miércoles, 28 de julio de 2010

Nosotras

Las principales organizaciones que ostentan el poder en Occidente y en el mundo son las religiones judía y cristiana. Entre ellas hay notables diferencias: mientras la religión judía no ejerce el proselitismo, el cristianismo lo lleva a efecto hasta en los últimos rincones del planeta, llegando a buscar adeptos en naciones con fuerte tradición hinduista, budista, musulmana y ateo-marxista; quizás por ese motivo, el número de cristianos en el 2008 alcanzaba en el mundo unos 1200 millones de fieles (18%), mientras, el número de judíos no alcanzaba los 14 millones (el 0,19% de una población mundial de algo más de 6700 millones de personas). No obstante, se produce un fenómeno curioso: aunque el judaísmo no haga proselitismo, su historia y su antigua cultura la transmiten los misioneros cristianos por todo el orbe y, además, lo hacen gratis. La musulmana es la tercera fuerza religiosa en importancia de Occidente: durante siglos ha permanecido aletargada en sus territorios, pero, en los últimos años, ha resurgido con mucha fuerza a través de movimientos yihadistas y a través de la emigración a los países europeos.

En teoría, las religiones deberían dedicarse a ayudar espiritualmente a los hombres en su paso por la vida; en realidad, se nos disputan, y para que no apostates, te amenazan espiritual y materialmente con graves castigos. Aparentemente, estas tres religiones sirven al mismo dios, en la práctica, el distanciamiento histórico y desconfianza de unas sobre las otras, hace pensar que todas creen que su dios es el verdadero y que el dios de las otras es falso.

Con miles de años de control social a sus espaldas, las distintas religiones ejercen el poder de diversas maneras: con sus seguidores y en ámbito territoriales favorables, ejercerán el poder y fomentarán sus valores a través de estructuras político religiosas formales; frente a sus enemigos, ejercerán su influencia, desde la sombra, a través de organizaciones con las que penetrarán a esa sociedad para cambiar sus valores. Normalmente, esos valores coincidirán con los propios de la religión que busca influir en esa sociedad, pero si se trata de destruir al enemigo y a la sociedad, los valores que son capaces de transmitir también pueden ser antivalores ¡Eso sí! Lo harán a través de organizaciones secretas propias que, previamente, habrán influido, incluso corrompido a la clase dirigente de esa sociedad: ¿Qué, sino, ocurre en nuestro país? Atacado por el materialismo extremo, el mismo gobierno desmantela los planes de enseñanza tradicionales para imponer el ateísmo, el proselitismo político, la promiscuidad, el hedonismo y la pereza entre nuestros hijos, desterrando de las aulas, entre otros valores, a la religión tradicional, el amor a la patria y a los hombres, el esfuerzo, las buenas costumbres (respeto y educación), los valores morales y la ciencia; fuera de las aulas, impulsan la cultura de la muerte y el acceso a los anticonceptivos, favoreciendo el aborto y la eutanasia. Disfrazadas de progresismo, ese conjunto de medidas formativas se complementan con modas que destierran el matrimonio tradicional de la sociedad y facilitan su disolución. Quebrando la natalidad y la cultura, se debilita a la sociedad y es posible apoderarse de ella, en perjuicio de su religión tradicional.

Utilizando el método contrario, también es posible apoderarse de una sociedad de religión distinta, como veremos. Todo vale para vencer al enemigo. En el fondo, se trata de escaramuzas en una guerra que protagonizan desde hace miles de años el bien y el mal.

Continuará.

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