miércoles, 28 de julio de 2010

Las religiones que se nos disputan

El judaísmo es la práctica religiosa más antigua de las tres que vamos a tratar; lógicamente, desde Abraham, ha tenido una evolución.
Se acepta con facilidad, que la religión cristiana es heredera de la religión judía, olvidando, que la religión cristiana también es heredera de aquellas religiones paganas que estaban asentadas en Roma cuando el cristianismo se convirtió en la religión oficial del Imperio (Mitraísmo, culto a Isis, etc.). Así, la religión cristiana es el producto resultante de una mezcla.
El islamismo, es la tercera de las religiones con influencia en Occidente; es la tercera en antigüedad y bebió en las fuentes judía y cristiana.
Hay una cuarta religión que es el resultado de la falta de religión, y que en nuestro tiempo es la que mayor seguimiento tiene en los países desarrollados: se trata del materialismo. Es el resultado del fracaso de las religiones oficiales sobre las gentes. Entre sus adeptos, gentes variadas: cristianos, judíos, musulmanes, etc. que, ni practican su religión, ni la conocen. A pesar de su realidad, muy pocos se consideran ateos. Practican el materialismo y adoran el dinero; su principal objetivo es la acumulación de bienes materiales. Habrían caído en la tentación del más Acá, abrazando los valores de este mundo y abandonando los valores espirituales.
La unidad no existe en las tres religiones que se disputan a los hombres y a Dios:
La unidad de los cristianos no existe: católicos, ortodoxos y protestantes son las ramas principales del cristianismo y aunque hay intentos de acercamiento, incluyendo también en ese acercamiento a los judíos, las diferencias prevalecen sobre las afinidades. Los 1200 millones de cristianos están extendidos por todo el mundo, Europa, América y Oceanía principalmente. La práctica de esta religión conlleva muchas diferencias entre sus fieles, predominando en nuestro tiempo los cristianos no practicantes sobre los practicantes, existiendo muchas diferencias, según los países.
Por lo que se refiere al judaísmo, también hay diversas facciones: ortodoxas, ultraortodoxas, conservadoras, reformistas, caraítas, humanistas seculares, etc.; atendiendo a su cultura de origen tras la diáspora, se distinguen al menos tres grandes comunidades judías: sefardíes (españoles), askenazíes (centro europeos) y mizrahim (orientales). Los judíos también están divididos a la hora de aceptar el Estado de Israel en facciones sionistas y anti sionistas, pues, para muchos, Israel fue destruido por Dios como castigo a sus pecados y, como consecuencia, sólo el mesías puede restablecer el Estado de Israel a la hora decidida por su Dios y no por los sionistas. El judaísmo da sensación de desunión, pero, atendiendo a los logros conseguidos en los pasados siglos, esa sensación queda en entredicho; sin unión, sin colaboración, el éxito en cualquier empresa es imposible, por eso hay que pensar, que, además de miles de sinagogas, el judaísmo dispone de organizaciones perfectamente coordinadas, que son capaces de conseguir objetivos mundiales. Sin embargo, aparenta carecer de organización o ser mínima. Lógicamente, en nuestro tiempo, es imposible ocultar las dependencias y relaciones existentes entre las más importantes organizaciones de ámbito mundial, pues también hay mucho interés en descubrirlas y medios abundantes; como ejemplo, la masonería, que con varios siglos de antigüedad, su filiación está relacionada con el judaísmo. Una parte de ella, la más radical, también está relacionada con la Iglesia Católica, a través de una de sus principales órdenes religiosas. En la lucha por el poder, para fastidiar al contrario, ¡todo vale!
El mundo islámico tampoco es unitario: Sumnitas, chiitas, jariyitas, sufitas, etc. obedecen a Alá y Mahoma es su profeta. Parece que es la religión con más creyentes en el mundo. Durante siglos, el mundo islámico ha permanecido adormecido en sus territorios, o al menos no se hacía notar en nuestra parte de territorio, pero, en los últimos años, ha surgido en Europa con una fuerza que parece imparable. Al principio, se trataba de un movimiento migratorio que respondía a la razonable necesidad de sus gentes por salir de la pobreza y el subdesarrollo de sus países; pero cuando surgieron movimientos islamistas radicales, bien financiados, formaron en sus universidades a una nueva clase sacerdotal que recupera el viejo Corán, para utilizarlo contra los infieles, con el mismo espíritu que los primeros conquistadores. Los emigrantes europeos de religión musulmana se encuentran en sus mezquitas a los nuevos imanes yihadistas, que les imponen conservar su cultura y sus más rancias costumbres, impidiéndoles integrarse en la sociedad que los hospeda (movimiento integrador que de por sí ya era difícil). Asentados en unas naciones como las europeas con baja natalidad, que disponen de modernos servicios médicos y ofrecen gratuitamente a sus ciudadanos todo tipo de ayudas sociales, la alta natalidad de las familias musulmanas hará posible, si no espabilan los gobiernos que los acogen, que en pocos años, esas naciones pierdan su identidad; en este caso, la cristiana. Los sacerdotes musulmanes también aconsejan a sus fieles casar con mujeres del país, prohibiendo así mismo a sus mujeres musulmanas, casar con no musulmanes. El mismo régimen democrático y de libertades del que disfrutan nuestros países permitirá a los musulmanes tomar el poder, cuando su número supere el de cristianos. Algunas naciones como Dinamarca, que se han dado cuenta del problema, han cortado esa emigración, que es pacífica, pero que no deja de ser una invasión en toda regla.
Como vemos, las religiones de nuestro entorno no se entienden.
La causa del bien queda muy descuidada en este panorama, que nos presenta los cimientos de una nueva guerra de religión, que no solo tiene frentes en Afganistán, pronto tendrá frentes en todo el mundo. Guerra mundial en la que terminaremos enfrentadas gentes capaces de relacionarnos y de convivir. Algo que no contemplan algunos lideres religiosos a los que, en realidad, no les importa ni el Más Allá ni el Más Acá, sólo sus obsesiones paranoicas y su sectarismo: el Más Acá, desde sus cómodas celdas, apenas lo conocen y del Más Allá, aunque lo aparenten, no tienen ni idea
¡Eso sí! conocen el juego de la guerra, un juego sin riesgo, que periódicamente practican con vidas ajenas ¡Recházalos! Tú no tienes nada que ganar en ese juego. Como los antiguos sacerdotes de Baal, sólo buscan víctimas inocentes que sacrificar... al diablo.
Continuará.

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