martes, 16 de octubre de 2012

En nuestro país se ha declarado delito negar el Holocausto Judío.-


Uno se pregunta en su escasa ingenuidad: ¿qué ha cambiado para que este gobierno incluya entre los delitos del código penal un delito tan singular como negar el holocausto judío? Sin duda, lo que ha cambiado es el gobierno de España, que el amigo ZP, con el torpe gesto de ponerse un pañuelo palestino, consiguió echar abajo el trabajo de todos los gobiernos españoles anteriores al suyo, incluidos los de Franco, de mimar la amistad con los judíos y, una vez reconocido el Estado de Israel, mantener buenas relaciones con él.


No es momento para presumir de cultura, pero no está demás una pincelada para recordar que los españoles estamos muy vinculados desde la más remota antigüedad con el pueblo judío: hay quien defiende que “hebreo” viene de “ibero” ¿Es posible? ¡Lo es!: sefardita también significa oriundo de Sefarat, el nombre que daban a España los españoles de religión judía que fueron expulsados en 1492. ¿Quién puede negar con seguridad que en la lejana antigüedad, israelitas procedentes de Iberia retornaran por una u otra causa a Israel, conservando el nombre de íberos o hebreos para distinguirse de los demás israelitas, convirtiéndose en uno de los nombres con los que eran y son conocidos? Y es que los pueblos fenicios comerciaron con el reino de Tharsis y tuvieron colonias en nuestro suelo patrio, donde sin duda hubo israelitas comerciando junto al pueblo filisteo (el nombre que da la Biblia a los antiguos fenicios). Como suele decirse, vecinos y compatriotas mal avenidos. 



Al margen de ZP, “que mala ... le den, por la ruina en que nos ha dejado”, me preguntó: ¿por qué un detalle de acercamiento como éste a los judíos, y en este momento? Creo que está claro: este gobierno necesitaba de un detalle con Israel que fuera impactante, buscando con él recuperar el terreno perdido por culpa del más oscuro personaje de nuestra historia, el tal ZP. 



Lo de menos es la prohibición penal de negar el holocausto, delito que será de escaso uso ante los tribunales españoles; lo importante para nuestro gobierno es el acercamiento a los judíos, por el poder del que disfrutan y por la importancia que estos dan a su holocausto; lo peor para nosotros, los españoles, es que, incluir semejante delito en nuestro Código Penal supone un recorte en los derechos constitucionales de expresión y de opinión, recogidos también entre los Derechos del Hombre. Imaginemos que un historiador demostrará que el holocausto no existió. Pues bien, gracias a un artículo del Código Penal Español ese historiador no podría publicar sus investigaciones en España porque podría ir a la cárcel. Este asunto queda censurado. Me pregunto también que en los 66 años transcurridos desde la terminación de la Segunda Guerra Mundial, más de un libro se ha publicado al respecto, y más de un artículo periodístico ha habido cuestionándolo. A esos no les va a pasar nada, pues no se les podrá aplicar esta norma, ya que, cuando publicaron su trabajo, negar el holocausto no era delito. Hacia ellos deberían dirigir sus argumentos los holocaustistas para  convencerlos y dejarnos en paz a los demás. ¡Cosa curiosa! En unos países negarlo es delito y en otros no.

Recuerdo a un profesor de filosofía, que era germanófilo, pero también muy pragmático. Para chincharle, un compañero de doce o trece años le soltó: “Padre Miguel: los nazis fueron unos asesinos, que me enterado de las cosas que hicieron”. "¡Qué sabrás tú!" -Le respondió el religioso, sin hacer aprecio al comentario ni extenderse en dar ninguna explicación, pero al poco, dejaba caer con cierta sorna: “la historia la escriben los que ganan las guerras. No hagáis caso de todo lo que os cuentan". -Y continuó: ”Para llegar a conocer la verdad es necesario buscar respuesta a tres preguntas: ¿Quién lo dice?, ¿de quién lo dice? y ¿por qué lo dice? Cuando tengáis respuesta cierta a esas tres preguntas os acercaréis al conocimiento de la verdad"

Y es que los historiadores demuestran cada día, que muchos hechos del pasado no acontecieron como nos los han contado. Pues cuando una gran guerra concluye, comienza otra diferente, que es la guerra de la propaganda, y quien gana la guerra de la propaganda pasa como vencedor y santo a los libros de historia. Los historiadores honrados tienen por delante una gran labor si quieren que las gentes conozcan una aproximación la historia real y no la tanda de embustes que estudiamos. Pero mucho me temo que el revisionismo no se tolera mucho en el mundo editorial, las cosas van por favorecer a los del calentamiento climático y otras tonterías, que dan mejores dividendos… a algunos.

