En la mañana del domingo 3 de diciembre, nos juntamos
en la placita de entrada a la Diputación General de Aragón, unos miles de
aragoneses, para protestar contra la política de Sucesiones, Donaciones y
Plusvalías que ejecuta usted y sus socios. Si éramos 1132 o 3000 da lo mismo,
porque tiene mérito llenar la plaza y ocupar un sentido del PºMª Agustín, en un
domingo con cierzo, a 60 de temperatura, y apretándonos como
pingüinos buscando el sol, mientras nos acordábamos de usted. Imagínese los que
nos hubiéramos juntado si el día hubiera sido primaveral. Siendo honesto, he de
reconocer que el mérito de reunir a tanta gente es suyo, por su forma de hacer
amigos.
Se lanzaron eslóganes como éste: “Si mantienes sucesiones perderás las
elecciones”. Ya perdió usted las anteriores, y por esas componendas que hacen los
políticos cuando no hay una mayoría clara ni respeto a los votantes, suben al
poder los perdedores. Ahí está usted de Presidente de Aragón, y su socio
perdedor, de Alcalde de Zaragoza. Ambos, sin haber ganado elección alguna.
Sabemos que necesita caudales para seguir disfrutando de los votos de sus
socios y estos de los caudales, y también, que le encanta salir por la tele como
Presidente de Aragón. ¡Créame! No todo vale para conseguir ingresos. En cuanto
a la tele, sea realista: está usted reñido con los índices de audiencia. Cada
cual tiene sus virtudes, pero también sus defectos. No se le ve a usted con
carisma, y eso en los telediarios se paga caro.
En cuanto a la política fiscal, le da a usted por enrocarse en el tema de
Sucesiones, cuando el resto de feudos socialistas ya han cedido a la presión
popular: Andalucía cayó, también Asturias y Extremadura. Ahí está usted, erre
que erre, como Paco Martínez Soria en su empecinamiento. Si por lo menos
estuviéramos hablando de justicia, pero no, hablamos de otra cosa: de quedarse en
todo o en parte con la herencia que dejan a su familia los difuntos aragoneses,
con unas leyes confiscatorias. Pero, ¿quiénes son esos difuntos y de dónde
proceden sus bienes?
En el pasado siglo se creó en España una clase de propietarios, integrada
por gente humilde y trabajadora procedente de la emigración interior y de los emigrantes retornados, que,
trabajando un sinfín de horas y haciendo pluriempleo, pudieron hacerse con un piso.
Hay mucho esfuerzo familiar detrás de cada herencia -que nadie les regaló nada
a nuestros antecesores-, y muchos de los hijos que hoy heredan, también echaron
una mano a sus padres para pagar las letras mientras vivían con ellos. A esos
son a los que está usted privando del disfrute de la herencia, que las grandes
fortunas ya se han censado fuera de nuestra tierra, y son inalcanzables.
Está solo. La gente de bien no ve con simpatía la aplicación que hacen
usted y sus socios de la Ley de Sucesiones y Donaciones. Sus propios compañeros
de partido la rechazan. Incluso en su mismo gobierno y en su propia familia, si
los busca, encontrará partidarios de nuestra causa. El tiempo obra en su
contra, porque cada día que pasa habrá más aragoneses cabreados que tendrán que
renunciar a la herencia o que se habrán rascado el bolsillo para no perder los
bienes que sus familiares les han dejado, o que habrán tenido que cambiar su
domicilio fiscal a otras comunidades, en las que la aplicación de la Ley no castiga a las herencias.
Pocas opciones le van a quedar si no rectifica su política fiscal. Le advierto que se
recoge lo que se siembra. Pasará usted a la historia por dedicarse a aliviar de
peso el patrimonio de los muertos. Me imagino el mote que le quedará cuando
deje el sillón: “El arruina maños”.
(Foto Heraldo de Aragón).
(Foto Heraldo de Aragón).
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