparten esos sentimientos que deben defenderlos frente a una agresión real o ficticia. El sentimiento y la razón son, como el agua y el aceite, de difícil mezcla. La persona que siente la patria o sus símbolos agredidos puede ser capaz de sacrificar su vida o de agredir para defenderlos, sin razonar sobre la oportunidad, conveniencia, o de pensar en si tal agresión existe.
 Pues bien: de todos estos conceptos los españoles podemos sacar consecuencias en relación con el sistema político social que nos hemos dado para nuestra convivencia. Nuestra Constitución está siendo cuestionada por partidos políticos que no la juraron, organizaciones separatistas a las que, de forma irresponsable, partidos políticos de izquierdas, de centro y de derechas, en los últimos 30 años, les han permitir participar en el juego político y tocar poder, a través de una Ley Electoral que les otorga unos resultados superiores a los votos obtenidos.

 Tampoco tuvieron en cuenta los padres de la Constitución los terribles antecedentes que protagonizaron algunos partidos durante la última República y la guerra civil del 36. La mayoría de los partidos republicanos desaparecieron, pero quedaron algunos: PSOE, PCE, ER y PNV. Todos ellos tuvieron un protagonismo muy destacado en el intento de destrucción de España que se produjo hace cerca de 80 años: socialistas y comunistas hicieron lo imposible para poner nuestro país en la órbita estalinista, para que triunfara en nuestro país la revolución bolchevique, y los otros  hicieron lo mismo para segregar las provincias catalanas y vascongadas del resto de España. En la democracia actual, PSOE y PC han aceptado el juego democrático y la Constitución, mientras los otros persisten en sus tendencias separatistas.
Esos partidos separatistas, aprovechando recursos públicos, han podido hacer proselitismo entre la juventud para encumbrarse y luchar contra la sociedad que nuevamente los ha dejado crecer. Ese sistema político, por ser blando con nuestros enemigos, nos está acarreado consecuencias que empeoran nuestra convivencia poco a poco. Permitirles gobernar, pensando que se adaptarían, ha sido un error; pero no ha sido el único: al delegar la legislación, la administración del territorio y la educación a entidades menores, han aumentado las desigualdades, y en aquellos territorios gobernados por nacionalistas hoy muchos ya no se sienten españoles.
Dicen que los burros no tropiezan dos veces en la misma piedra, los españoles y sus políticos sí ¿Estaremos a tiempo de rectificar?

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