Ejemplos de deformaciones o mentiras en la historia los hay a miles. La historia de Nerón sobre el incendio de Roma simplemente es falsa. Los historiadores romanos de ese tiempo demostraron que odiaban a Nerón. Nerón se encontraba veraneando en Ancio cuando se produjo el gran incendio en Roma, que pudo originarse en unos almacenes de aceite que había cerca del circo Máximo. Nerón acudió rápidamente a Roma cuando se enteró del hecho, y se puso a organizarlo todo: abrió los jardines imperiales, el campo de Marte y otros, donde dispuso cobertizos para refugio de los romanos que se habían quedado sin casa; rebajó el precio del trigo; visitó las instalaciones y se preocupó por el estado de las personas y de los barrios afectados, abriendo cortafuegos. Pero los efectos devastadores del incendio, y la propagación del infundio de que Nerón había ordenado quemar la ciudad, caló más en los cives romanos que la verdad. Todos le consideraban lo suficientemente loco como para ordenar el incendio de Roma. En esa situación, no es extraño que Nerón tirase por la calle de en medio y se inventara un nuevo enemigo, para desviar la ira de los romanos. En realidad, Roma ardió un 18 de julio del 64 por un hecho casual, al que se unió el viento en un verano caluroso. Sin duda, la mala urbanización de la ciudad, donde eran habituales los incendios, y el caos que sobrevino, hizo el resto. Nerón aprovechó la ocasión para planificar una nueva ciudad donde prohibió la construcción de casas altas de madera, con calles más anchas que sirvieran de cortafuegos, y tomó medidas radicales para que el agua corriera por toda la ciudad e impedir que en futuros incendios ocurriese lo mismo. Pues bien, lo que nos ha llegado, es que Nerón mandó quemar la ciudad para construir una nueva, mientras, desde lo alto de la torre Mecenas en el monte Palatino, recitaba versos alusivos a la destrucción de Troya, tañendo su lira. Esto último es cosa del cine. 

Por poner otro ejemplo cercano al anterior de cómo influye la propaganda sobre los hechos históricos, comentar uno que, una vez analizado a fondo, resulta ser una mentira como una casa: se trata de las famosas persecuciones contra los cristianos. Si nos atrevemos a quitar la emoción propia del victimismo a las persecuciones que sufrieron los cristianos en Roma, comprobaremos que, a excepción de la persecución de Nerón que acusó directamente a los cristianos de incendiarios, las demás persecuciones no iban expresamente dirigidas contra los cristianos. En Roma no se perseguía a los ciudadanos por el hecho de practicar una religión contraria a la religión oficial, se producía la persecución por la negativa de algunos ciudadanos a obedecer las órdenes puntuales del emperador de turno. El hecho de practicar una religión diferente no era causa penal en aquellos tiempos, donde la libertad religiosa existía. El Imperio estaba lleno de dioses diferentes, estando previsto, para evitar que ningún dios se sintiese postergado, el culto al dios desconocido. Pero ese sistema de libertad religiosa convivía con un régimen político autoritario, donde no se podía cuestionar la autoridad imperial. El emperador era considerado autoridad indiscutible, a la vez, pontífice máximo y dios viviente; en ese contexto, era delito negarse a quemar incienso por el emperador y por los dioses. No se le pedía a nadie que renunciara a su dios, se le pedía acatar la voluntad más o menos razonable del emperador en cuestión. Además, por respeto, en el bando de los dioses ninguno debía quedar discriminado, de manera, que lo oficialmente correcto era que los ciudadanos quemasen incienso por su dios y por el dios de los demás, haciendo votos a su vez, por el emperador. El ciudadano que se negaba a quemar incienso a los dioses –siguiera la religión que siguiera- incurría en delito, pero no era castigado por ser cristiano, pagano o judío, ni era castigado de cualquier manera, sufría la pena prevista por la Ley. Las distintas persecuciones tuvieron lógicamente sus propias peculiaridades, dado que transcurrieron muchos años entre una y otra y fueron emperadores diferentes los que las impulsaron. Hasta los judíos tuvieron su propia persecución por contrariar al emperador Domiciano, que les exigió que aportasen al erario público la ofrenda que mandaban anualmente al templo de Jerusalén, ya que el Templo había sido destruido por Tito y ya no existía.

