Ni soy economista, ni me considero un administrador de bienes propios fuera de lo normal: un riojano o soriano de la montaña más, que solemos nacer, según dicen, con la virtud o el defecto del ahorro; por lo tanto, mi explicación será poco científica y siempre pegada a la tierra. Procuraré no darla como Pepe Isbert, el inigualable alcalde de “Bienvenido Mr. Marsall”, la película de Berlanga, enrollándose con aquello de... "Como alcalde vuestro que soy, os debo una explicación, etc." Ahí os va:
Si pudiéramos hablar con los animales y les preguntáramos por la crisis, ¿dirían algo?
- Un animal de la sabana africana se encogería de hombros y diría que no ha oído hablar de ninguna crisis, que él, para sobrevivir, tiene los mismos problemas de siempre: la sequía le trae el hambre, las lluvias el alimento, la mayor o menor cantidad de depredadores, etc.
- Un animal del zoo o del circo, posiblemente nos dirá que ha escuchado hablar de la crisis a los hombres, y que debe ser algo malo, porque ha notado que la comida ha bajado en calidad y en cantidad y ya no ve tantos cuidadores cerca de su jaula, ni tantos visitantes o espectadores. Reconocerá, que se han llevado a algunos animales y no han vuelto; pero nada más.
Si hablamos con los hombres, habrá notables diferencias entre unos y otros:
- Si hablamos con un cartujo, también se encogerá de hombros y nos responderá que él, con sus rezos y su huerta, no ha oído hablar de ninguna crisis; que hablemos con el Prior o con el hermano Procurador, que son los que llevan la economía del convento.
- Tampoco las tribus amazónicas que habitan la intrincada selva –si quedan-, sabrán mucho de la crisis, entretenidos sus miembros en cazar monos y recolectar frutos, para alimentar a la tribu. Lo mismo ocurrirá con cualquier gente que viva aislada de nosotros y tenga una economía de supervivencia.
- Si pudiéramos hablar con alguno de los misioneros que andan encabezonados en acabar con la pureza y el aislamiento cultural de los indios, seguramente nos dirá que la crisis le afecta bastante, pues ha dejado de recibir ayudas y no sabe cuánto aguantará.
- Los indios que andan en tratos con la civilización, nos dirán que han oído hablar de la crisis en las telenovelas que ven por la TV comunitaria que les regaló el Alán García u otro zascandil de ese hemisferio.
Todo lo anterior nos sirve para concretar, que la crisis, aunque no tenga cuerpo físico, existe, pero, únicamente es percibida por aquellos seres que tienen contacto y dependen en mayor o menor grado de nuestro llamado Mercado.
La crisis en realidad deberíamos llamarla por su verdadero nombre, que ahora se queda en un segundo plano: el apelativo se conoce como “desconfianza” y significa, que en estos momentos, nadie se fía de nadie. En ese Mercado, el crédito o confianza que antes se daba espontáneamente a las demás empresas y personas ya no se da y, cuando alguien se arriesga a fiarse de otros, se pasa las noches en vela pensando si le pagarán lo que le deben o le devolverán el dinero que ha prestado.
¿Cómo termina esa enfermedad? Muy sencillo: la confianza vuelve cuando el Mercado sana, y el Mercado se cura, cuando las empresas enfermas que generaron esa desconfianza quiebran o recuperan la salud económica. El problema es que los hombres que nos gobiernan son muy reacios a dejar quebrar las empresas de sus amiguetes -en este caso bancos-, pues son muy poderosos y, además, les deben demasiados favores. En lugar de quebrarlos, les prestan nuestro dinero, el dinero del gobierno -que es de todos nosotros-; con lo cual, esas empresas se quitan la podredumbre y la traspasan hacia arriba, a los gobiernos, que son los nuestros.
Ahora, ellos se han salvado de la quiebra, pero han traspasado el peligro de quiebra a las naciones. ¿Debemos dejar que quiebren las naciones, o por el contrario, tenemos que volver atrás el proceso y recuperar el dinero que prestaron nuestros gobernantes a las empresas y entidades financieras que generaron el problema?, ¿y si algunos gobiernos han contribuido también a la ruina de su país con su mala administración y sus corruptelas?
La mejor medicina para acabar con la desconfianza sería meter en la cárcel a todos los responsables financieros de la crisis y a los gobernantes que les han dado cobertura, con la excusa de salvar la economía; naturalmente, después de haberles expropiado todos sus bienes. Ya echaremos cuentas con ellos más adelante, por si nos hemos olvidado de contabilizarles alguna fechoría.
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