Dicen los entendidos, que el poder lo da la información; esa afirmación parece incontestable, pero quien se conforma con ella no llega lejos. Un rápido análisis nos dice que el poder con mayúsculas no suelen detentarlo las personas individuales -por mucha información, poder y dinero que tengan-, el poder en este mundo lo detentan las organizaciones (aunque lo ejerzan a través de las personas que las representan). La pregunta: Si el poder en general lo tienen las organizaciones y ese poder no se lo da la información, ¿de dónde les viene? La respuesta es sencilla: Lo han obtenido, de su capacidad como personas jurídicas para sobrevivir a los hombres y la facilidad que ello da para asentarse en la sociedad e ir acumulando poder y riquezas. Después de tan rotunda conclusión, efectivamente, las organizaciones reafirman su poder, administrando la información a través de los medios de comunicación, cuya propiedad y control monopolizan, bien directamente o a través de organizaciones o personas interpuestas.
Entre todas las organizaciones, las que ostentan el verdadero poder son las organizaciones religiosas. Su poder se lo ha dado el tiempo: miles de años dirigiendo a los hombres e influyendo sobre las naciones les ha dotado de inmensos recursos. Sus objetivos no están como los nuestros, sujetos a la duración de una corta vida, pueden alcanzarlos transcurridas muchas generaciones de hombres, cuando las personas, movimientos o modas que se oponían a sus intereses desaparecen. Así escriben la historia que les conviene o hacen desaparecer de esa historia culturas enteras. Y es que los humanos venimos al mundo dentro de familias que suelen perder su cohesión en pocos años. Prácticamente extinguidos los títulos nobiliarios, muy pocas familias mantienen esa cohesión a través de los siglos. Por el contrario, las organizaciones religiosas saben mantenerse en el tiempo captando a los jóvenes más conformes para instruirles sobre su pasado, preparándolos para ejercer el poder en el futuro e inculcándoles sus valores: normalmente, obediencia incondicional al superior, pobreza individual que contrasta con la riqueza sin límite de la organización y, no siempre, castidad formal. Ninguna nación, por poderosa que sea en nuestro tiempo, es capaz de controlar las actividades de estas organizaciones y evitar su influencia sobre la sociedad y su gobierno, pues disponen de tentáculos que alcanzan a todos los rincones de la sociedad humana, tentáculos que alcanzan a las tribus más apartadas de la civilización. Hasta cuando no están reconocidas oficialmente, funcionan en la sombra, con mayor eficacia si cabe.
Siempre hay una cara y una cruz en las principales organizaciones que gobiernan a los hombres. Estas organizaciones, aunque aparentan unidad, suele tener dos caras: una cara visible y oficial que tiene poder de representación y decide en las cuestiones ordinarias, y una cara oculta, que es la que define objetivos, estrategias y decide en las cuestiones importantes. Si preguntas, la cara oficial niega con vehemencia cualquier relación con la cara oculta, pero los hechos suelen contradecir las palabras. Esa realidad no suele ser percibida por el común de los mortales, que sólo ve el escaparate que le presentan, desconocedor de una trastienda oculta que le está vedada y ocupado en resolver los problemas inmediatos de su existencia: el alimento, el vestido, la cría y educación de los hijos, etc. En esas organizaciones, hasta los propios miembros, cuando están fuera del vértice de poder, suelen desconocer esa dependencia.
A pesar de todo, la realidad se impone: desde esas trastiendas, hombres desconocidos y poderosos gobiernan este mundo con total impunidad, pues son sus obedientes peones los que siempre cargan con la responsabilidad de unas decisiones que les son ajenas.
¿Y por qué es así nuestro mundo?
La respuesta también es sencilla: Ninguno de nosotros dejaría abandonado su negocio; por la misma razón, quien nos ha puesto en este mundo, no permite que el rebaño que formamos ande suelto. Seas creyente o no creyente, tu vida está condicionada y ni puedes hacer tu santa voluntad, ni formar tu propia opinión. Por eso, todas las organizaciones religiosas, ayudadas por otras muchas organizaciones interpuestas, que aparentan ser contrarias e incluso ateas, nos pastorean y educan por encargo Superior.
¿Sirven acaso a Dios?
Por Dios pasa el que Señor y Creador llaman … Otra cosa es que lo sea.
Continuará.
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