En este asunto, se intuye cierto interés de la Iglesia en imponer el número 10 como el número de persecuciones que hubo contra los cristianos, imitando las plagas de Egipto y otras citas bíblicas; aunque no todos los autores están de acuerdo en esa cifra. De las persecuciones mencionadas, varias de ellas no iban dirigidas específicamente contra los cristianos; y habría que añadir a las anteriores persecuciones las que tuvieron lugar después del edicto de Constantino, contra los cristianos discrepantes de la doctrina oficial -tan sangrientas o más que las otras, sin duda-, pero los perseguidos ya no serán calificados por la Iglesia como mártires, sino como herejes, y también habría que incluir como persecuciones, las que se practicaron a partir del triunfo del cristianismo, contra los resignados paganos, que veían como una intransigencia religiosa creciente se volvía contra ellos, que comenzaban a ser perseguidos por el nuevo Estado Cristiano, por negarse a abandonar sus creencias en favor de un único dios. El monoteísmo trajo muchos cambios y mucho dolor para los habitantes del Mediterráneo, que respetaban las tradiciones paganas del Viejo Imperio Romano, pero de esas persecuciones no se dice nada, se callan, como se hicieron callar a todos los autores que defendían el paganismo frente al cristianismo, cuyas obras y las de sus apologistas han sido destruidas y ninguna ha llegado a nuestro tiempo. Ha llegado el nombre de un pagano llamado Porfirio que conseguía poner en aprietos a la Iglesia de entonces, empeñado en dejar al aire sus vergüenzas. Si hoy la Iglesia tuviera aquél poder, la disquisición de este pobre bloguero podría conducirlo a la hoguera. ¿Hubo mártires cristianos? Sin duda los hubo, pero ¿persiguió Roma a los cristianos por ser cristianos? No, sólo Nerón los persiguió por esa causa, que los acuso del incendio de Roma para quitarse de encima los rumores que lo señalaban a él como autor del incendio. Las demás persecuciones contra los cristianos fueron puro victimismo, que los demás ciudadanos del Imperio también las sufrieron y, o no se quejaron, o no transcendieron sus quejas. La Iglesia cristiana, sin embargo, las ha manipulado en su favor durante cerca de 2000 años.

En nuestra propia historia hay casos a mansalva: el más cercano que tenemos los españoles es nuestra última guerra civil, que, ganándola Franco en el frente de batalla, al final la perdió por la propaganda. Sus enemigos supieron transmitir a las generaciones posteriores una gran mentira: que ellos eran demócratas y que Franco se alzó contra la República, como modelo de democracia naciente. La realidad es que esos que se invistieron de demócratas, en el año 34 se rebelaron contra esa República a la que tanto alaban porque habían perdido el poder en la urnas; después, cuando en febrero del 36 volvieron a ganar las elecciones, se cargaron la II República, iniciando el camino hacia un régimen totalitario, que era su verdadero objetivo. La sociedad española de aquel tiempo, entre febrero y julio del 36, veía con estupor cómo los poderes del Estado promovían el terror y destruían el Estado de Derecho, terminando por asesinar al jefe de la oposición. Ese hecho llevó a un grupo de militares a levantarse contra el gobierno del Frente Popular para impedir que la revolución estalinista anidara en España. Que eso condujo –guerra por medio- a una dictadura de más de 40 años… Es cierto. Pero la otra opción hubiera sido la dictadura del proletariado (un mundo de esclavos al que sigue queriendo  llevarnos la izquierda radical de nuestro país). Los países de Europa que cayeron en semejante dictadura estuvieron atrapados hasta la caída del muro de Berlín, sufriendo, además de la restricción de libertades de todo tipo, un retraso social, económico y moral de muchos años. El régimen de Franco no supo remachar la victoria ganando la batalla de la propaganda, por eso los españoles lo recuerdan hoy como el dictador que fue y no como el salvador de un modo de vida, de unas creencias y de una cultura propia. Eso costó sangre. Pero nunca sabremos la sangre que se hubiera derramado en España si la guerra del 36 la hubieran ganado los otros en el campo de batalla, esos a los que invisten sin ninguna desvergüenza de buenos republicanos y de demócratas. Sin contar, que España hubiera sido un campo de batalla más en la Segunda Guerra Mundial, pues habría sufrido la invasión de los alemanes, una guerra de  guerrillas, y la posterior invasión de los aliados para liberarla.

¿Más ejemplos? No creo que hagan falta: no acabaríamos nunca de revisar la historia.

Pues bien, centrando el asunto, todos los que venimos al mundo, necesitamos que un profesional que dé fe de los hechos del pasado. No tenemos por qué fiarnos de la versión de la historia que cuentan los que ganan las guerras, que siempre intentarán justificarlas y justificarse, demonizando al enemigo. Y no tengo nada contra los judíos, ni tengo por qué dudar del holocausto, pero que mi gobierno decrete que si lo niegas incurres en delito no me ayuda a creer. 

