domingo, 8 de mayo de 2011

Treinta años sin saber la verdad sobre la intoxicación mal llamada "del aceite de colza"


Hoy he vito con indignación, cómo desde el programa de TVE "Informe Semanal", reincidían en la tesis de que la causa del síndrome tóxico acontecido en España en 1981 fue el aceite de colza.

Os invito a poner en Google el siguiente texto: "La verdad sobre el síndrome tóxico". Aparecerán numerosos trabajos que contradicen la versión oficial, como ejemplo:  http://www.cbgnetwork.org/1525.html.
Lo malo no es que la contradigan, lo malo es que te convencen, algo que no hace la versión oficial.

Se extendió el bulo de que había habido un escape de armas químicas en la base americana de Torrejón, una noticia que entonces podía cambiar la decisión de entrar o no en la OTAN, aunque ese escape no explicara la extensión geográfica de la epidemia.

Resumiendo un poco: La causa de tanta muerte y enfermedad, según descubrieron dos eminentes y sacrificados investigadores españoles, no fue aceite de colza ni escape químico alguno, fue la ingesta de tomates tratados con una mezcla de productos fabricados por una multinacional farmacéutica para combatir plagas. El hecho fue denunciado en 1984 por la revista Cambio 16 en su nº 681, siendo director el periodista José Oneto, cuando ya hacía cerca de dos años que había caído del gobierno la UCD. Parece ser que Cambio 16 aceptó hacer la rectificación para evitar la querella de la multinacional, a la vez que recibía una sustanciosa cantidad de dinero. Dos médicos españoles, Luis Frontela Carreras, catedrático de medicina legal, y Antonio Muro Fernández Cavada (ya fallecido), director del hospital del Rey de Madrid, habían dado con la verdadera causa de las muertes, pero las autoridades políticas de la época y las que sucedieron posteriormente no les hicieron caso; antes al contrario, les negaron cualquier credibilidad.

La periodista alemana Gudrum Greunke también hizo un documental sobre la epidemia de colza en España, documental que compró TVE pero que nunca fue emitido. En esta dirección http://www.youtube.com/watch?v=GbI0sFekF1A se puede ver y escuchar a la periodista conferenciar sobre ello.

Uno en su buena fe se pregunta: ¿qué clase de gente ha gobernado y gobierna este país, que no se han atrevido ni se atreven a enfrentarse a la verdad, o se han prestado a perjudicar a sus ciudadanos? Ni la UCD de Calvo Sotelo, ni el PSOE de Felipe González nos han defendido, y al PP de Aznar le quedaba lejos aquella epidemia. Hoy día, la televisión oficial todavía sostiene la versión del aceite de colza. Curiosamente, la persona que la dirige fue ministro de defensa con la UCD de Calvo Sotelo cuando aconteció la desgracia, y antes, ministro de Sanidad con Adolfo Suarez. ¿Coincidencias? No suele haberlas.

Quizás la pregunta no está bien hecha. El asunto no es que los anteriores gobiernos no supieran defendernos o enfrentar la verdad del síndrome tóxico, podría ser mucho peor.

¡Qué! ¿Una nueva teoría conspiratoria? Sí, y muy fácil de destruir: basta con que se investigue con seriedad el camino iniciado por los doctores Frontela y Muro Fernández, y se deje de echar la culpa a unos aceites, que en los laboratorios donde se ha experimentado con ellos, han comprobado, que además de no matar a las ratas, las engorda.

Dado que los poderes públicos no han querido investigar ni descubrir las verdaderas causas de la epidemia, tendremos que ser gentes ajenas a esos poderes públicos las que busquemos los porqués, sin descartar ninguna teoría:

Uno de los médicos investigadores descubrió que el producto o la mezcla de productos químicos de la farmacéutica se vendieron a una sola plantación de Roquetas de Mar a un agricultor que trabajaba una variedad de tomate barata y de poca calidad, que no valía para la exportación. Compró el veneno para tratar una epidemia de bacterias que afectaba a las raíces de las plantas y sólo pudo salvar un parte de la cosecha (85.000 kg). El bajo precio de los tomates (entre 2 y 12 ptas/kg) hizo que se vendieran bien entre la población de los cinturones industriales de muchas ciudades españolas. Por eso, ni los mercados extranjeros se vieron afectados, ni tampoco se vieron afectadas las familias acomodadas españolas, únicamente familias obreras, y en menor medida, familias de clase media.

Si alguien planificara un atentado con armas químicas y quisiera limitar los efectos a un número limitado de personas, y además, que el contagio durase sólo unos meses, no habría podido planificarlo mejor: Por eso cobra fuerza la tesis de que la llamada epidemia de la colza pudo ser una epidemia provocada. Consecuentemente, no es locura pensar que el mal llamado síndrome de la colza pudiera haber sido un atentado contra la población civil española, llevado a cabo con silenciosas armas químicas; éstas habrían sido producidas a partir de la manipulación y potenciación de venenos utilizados para el control de plagas en el campo.

En cuanto a la razón por la que alguien es capaz de planificar semejante atentado, se me ocurre pensar en que puede hacerlo por una finalidad política: conseguir el poder. Un posible fin político que convierte a la colza en un posible atentado. Que cada cual saque sus propias conclusiones, pero los hechos nos dicen, que el gobierno de la UCD, al margen de las rencillas internas, quedó tan perjudicado ante la opinión pública española por la gestión que llevó a cabo con la crisis del aceite de colza, que en las elecciones del 82, el partido Unión de Centro Democrático prácticamente desapareció del arco parlamentario.

¿Nos suena de algo? Sí, nos suena a lo que decía Arzallus sobre mover el nogal y recoger las nueces. Esos que recogieron las nueces del árbol que movió la falsa colza ¡Qué casualidad!, las volvieron a recoger en el 2004, después de otra desgracia colectiva que ninguno de los gobiernos que hemos padecido se ha interesado en aclarar. ¿Demasiadas casualidades? Sí, demasiadas, y con la misma sospecha sin aclarar que nos revuelve las tripas. Los malos suelen tener la costumbre de repetir fechoría cuando no los pillan, y en este caso más, pues nadie investiga.


2 comentarios:

  1. No tenía acceso a tu blog. Gracias. Yo entonces trabajaba entre otros sitios en la zona de Meco-Alcalá-Torrejón y en uno de los bares del monte que rodea Alcalá, llamado Gurugú, ponían unos calamares que estaban bastante bien. Y yo iba allí frecuentemente. La sorpresa cuando el dueño tiró el aceite porque era del de colza, y nos preguntó cómo estábamos, fue mayúscula. Alguno dirá que así me quedé desde entonces, sin solución. Pero lo que los que lo habíamos probado decíamos, era que no solo fue el desnaturalizante, porque el tipo de sartén debió de hacer algún efecto sinérgico que desencadenó la reacción. Y decían que la ausencia de tratamiento, se derivaba de que no tenían control del desnaturalizante, porque para ello servía cualquier cosa.

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