José Antonio Labordeta ha dejado este mundo; su cuerpo ha muerto, que no ha podido resistir por más tiempo la enfermedad y ha dejado de cantar; el Espíritu de José Antonio sigue vivo, pero, sin body que le cobije, se ha visto obligado a abandonarnos y tomar el transporte al Más Allá. Espero, que a lo largo de sus viajes, haya aprendido lo suficiente para despertar del engaño en que vivimos los humanos y pueda alcanzar esa libertad que tanto ha cantado. Si no, podría tener que volver a esta cárcel e interpretar otro personaje en una nueva comedia trágica, dentro de otro cuerpo mortal.
Se ha ido el cantautor, el político, el profesor de historia, el vecino, el ciudadano; se ha marchado con él José Antonio: el esposo, el padre, el abuelo, el hijo, el hermano, el nieto, el hombre de estar poco por casa, aunque, últimamente, no le quedaba más remedio.
Siendo un personaje famoso y popular, le gustaba pasear por nuestra ciudad sin mochila; podía hacerlo con total libertad gracias a la buena educación de los zaragozanos, que nos limitábamos a saludarle cortésmente con un a Dios o un simple meneo de cabeza cuando nos cruzábamos con él por cualquier calle del centro. Otros simplemente, al reconocerle, se le quedaban mirando ¡Cuidado!, que si lo parabas, te saludaba como si tal cosa, que no iba subido al pedestal de la fama ni mucho menos.
Bueno, ya se fue y éste es el momento de la despedida, por eso, vamos a olvidar los roces, los desencuentros y las miserias, que no siempre, por mucho interés que pongamos, se acierta o se queda bien con todos.
Labordeta no se lleva sus bienes materiales con él, ni sus dolores, que aquí han quedado, lo mismo que su cuerpo; no se lleva su mochila que, para volar no la necesita, y mucho menos, si se va con los vientos siderales, cantando a voz en grito canciones libertarias. Ni se habrá acordado de cogerla. Estará buscando, mientras canta, la ciudad invisible donde arman sus jaranas los dioses inmortales. Los de Teruel y los maños en general, como buenos españoles, son bien recibidos en Agartha cuando llegan. Si la encuentras, ¡qué buenos jamones te esperan José Antonio!, y cuántas noches toledanas, si te dejan retozar con las Walkirias, seguro que te hacen los ojos chiribitas, picarón.
Dejaste tu vieja guitarra en casa, compañera de festivales y de buenos ratos, porque creíste que en el otro lado cantaban con lira. ¡Tranquilo!, lo tuyo es la voz. No sé cómo se le darán las melodías celestiales a un cantor de carácter como tú. Aquí en la Tierra, si no hubieran pagado bien, hubieras disfrutado más cantando jotas a capela en la barra la taberna, que en el escenario, como antiguamente acostumbraban los maños recios como tú con los amigos; lo hacían con la única excusa de hinchar la vena del cuello más que el otro, mientras terminaba de bajar el vino por el gaznate engrasando el corazón y refrescando el alma. Ahora no dejan cantar en los bares, que los valores se van con el negocio, tampoco hay porrones ni vino en bota para hacer rondas, que tú no eras de cantimplora y agua clara. Si quieres beber vino, te obligan a hacerlo en vaso lastimero, que no es lo mismo.
Aparentemente, te vas solo: “igual que vino se fue”, dice una canción. Pero te llevas contigo tus experiencias, tus pensamientos y recuerdos; también dejas tus cosícas, escritos, canciones y algún desencuentro pasajero de ¡Váyanse a la mierda, coño! En nuestro recuerdo queda el aragonés con bigote y poco pelo, que cantaba con la camisa remangá y voz de trueno a su tierra y a sus gentes; un hombre maduro y rocero, que gustaba romper las distancias tratando a los importantes de tú. Sabías que entre los hombres las diferencias no existen, si los otros no lo sabían era su problema.
Aceptando que nada material sale de aquí cuando te marchas, por el contrario, te puedes llevar contigo un gran tesoro, las simpatías acumuladas, la amistad, el agradecimiento y el cariño, que pesan poco. Espero que tu Espíritu no tenga contrapesos mayores que lo sujeten a este mundo: ligero de equipaje como Machado, puedes subir muy alto.
Labordeta y José Antonio, por distinguir a la persona pública del hombre, dejó amigos y enemigos en España y a pocos indiferentes, pues, equivocado o no, su postura fue beligerante en favor de una de las tres Españas, pasando por alto que la más importante no es ni la que se cree la dueña del cortijo, ni la que se dice esclava en él, sino la que trabaja, deja vivir y soporta con resignación a ambas. Sin duda, pesó en tu ánimo la historia familiar para elegir. Muchos, tampoco comprendemos tus últimos derroteros políticos, cercanos a nuestra ruina, pero ya no tienen remedio, que el agua pasada no mueve las muelas del molino, ni el aire las aspas; además, otros aciertos lo compensarán.
Como la ronda, que cambia de balcón y de calle, te has ido con la música a otra parte.
Intenta no volver. Por muy satisfecho que estés de tu vida pasada, que puedes estarlo, esto es el infierno: una comedia trágica donde al final muere tu personaje y acaba la función para ti. Ni saludar te dejan desde el escenario, que te echan sin contemplaciones del teatro y te vuelven invisible. ¡Hazme caso!
Si en el Más Allá te aburres, no dejes de protestar, que eso lo haces bien, pero hazlo cantando jotas, para que te atiendan, que las jotas, gusten o no, siempre sorprenden.
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