Comprendo que mi gobierno esté interesado en hacer buenas migas con el poder judío y yo en eso estoy con mi gobierno, pues todo vale para salir de la crisis. En estos momentos estamos inmersos en un tipo nuevo de guerra -en este caso se trata de una guerra económica entre el Dólar y el Euro, guerra promovida por los dueños del Dólar. Pues bien, los dueños del billete verde -lobbys ellos- nos están acosando con sus Agencias de Calificación o de Rating y sus ataques a la deuda española y a nuestra bolsa, pero no lo  hacen por inquina personal, sino porque ser el flanco débil de la zona Euro. Si esta jugada de apoyo al holocausto sirve para que nos perdonen un poco, bienvenida sea, pero me temo que no sirva de mucho: fuera del mundo de la diplomacia y de las relaciones internacionales, la economía española es un objetivo menor para el enemigo, su objetivo principal es la destrucción del Euro. Los dueños del mundo no quieren competencia en su negocio principal, que es el Dólar, la divisa por excelencia que se ha visto desplazada por el Euro. Si no pueden destruirlo, harán lo posible para apoderarse de él ¡Y ya están en ello!, Draghi es de los suyos, lo mismo que muchos de los dirigentes de la Unión Europea, que acabarán traicionándonos. 

Volviendo al holocausto ¿Existió el holocausto judío? La realidad es que yo no estuve allí, por lo tanto, no puedo afirmarlo ni negarlo; además, cualquiera se atreve a decir que no existió..., lo que siento es que ataques genocidas a otros colectivos no tengan la misma denuncia y la misma consistencia, como el genocidio de los republicanos españoles que salieron de España en 1939 y acabaron en campos de concentración, el de los gitanos, el de las personas con síndrome de Down, el de los miles de enfermos mentales, etc., etc. También se olvida que hubo genocidios varios en la Rusia de Stalin, que se sabe que antes y después de la 2ª Guerra Mundial llevó a cabo una política anti judía radical y sangrienta. No entiendo por qué se lo perdonan. En las revoluciones marxistas que se originaron por todo el planeta hubo millones de muertos y, por terminar con esta triste historia, recordar el genocidio que la ONU consintió en Ruanda en 1994, que casi acaba con el país, y el último, no por silencioso menos importante, el genocidio que se está extendiendo por todo el planeta promoviendo la legalización del aborto. A millones de seres humanos, a los más desvalidos, se les está asesinando con la ley en la mano en trituradoras de elegantes clínicas. Pronto se asesinará a los ancianos aludiendo a que originan muchos gastos al sistema de salud… ¿A qué dios ofrecen estos sacrificios los que promueven el aborto y otras prácticas criminales, como es utilizar como cobayas de nuevos medicamentos a los más desvalidos? 

Quien niegue estos genocidios, que se lo haga mirar, pero que esté tranquilo: nadie lo va a procesar por negarlos, convirtiendo la negación en delito.

¡Ah!, un detalle para finalizar y terminar de liarla: Dicen que holocausto significa sacrificio, una palabra que hace referencia a los sacrificios que los antiguos ofrecían a sus dioses, normalmente animales que eran consumidos totalmente por el fuego. Cuando se ofrecía un sacrificio de 100 animales, se convertía en hecatombe. Con ese bagaje histórico, las autoridades religiosas judías deberían haber elegido otra palabra más apropiada para definir el asesinato de los suyos por parte del régimen nazi. Tan exquisitos a la hora de hilar fino, deberían haber entendido que los nazis, si cometieron genocidio contra ellos, no lo harían como sacrificio a ningún dios, lo harían para exterminarlos. Tampoco la idea de quemar los cadáveres hasta dejarlos en cenizas parece responder al objetivo de un sacrificio, como es que el humo ascienda por los cielos hasta llegar a algún dios, la idea, de existir, sería más simple: librarse de los cadáveres y hacerlos desaparecer aplicando técnicas industriales. 

Así pues, no se puede negar el holocausto judío en España porque lo dice la Ley, pero aquellos asesinatos colectivos, si los hubo, deberían haberlos tipificado desde el principio como un genocidio y no como un holocausto, que es otra cosa. Si las autoridades judías lo conceptuaron como holocausto, para ellos queda, pero no se puede meter en un Código Penal un delito sin acotarlo y definirlo con toda precisión, que la pena por un delito no es ninguna broma. El que la haga que la pague, y que no pueda escabullirse, por falta de rigor de un legislador débil y chapucero, negando el delito mediante un artificio tan sencillo como el descrito, diciendo que, si existió el holocausto, no fue holocausto sino genocidio.

En cualquier caso, no nos impiden creer o no, que es algo que queda en el interior de cada cual; además, lo de creer por creer es cosa de fe, y la fe no todo el mundo la tiene o la merece. La verdad, sea la que sea, no la sabremos; de las tres preguntas del filósofo, conocemos sólo dos: ¿quién lo dice? y ¿de quién lo dice? Nos falta conocer la tercera: ¿por qué lo dice? Si alguna vez conocemos la tercera respuesta podremos afirmar o negar, lo que no sé es si nos dejarán. De momento, no.




No hay comentarios:

Publicar un comentario